Italia está experimentando una preocupante disminución de la población. Desde 2015, la nación ha perdido más de un millón y medio de sus habitantes. Esta es la única tendencia de este tipo entre los grandes socios de la Unión Europea (UE) y ha estado ocurriendo de forma continua durante la última década.
Cada año, el número de niños nacidos en Italia disminuye y más ciudadanos se van del país en busca de mejores oportunidades laborales. Al mismo tiempo, Italia se ha consolidado como la principal puerta de entrada para la inmigración hacia los países del norte de Europa. Sin embargo, muchos de estos inmigrantes a menudo quedan atrapados en la laberíntica burocracia italiana y en las calles de sus ciudades.
Esta dramática combinación de cambios demográficos y migratorios proporciona un caldo de cultivo ideológico perfecto para la ultraderecha y partidos como Hermanos de Italia. Estos grupos políticos han construido una narrativa alrededor de este fenómeno, centrándose en el fomento de la natalidad, la oposición al aborto, la promoción de la familia tradicional y la persecución de la inmigración.
Francesco Lollobrigida, cuñado de la jefa de gobierno, Giorgia Meloni, y ministro de Agricultura, ha sido una de las voces más prominentes en la difusión de la teoría supremacista de la sustitución étnica. Esta teoría sostiene que los italianos están siendo reemplazados por inmigrantes, una idea que está ganando aceptación en una sociedad que siempre ha valorado sus tradiciones e identidad.
Uno de los ejemplos más sorprendentes de esta disminución de la población se encuentra en la región de Basilicata, que podría compararse con la «España vaciada». Esta región, enclavada entre Calabria y Campania, es en gran medida desconocida para la mayoría de los italianos y ha sufrido una emigración masiva y la pobreza en las últimas décadas.
En contraste con este éxodo nacional, Italia está experimentando una afluencia de inmigración irregular. En 2023, se estima que llegaron 361.839 personas a las costas de Italia y a través de la ruta de los Balcanes occidentales desde Grecia, Bosnia-Herzegovina, Bulgaria y Serbia. El gobernador del Banco de Italia, Fabio Panetta, ha destacado la importancia de gestionar este flujo migratorio y reforzar las medidas de integración.
Pero no todos comparten esta perspectiva. Algunos, como Donatella Di Cesare, filósofa que recientemente fue absuelta de un cargo por llamar «neohitleriano» a Lollobrigida, sostienen que la idea de una sustitución étnica es una fantasía ideológica.
Mientras tanto, Giorgia Meloni ha centrado su agenda política en la promoción de la natalidad y la familia tradicional, la oposición al aborto y la restricción de los derechos de las parejas LGTBI.
Sin embargo, las proyecciones del Istituto Nazionale di Statistica (Istat) sugieren un futuro demográfico diferente para Italia. En lugar de una sustitución étnica, el instituto prevé una sustitución generacional, con un número creciente de ancianos y una tasa de natalidad en continuo descenso. Este cambio demográfico plantea una pregunta económica fundamental: ¿quién pagará las pensiones de las futuras generaciones?