El viejo adagio, «Si Francia estornuda, la UE se resfría«, parece más relevante que nunca, dada la creciente preocupación en Bruselas por las señales que llegan desde Francia. El segundo motor económico de la Eurozona y la única potencia nuclear del bloque comunitario podría tener el primer gobierno de extrema derecha desde la Segunda Guerra Mundial, lo que se traduciría en una dolorosa bofetada para una Unión Europea que atraviesa uno de sus momentos más complicados.
En 2017, cuando Emmanuel Macron llegó al Elíseo por primera vez, lo hizo con un discurso profundamente europeísta. Su confrontación con Marine Le Pen tenía mucho que ver con sus diferentes visiones sobre Europa. La líder del por entonces Frente Nacional (ahora rebautizado en Agrupación Nacional (RN)) llevaba en su programa la promesa de sacar a Francia del euro y celebrar un referéndum para abandonar la UE. Siete años después, la misma Le Pen ha transformado sus siglas y modulado su visión sobre la Unión, pero el hecho de que pueda alcanzar la mayoría en la segunda vuelta de las elecciones legislativas del próximo domingo genera inquietud en los pasillos del poder de la capital comunitaria.
Independientemente del desenlace final de estas elecciones, el presidente de la república francesa ha quedado enormemente golpeado. La decisión de Macron de crear un partido de centro y debilitar al centro izquierda y al centro derecha parece haber resultado contraproducente. Su propia visión obstaculizaba muchas veces el compromiso con otros partidos políticos y con la sociedad francesa en general. Esto ocurrió en paralelo con la transformación de la derecha radical en un partido que ha cambiado su enfoque de ser anti-UE y anti-Islam a centrarse en las preocupaciones por el coste de la vida, haciéndolo más aceptable a audiencias más amplias como las mujeres y los votantes jóvenes.
En Bruselas, a pesar del shock provocado por la convocatoria anticipada de elecciones que se produjo tras el batacazo en las europeas, de momento, esquivan la bala. La Comisión Europea evita reaccionar. «Nunca hacemos comentarios sobre elecciones en los Estados miembros y esta vez no será una excepción», ha expresado Eric Mamer, portavoz principal del Ejecutivo comunitario.
Quienes sí han aplaudido el ascenso meteórico de Le Pen son sus aliados ultraderechistas europeos. «Una victoria que podría cambiar Francia y Europa (…) Es el momento de hacer Europa grande de nuevo y Francia jugará un gran papel», ha celebrado Andrés Laszlo, eurodiputado húngaro del Fidesz. «Los planes del macronismo han sido enterrados. Europa está despertando», coincide Hermann Tertsch, de Vox.
Mientras el centro-derecha guarda silencio, Pedro Sánchez ha reconocido en una entrevista que está «en alerta». «Los resultados son más que preocupantes. Ayer, la extrema derecha estaba a las puertas del poder. Hoy estas ya están abiertas», apunta Iratxe García Pérez, líder de los Socialdemócratas en la Eurocámara.
Uno de los hitos que deja la legislatura saliente de la UE es la caída del cordón sanitario, un hilo que está a prueba ahora en Francia. En las elecciones europeas de junio, las fuerzas de derecha radical consagraron un importante ascenso no solo en el motor galo, también en Alemania, Italia, Austria, Bélgica, Países Bajos o España. «La mayoría de estos partidos quieren debilitar a la UE desde dentro», advierte Kuiper.
«Macron es el claro responsable de esta debacle política, por un avance electoral fruto de la soberbia y de serios errores de cálculo (…) El resultado de la primera vuelta es un rechazo contundente al macronismo, que ha sacrificado su propia mayoría, como sacrificó también la arquitectura política tradicional de la V República en aras a construir un gran centro político que él mismo ha acabado debilitando», dice Carmen Colomina, experta del CIDOB.
A falta de que la segunda vuelta consolide cualquiera de los tres escenarios posibles: mayoría absoluta de Le Pen, bloqueo institucional o el escudo del frente republicano, el terremoto político en París pone a la UE en estado de alerta. Francia no es cualquier país, ni siquiera es la Italia que en 2018 se convirtió en el primer país fundador con un Gobierno euroescéptico -el formado por la Liga y el Movimiento 5 Estrellas- y que está ahora bajo el liderazgo de Giorgia Meloni.
Francia es uno de los dos pulmones del gigante europeo. Es un país fundador que selló la paz con Alemania bajo las cenizas de la Segunda Guerra Mundial. Es un contribuyente neto de los presupuestos. Y es el único de los Veintisiete que tiene el botón nuclear y un sillón en el Consejo de Seguridad de la ONU.
Le Pen, que cuenta con no pocas fotografías con Vladimir Putin, ya ha dejado claro que si gana el próximo domingo, habrá consecuencias para Ucrania. Quiere cancelar el envío de misiles de largo alcance o el de tropas destinadas a instruir a los soldados comandados por Volodimir Zelenski. También pone en jaque el espacio de libre circulación estableciendo controles fronterizos para los inmigrantes. «Macron está gravemente debilitado en su país, lo que también tendrá consecuencias para su posición en Bruselas y para la relación franco-alemana. Es evidente que ya no se trata de una posible salida francesa de la UE, sino del daño que un gobierno paralizado o un gobierno liderado por RN puede causar a las instituciones de la UE», anticipa la analista Kuiper.