Mortalidad cardiovascular por un índice de masa corporal elevado


La relación entre el índice de masa corporal (IMC) y la salud cardiovascular ha sido objeto de numerosos estudios a lo largo de los años. Un IMC elevado, que generalmente indica sobrepeso u obesidad, se ha relacionado con un mayor riesgo de enfermedades cardiovasculares y mortalidad. La obesidad es una condición que afecta a millones de personas en todo el mundo y se asocia con una serie de complicaciones de salud, entre las que destacan las enfermedades del corazón.


El IMC es una medida que se calcula dividiendo el peso de una persona en kilogramos por el cuadrado de su altura en metros. Un IMC entre 18.5 y 24.9 se considera normal, entre 25 y 29.9 indica sobrepeso, y un IMC de 30 o más se clasifica como obesidad. Las personas con un IMC elevado tienen un mayor riesgo de desarrollar hipertensión, diabetes tipo 2, dislipidemia y aterosclerosis, todos ellos factores de riesgo para enfermedades cardiovasculares.


Estudios epidemiológicos han demostrado que la obesidad contribuye significativamente a la carga global de enfermedades cardiovasculares. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), las enfermedades cardiovasculares son la principal causa de muerte en todo el mundo, y la obesidad es uno de los factores de riesgo más modificables. La prevalencia de la obesidad ha aumentado de manera alarmante en las últimas décadas, lo que ha llevado a un incremento paralelo en la incidencia de enfermedades cardiovasculares.


La relación entre el IMC y la mortalidad cardiovascular es compleja y multifacética. Un IMC elevado puede llevar a la acumulación de grasa visceral, que es particularmente perjudicial para la salud cardiovascular. La grasa visceral se acumula alrededor de los órganos internos y se asocia con la inflamación crónica y la resistencia a la insulina, dos factores que contribuyen al desarrollo de enfermedades cardiovasculares.


Impacto de la Obesidad en la Salud del Corazón


La obesidad contribuye a la hipertensión arterial, que es uno de los principales factores de riesgo para enfermedades del corazón y accidentes cerebrovasculares. La hipertensión ocurre cuando la presión arterial en las arterias es persistentemente elevada, lo que obliga al corazón a trabajar más para bombear la sangre. Esto puede llevar a un engrosamiento del músculo cardíaco, conocido como hipertrofia del ventrículo izquierdo, y eventualmente a insuficiencia cardíaca.


Además, la obesidad está estrechamente relacionada con la diabetes tipo 2, una condición que se caracteriza por niveles elevados de glucosa en la sangre debido a la resistencia a la insulina o la incapacidad del cuerpo para producir suficiente insulina. La diabetes tipo 2 aumenta el riesgo de enfermedades cardiovasculares, ya que puede dañar los vasos sanguíneos y los nervios que controlan el corazón.


La dislipidemia es otra condición común en personas con un IMC elevado. Se caracteriza por niveles anormales de lípidos en la sangre, incluyendo niveles altos de colesterol LDL (colesterol «malo») y triglicéridos, y niveles bajos de colesterol HDL (colesterol «bueno»). La dislipidemia puede contribuir a la formación de placas en las arterias, un proceso conocido como aterosclerosis, que puede llevar a ataques cardíacos y accidentes cerebrovasculares.


Estrategias para Reducir el Riesgo


La pérdida de peso es una de las estrategias más efectivas para reducir el riesgo de mortalidad cardiovascular en personas con un IMC elevado. Incluso una modesta reducción de peso puede tener un impacto significativo en la salud cardiovascular. La pérdida de peso puede mejorar la presión arterial, los niveles de lípidos en la sangre y la sensibilidad a la insulina, reduciendo así el riesgo de enfermedades del corazón.


Adoptar un estilo de vida saludable es crucial para reducir el IMC y mejorar la salud cardiovascular. Esto incluye una dieta equilibrada rica en frutas, verduras, granos enteros y proteínas magras, y baja en grasas saturadas, azúcares y sodio. El ejercicio regular también es fundamental; se recomienda al menos 150 minutos de actividad física moderada o 75 minutos de actividad vigorosa por semana.


Además de la dieta y el ejercicio, es importante abordar otros factores de riesgo como el tabaquismo y el consumo excesivo de alcohol, que también pueden contribuir a enfermedades cardiovasculares. Dejar de fumar y limitar el consumo de alcohol pueden mejorar significativamente la salud del corazón y reducir el riesgo de mortalidad cardiovascular.


Conclusión


La relación entre un índice de masa corporal elevado y la mortalidad cardiovascular es clara y preocupante. La obesidad es un factor de riesgo significativo para enfermedades del corazón y otras complicaciones de salud. Sin embargo, es un factor de riesgo que se puede modificar a través de cambios en el estilo de vida. La pérdida de peso, una dieta saludable y el ejercicio regular son estrategias clave para reducir el IMC y mejorar la salud cardiovascular. La prevención y el tratamiento de la obesidad deben ser una prioridad para reducir la carga global de enfermedades cardiovasculares y mejorar la calidad de vida de las personas afectadas.


Dos tercios de las muertes relacionadas con un índice de masa corporal elevado se deben a enfermedades cardiovasculares

La prevalencia mundial de la obesidad se ha más que duplicado en las últimas cuatro décadas y actualmente afecta a más de mil millones de personas. Más allá de su reconocimiento como una condición de alto riesgo que está vinculada causalmente a muchas enfermedades crónicas, la obesidad ha sido declarada una enfermedad en sí misma, que da lugar a una calidad de vida deteriorada y a una reducción de la esperanza de vida. “Cabe destacar que el 67,5% de las muertes relacionadas con un índice de masa corporal (IMC) elevado son atribuibles a enfermedades cardiovasculares (ECV). A pesar de la relación cada vez más reconocida entre la obesidad y una amplia gama de manifestaciones de ECV, como la enfermedad aterosclerótica, la insuficiencia cardíaca, la enfermedad tromboembólica, las arritmias y la muerte cardíaca súbita, la obesidad ha sido poco reconocida y abordada de forma subóptima en comparación con otros factores de riesgo cardiovascular modificables”, afirma la profesora Emeline Van Craenenbroeck, copresidenta de la Declaración de consenso del Hospital Universitario de Amberes (Bélgica).

“Esta Declaración de Consenso tiene como objetivo crear conciencia sobre la obesidad como un factor de riesgo importante y proporcionar orientación para implementar prácticas basadas en evidencia para su prevención y manejo óptimo dentro del contexto de la prevención primaria y secundaria de la ECV”, agrega la profesora Eva Prescott, autora correspondiente del Hospital Bispebjerg Frederiksberg, Universidad de Copenhague, Dinamarca.

Factor de riesgo de varias enfermedades

Si bien la obesidad afecta negativamente a diferentes órganos y es un factor de riesgo para varias enfermedades crónicas, la Declaración de Consenso destaca cómo la obesidad no solo contribuye a factores de riesgo cardiovascular (CV) bien establecidos (diabetes tipo 2 [DM2], dislipidemia, presión arterial elevada e hipertensión arterial), sino que también tiene efectos adversos directos sobre la estructura y la función cardíacas y conduce al desarrollo de ECV, tanto aterosclerótica como no aterosclerótica, independientemente de otros factores de riesgo CV.

Este documento destaca que tanto los factores genéticos como los biológicos influyen en el desarrollo individual de la obesidad, pero la epidemia mundial de obesidad está impulsada en gran medida por factores ambientales y sociales.

También señala que las personas con un IMC similar pueden tener un riesgo cardiometabólico diferente. Otras métricas de la adiposidad abdominal, como la circunferencia de la cintura, la relación cintura-altura y la relación cintura-cadera, son útiles para refinar la estratificación del riesgo cardiometabólico más allá del IMC.

Obesidad, diabetes e hipertensión

La obesidad y la diabetes de tipo 2 están estrechamente relacionadas. Entre el 80 y el 85% de las personas con diabetes de tipo 2 tienen sobrepeso o son obesas. Por el contrario, las personas obesas tienen casi tres veces más probabilidades de desarrollar diabetes de tipo 2 que las personas con peso normal (20% frente a 7,3%, respectivamente).

En pacientes con diabetes de tipo 2 establecida, las intervenciones para perder peso han demostrado tener efectos positivos en el control de la glucemia, incluida la remisión a un estado no diabético. En cuanto a la hipertensión, se cree que un IMC elevado es responsable del 78% del riesgo de hipertensión en los hombres y del 65% del riesgo en las mujeres de 20 a 49 años.

En la Declaración de Consenso se analiza la relación entre la obesidad y diversos tipos de ECV, entre ellos la fibrilación auricular, la ECV aterosclerótica, la insuficiencia cardíaca, las arritmias, la tromboembolia venosa y la enfermedad valvular.

Prevenible y tratable

La obesidad es prevenible y tratable. El tratamiento integral de la obesidad se basa en enfoques multidisciplinarios que incluyen intervenciones conductuales, nutrición, actividad física, terapia farmacológica y procedimientos endoscópicos/cirugía bariátrica según corresponda.

“A pesar de la amplia gama de opciones de tratamiento disponibles, el manejo de la obesidad ha recibido considerablemente menos atención en comparación con otros factores de riesgo cardiovascular modificables durante las últimas décadas, en particular entre los cardiólogos. Recientemente han surgido nuevos medicamentos contra la obesidad como opciones adicionales para una marcada pérdida de peso con un efecto demostrado en los resultados cardiovasculares, lo que alimenta el interés en la obesidad como objetivo terapéutico”, dice el profesor Konstantinos Koskinas, copresidente de la Declaración de Consenso de la Universidad de Berna, Suiza.

Una parte importante de la Declaración de Consenso está dedicada al tratamiento farmacológico y no farmacológico de la obesidad. Entre los puntos clave de las intervenciones dietéticas se encuentra que, en general, apuntan a un déficit energético de 500 a 750 kcal/día, aunque se necesitan ajustes en el peso corporal y la actividad de cada individuo.

Y, si bien se puede lograr una reducción de peso del orden del 5 al 10% con diversos enfoques nutricionales y multidisciplinarios, el mantenimiento de los efectos es una cuestión clave. Las intervenciones de actividad física suelen tener efectos modestos en la pérdida de peso, pero son importantes para el mantenimiento de la pérdida de peso y la reducción del riesgo cardiovascular general.

Fármacos contra la obesidad

En cuanto a los fármacos para tratar la obesidad, la declaración destaca que el orlistat y el bupropión/naltrexona deben utilizarse con precaución como medicamentos para bajar de peso, en particular en pacientes con ECV conocida, en vista de sus efectos modestos sobre el peso corporal, la escasa evidencia sobre la seguridad cardiovascular y las preocupaciones sobre el posible riesgo cardiovascular a largo plazo. Sin embargo, destaca que los agonistas del péptido similar al glucagón-1 (GLP-1) son eficaces para la pérdida de peso y la mejora de los factores de riesgo cardiovascular.

“Los GLP1-RA son eficaces para la pérdida de peso y la mejora de los factores de riesgo cardiovascular; actualmente, el único régimen farmacológico con efecto demostrado en los pacientes con ECV establecida sin DM2 es semaglutida 2,4 mg/semana”, afirma el profesor Van Craenenbroeck.

Los autores concluyen: “Es poco probable que el problema mundial de la obesidad se resuelva con intervenciones médicas, de estilo de vida o de otro tipo dirigidas únicamente a los individuos. La epidemia de sobrepeso y obesidad, que afecta actualmente a más del 60% de la población de Europa, es resultado de cambios sociales y de estilo de vida y se puede corregir mediante políticas de salud pública eficaces. La pasividad de los gobiernos mientras la epidemia de obesidad ha evolucionado a lo largo de décadas es notable. Vivimos en un entorno obesógeno en el que las circunstancias, más allá del control individual, impulsan la crisis de la obesidad”.

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