Haití mantiene la esperanza de una transición con un nuevo primer ministro y mil policías de Kenia

EL PAÍS

La turbulencia política en Haití ha experimentado un nuevo giro con la toma de posesión oficial de Garry Conille como primer ministro interino. Este cambio de liderazgo se produce tras la dimisión de Ariel Henry, quien asumió el poder tras el asesinato del presidente Jovenel Moïse en 2021 y se vio obligado a renunciar en marzo debido a una ola de violencia de pandillas y presión internacional.

El Consejo Presidencial de Transición (CPT) ha asumido la tarea de estabilizar Haití y preparar el terreno para futuras elecciones. Esta tarea requerirá restaurar el orden y la seguridad en el país. El CPT, compuesto por nueve miembros de sectores políticos tradicionalmente antagónicos, tiene tres prioridades: seguridad, reformas constitucionales e institucionales y elecciones.

Garry Conille, con una maestría en Administración de Servicios de Salud por la Universidad de Chapel Hill, en Carolina del Norte, y una especialización en ginecología, cuenta con una larga carrera en Naciones Unidas. Esta será la segunda vez que tenga un alto cargo en el Gobierno haitiano, que presidió entre el 18 de octubre de 2011 y el 16 de mayo de 2012.

Tras su nombramiento, presentó la hoja de ruta del Gobierno para los próximos 18 meses en la que se comprometió a “entablar un diálogo constructivo con los grupos armados para encontrar soluciones pacíficas y evitar confrontaciones violentas”. Asimismo, prometió reforzar la presencia de las fuerzas de seguridad en estas zonas, con formaciones especializadas acompañadas por las fuerzas de la Misión de Apoyo Multinacional a la Seguridad y un mayor apoyo para mantener el orden público y proteger a los civiles.

La pacificación de Haití es una tarea aparentemente insuperable, pero varias naciones han ofrecido ayuda. Kenia ha ofrecido mil oficiales de policía, Benin ha ofrecido 2.000 efectivos y Bahamas 150. Estados Unidos ha prometido 158 millones de dólares para apoyar el despliegue, y otras naciones caribeñas, como Jamaica y Antigua y Barbuda, también han expresado su disposición a ayudar.

No obstante, la llegada de la misión no ha estado exenta de críticas en Haití, un país con un mal recuerdo de este tipo de operaciones en el pasado, con escándalos que llevaron a los ciudadanos a pedir su salida del país. La misión de la ONU-Minustah, que tuvo lugar desde 2004 hasta 2017, se vio afectada por escándalos de abuso sexual y un brote de cólera que resultó en la muerte de más de 9.000 personas y enfermó a otras 800.000.

En esta ocasión, las fuerzas internacionales no se están desplegando bajo la misión de paz de la ONU. Serán supervisadas por las fuerzas kenianas, que recibieron autorización del Consejo de Seguridad de la ONU. Según informes de medios kenianos, cientos de policías de ese país han recibido entrenamiento y clases de francés en preparación para el despliegue.

Mientras tanto, Haití se prepara para el despliegue. El consejero presidencial haitiano Leslie Voltaire visitó recientemente el sitio de construcción de la base de la misión en la zona del aeropuerto internacional Toussaint Louverture. “Estoy satisfecho con el progreso de los trabajos”, le dijo Voltaire a EL PAÍS. “Es hora de que la paz y la seguridad regresen”. Según dijo, están trabajando duro para que la población pueda respirar finalmente.

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