En la ciudad más poblada de Escocia, Glasgow, un cono de tráfico en la estatua ecuestre del duque de Wellington, un héroe nacional británico, se ha convertido en un símbolo de mofa del nacionalismo británico desde la década de 1980. Este fin de semana, después de las elecciones del 4 de julio, el cono seguía en su lugar, quizás simbolizando un gran golpe a los independentistas del Partido Nacional Escocés (SNP), que domina en Escocia y en la alcaldía de Glasgow.
La derrota sin precedentes del Partido Conservador del ya ex primer ministro Rishi Sunak (121 escaños) frente al laborista Keir Starmer (412 diputados) ha eclipsado otro gran cataclismo electoral, el de los independentistas escoceses. El SNP obtuvo solo nueve asientos en una Cámara de los Comunes de 650 escaños, un descalabro comparado con los 48 diputados que obtuvo en 2019.
John Swinney, ministro principal de Escocia, reconoció la madrugada del viernes que los votantes del SNP ya no consideran como prioridad la independencia de Escocia. Para muchos, lo principal era echar a los conservadores del Gobierno. La cuestión de la independencia fue votada en un referéndum hace 10 años, con una victoria del «no» con el 55% de los votos, aunque el «sí» ganó en Glasgow.
Después del Brexit, al que la mayoría de los escoceses se opuso, y la pandemia, el SNP retomó la idea de otra consulta. La ex ministra principal y antigua líder del partido, Nicola Sturgeon, hizo de esa nueva consulta su caballo de batalla hasta que se vio forzada a dimitir el año pasado. El actual líder escocés, Swinney, también insistió en que si el SNP cosechaba un gran apoyo en las elecciones generales, se abriría una oportunidad para presionar al Parlamento británico sobre una segunda convocatoria. Pero el viernes, tras los resultados, se vio obligado a admitir el desastre y reconoció que el partido no había «logrado convencer a la gente sobre la urgencia de la independencia».
En Glasgow, los siete distritos electorales de la ciudad que en las anteriores elecciones votaron a candidatos del SNP, ahora se han inclinado por los laboristas. Gerry Blyth, un topógrafo de 38 años, es un ejemplo de este cambio de voto. Blyth espera que los laboristas sean «más competentes» que sus antecesores y que resuelvan, sobre todo, el problema de las listas de espera en el Sistema Nacional de Salud (NHS) y la pobreza.
Reform UK, el partido del populista Nigel Farage, impulsor del Brexit, ha entrado por primera vez en el Parlamento de Westminster, con cinco escaños y el 14% de los votos. En Escocia ha obtenido el 7% de los votos. Aunque es la mitad que en el resto del país, sorprende el auge del antieuropeísta Farage en Escocia.
La alcaldía de Glasgow está gobernada desde 2017 por el SNP. Pero en la ciudad también es fácil encontrarse con gente como David Mainland, un contable de 60 años, que rechaza el independentismo y sostiene que casi siempre votó por los laboristas. Mainland dice que le gustaría que el país volviera «con la gran familia europea».
Bajo la estatua de Wellington cruzaba este sábado Lowis, un biólogo investigador de 29 años que votó al SNP porque para él la prioridad es la independidad de su tierra. Para él, echar a los conservadores ya era un hecho descontado con el triunfo de los laboristas.
Los conservadores han obtenido en Escocia solo el 12,1% de los votos, frente al 65% de los laboristas y el 29,9% del SNP. James, de 50 años, y su esposa, Lora, de 59, admiten que siempre votaron a los conservadores hasta ahora, cuando han apoyado a los laboristas. El detonante fue la mala gestión de la pandemia de la covid.
En cuanto a por qué los electores le han dado la espalda al SNP, el matrimonio lo tiene muy claro: «La corrupción». Mencionan a Sturgeon, durante más de ocho años la ministra principal más popular y valorada del territorio autónomo, envuelta el año pasado en un caso de finanzas ilegales investigado por la policía y que también afectó a su esposo, Peter Murrell, y el extesorero del partido, Colin Beattie.
Ahora, bajo la impasible mirada del duque de Wellington, los independentistas del SNP intentarán sanar las heridas abiertas. Pero tendrán que hacerlo con menos ingresos provenientes de las arcas públicas, al haber reducido su representación en el Parlamento de Westminster en casi un 80%.