La reciente noche electoral en Bélgica fue un torbellino de sorpresas y giros inesperados. En un principio, la extrema derecha dominaba en Flandes, los comunistas en Valonia y había un caos total en Bruselas. Sin embargo, Bélgica siempre tiene un as en la manga y, para sorpresa de muchos, el recuento terminó con el primer ministro dimitiendo entre lágrimas, los nacionalistas superando a los ultras y los liberales y centristas francófonos triunfando en sus territorios.
Un nombre que destacó en los resultados fue el de Juan Benjumea, un español que llegó a Bélgica con 18 años, estudió la carrera y acabó en política con los ecologistas flamencos. Benjumea es el único español que comprende la política de este país y sus idiomas, lo que ha sido un desafío en una nación conocida por ser una mezcla de culturas y lenguas que muchos comparan con las ruinas de la Torre de Babel.
El día electoral comenzó con el ex primer ministro Elio di Rupo rompiendo su papeleta ante las cámaras, un error atribuido a un problema con sus gafas. Este incidente fue seguido por un fallo en el sistema de votación que permitió a los jóvenes de 16 y 17 años votar en los tres comicios (regional, federal y europeas), a pesar de que solo deberían haber podido hacerlo para la Eurocámara.
La participación fue otro tema polémico. Más de un millón de personas, el 12,5% del electorado, se quedó en casa. Esto es especialmente notable en Bélgica, donde votar es obligatorio y hay multas por no hacerlo. Sin embargo, el gobierno dejó entrever que no castigaría a nadie por incumplir esta ley.
Además, una modificación legal privó de voto a ciudadanos con discapacidades intelectuales. Cuando se necesita o se impone un tutor, es el Juez de Paz quien debe decidir. Con la nueva ley, estos ciudadanos fueron privados de su derecho al voto sin que nadie se percatara del error hasta el día de las elecciones.
A pesar de estos problemas, los resultados de las elecciones revelan tendencias importantes. La izquierda prácticamente no existe en Flandes, los ecologistas no han logrado un buen desempeño en ninguna región y los liberales, cada vez más conservadores, se están consolidando en el mundo francófono, que sigue resistiendo al extremismo. La coalición de 2014 parece que se repetirá, con algunos cambios.
Alexander de Croo se perfila como un líder serio, dialogante, liberal, centrista y nada dogmático. Durante su presidencia del Consejo de la UE, dejó una imagen positiva y lideró la coalición Vivaldi, una alianza considerada imposible.
En conclusión, las elecciones belgas fueron un momento de alta tensión y sorpresas. Desde el caos inicial en Bruselas hasta la renuncia del primer ministro, pasando por los problemas con la ley de votación y la aparición de nuevos líderes, el escenario político belga está en constante evolución. A pesar de los contratiempos y desafíos, el país sigue adelante, probando una vez más que, en palabras de su famoso dicho, «cuando tú vas, Bélgica viene de allí».