El mundo del jazz chileno sufrió una gran pérdida el 19 de marzo de 2021, con la muerte de Cristián Cuturrufo a los 48 años debido al Covid-19. Cuturrufo, nacido en junio de 1972 en Coquimbo, fue uno de los trompetistas más destacados de su país, y dejó una huella imborrable en la música chilena.
Cuturrufo nació en una familia de músicos. Su padre, el acordeonista Wilson Cuturrufo, ya era un nombre conocido en la música local. Sin embargo, el amor de Cristián por la música no llegó hasta su adolescencia. En una entrevista con The Clinic, Cuturrufo explicó que su interés en la música surgió de manera circunstancial.
Después de repetir un año en la escuela, su padre le pidió que aprendiera a tocar un solo del tema ‘La Bamba’ en la trompeta. El joven Cuturrufo aceptó el desafío y, a partir de ahí, su amor por la música floreció. Pasó de ser el peor trompetista de la escuela a ser el mejor, ganando todos los primeros puestos en las orquestas.
Su pasión por la música lo llevó a la Escuela de Música de la Universidad Católica, donde recibió una formación académica y técnica como trompetista docto. Durante su tiempo allí, de 1991 a 1993, fue miembro del Ensamble Gabrieli.
Cuturrufo es reconocido como una de las figuras que lideraron el jazz de los años 90 en Chile. Su música reflejaba una sólida revisión del bebop, un estilo de jazz que se originó en Nueva York, pero Cuturrufo logró darle un carácter distintivamente chileno. Sus propuestas musicales se extendían desde el jazz puro hasta el latin jazz y desde el swing nacional hasta el latin funk.
En sus inicios, Cuturrufo conoció al saxofonista alto Ignacio González. Juntos comenzaron a tocar en jam sessions en el Club de Jazz y en conjuntos espontáneos con músicos como Alejandra Santa Cruz y David Castañeda. Cuturrufo estaba fuertemente influenciado por el bebop de figuras como Dizzy Gillespie y Fats Navarro.
En 1990, se unió al grupo de latin jazz Motuto, con el que tocó en espacios de baile y música afrocubana hasta 1992. Después de eso, viajó a Cuba para profundizar sus estudios de música popular, ritmos afrocubanos y jazz.
También trabajó con Ángel Parra Trío y dirigió varios quintetos. A lo largo de los años, trabajó con una variedad de músicos de jazz de los años 90, entre ellos los saxofonistas Ignacio González, Jimmy Coll y David Pérez, los guitarristas Jorge Díaz, Dani Lencina y Federico Dannemann, los bajistas Felipe Chacón, Christian Gálvez y Cristián Monreal, y los bateristas Iván Lorenzo, Carlos Cortés y Andrés Celis. También colaboró con el legendario pianista Valentín Trujillo.
A pesar de su amor por el jazz, Cuturrufo siempre se sintió atraído por los ritmos populares. En su entrevista con The Clinic, declaró, «No soy jazzista, sino que un músico que toca jazz. Soy fanático número uno de la buena cumbia. Me encantan los Viking´ 5, soy su fan número uno. Primero los Viking´ 5, después Miles Davis y Herbie Hancock».
Cuturrufo tuvo la oportunidad de presentarse en diversos lugares internacionales, como Nueva York, Egipto, Nueva Zelanda, Indonesia, Singapur, Malasia y Tailandia. Pero no solo destacó por su calidad musical, también fue reconocido por su trabajo como gestor cultural. Produjo el Festival de Jazz de Las Condes, que en su momento reunió a 3.000 espectadores en el Parque Alberto Hurtado.
Además, Cuturrufo es recordado por sus locales de música: The Jazz Corner (2013) y Boliche Jazz (2017). Estos clubes de jazz se convirtieron en puntos de referencia en el circuito nacional debido a la escasez de lugares similares en Santiago en aquel momento.
Aunque Cuturrufo ya no está con nosotros, su legado y herencia musical siguen presentes en la escena artística nacional. Su influencia en el jazz chileno seguirá siendo reconocida, y su música continuará resonando en los corazones de sus compatriotas y admiradores de todo el mundo.