El lunes, Papúa Nueva Guinea informó a la ONU que más de 2.000 personas fueron sepultadas en un enorme corrimiento de tierras que asoló un pueblo. Esta cifra supera con creces la estimación inicial de la ONU, que había reportado 670 muertos por el alud ocurrido el viernes.
El centro nacional de catástrofes de Papúa Nueva Guinea indicó en una carta a la oficina de la ONU en Port Moresby, la capital del país, que «El deslizamiento sepultó a más de 2.000 personas vivas y causó una gran destrucción».
La ONU reafirmó que el complicado operativo de búsqueda y rescate iniciado tras la enorme avalancha «puede durar días» debido a la inestabilidad del terreno y el difícil acceso. El Ejército de Papúa Nueva Guinea lidera los esfuerzos de búsqueda y rescate. Sin embargo, la lejanía del sitio, el continuo movimiento del terreno y los daños a las carreteras de acceso están frenando los esfuerzos.
El derrumbe de parte de una montaña la madrugada del viernes mandó tierra y rocas a una distancia de entre seis y ocho kilómetros e impactó directamente sobre la población de Kaokalam, a 600 kilómetros de la capital del país, Port Moresby. Decenas de casas quedaron sepultadas por una capa de entre seis y ocho metros de profundidad, que también golpeó a las carreteras y caminos que conectan con la localidad, complicando aún más las labores de rescate y de ayuda a los supervivientes.
Las autoridades gubernamentales se centran en limpiar los escombros y mejorar el acceso al lugar. Aunque aún no se conoce el número exacto de víctimas, se estima que al menos 670 personas están desaparecidas. Esta cifra está sujeta a cambios ya que los esfuerzos de rescate están en curso y se espera que continúen durante días.
Los supervivientes y voluntarios retiran piedras a mano y tratan de excavar con palos y machetes en la densa lengua de tierra y rocas que ha dejado la avalancha. Un líder comunal de la región describió como «descorazonadora» la situación.
Alrededor de 4.000 personas viven oficialmente en la zona donde ocurrió el alud, aunque las autoridades estiman que el número de personas afectadas es mayor, ya que el pueblo en el que ocurrió es un lugar en el que se refugian los lugareños que huyen de conflictos y enfrentamientos tribales en aldeas cercanas.
En paralelo a las tareas de rescate, la ONU y las autoridades locales también han desplegado una misión para atender a los damnificados. «Se están preparando para su transporte y distribución los suministros de emergencia necesarios, incluidos refugios temporales, alimentos y agua», apunta en su comunicado la ONU.
Además, la ONU subrayó que se han establecido centros de evacuados en colaboración con las autoridades locales y las Fuerzas Armadas. El área afectada suele padecer de lluvias intensas e inundaciones, y los desprendimientos no son inusuales en el país.
En medio de esta crisis, el primer ministro de Papúa Nueva Guinea, James Marape, se enfrenta a una crisis de gobierno que podría acarrear su salida del poder. Durante el fin de semana, al menos 18 legisladores vinculados al partido de Marape, incluyendo cinco ministros, abandonaron las filas de la plataforma y se unieron a la oposición.
Esta crisis en el Ejecutivo podría derivar en una moción de confianza que se celebraría esta semana y que pone en riesgo la permanencia de Marape, quien ha sido objeto de críticas desde hace meses por diversos asuntos. La crisis política coincide con el impacto de la avalancha en la localidad de Kaokokam, situada en la convulsionada y remota provincia de Enga y que dista a 600 kilómetros de la capital del país, Port Moresby.