El estado de tensión entre Israel y la milicia libanesa Hezbolá está alcanzando nuevos niveles de intensidad. El primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, ha advertido de una posible escalada en el conflicto, dando señales de que se están preparando para una acción contundente en el norte. Esta postura viene tras ocho meses de creciente, aunque aún medido, fuego cruzado diario entre ambos bandos, en paralelo a la invasión de Gaza por parte de Israel.
Para apoyar esta escalada, el gobierno israelí planea aumentar el número de reservistas que puede convocar de 300.000, que fue el pico alcanzado durante la invasión de Gaza, a 350.000 para finales de agosto. Esta decisión viene en un momento en que la ofensiva en Rafah requiere de más apoyo militar, pero también coincide con las declaraciones del jefe del Estado Mayor, Herzi Halevi, quien ha insinuado que el gobierno deberá decidir pronto sobre una ofensiva en el norte.
La población israelí parece respaldar mayoritariamente esta postura. Según una encuesta realizada en febrero por el periódico Maariv, un 71% de los israelíes apoyan una ofensiva en el norte. Esto permitiría a los 60.000 evacuados de la zona fronteriza regresar a sus hogares, a pesar de que Hezbolá es un grupo armado más poderoso que Hamás y que el riesgo de una guerra abierta, e incluso regional, es mayor.
Netanyahu ha reiterado que su objetivo es restablecer la seguridad en las fronteras tanto del sur, con Gaza, como del norte. Ha sugerido que cualquier intento de dañar a Israel se encontrará con una respuesta contundente.
Uno de los factores que ha intensificado la tensión entre ambos bandos es el uso de drones explosivos por parte de Hezbolá. La semana pasada, uno de estos drones provocó un incendio que ha tenido gran repercusión en los medios de comunicación y redes sociales. Este incidente ha puesto de relieve la necesidad de una respuesta contundente por parte de Israel.
En respuesta a esta creciente tensión, Netanyahu convocó de manera extraordinaria al Gabinete de Guerra para analizar la situación en la frontera libanesa y las negociaciones para un alto el fuego en Gaza. Durante esta reunión, el Ministro de Finanzas, Bezalel Smotrich, pidió «devolver Líbano a la Edad de Piedra».
Estados Unidos también ha intervenido en la situación. El jefe de la CIA, William Burns, ha sido enviado de urgencia a Israel para tratar de encontrar una solución diplomática que evite una guerra. La idea es que un alto el fuego en Gaza pueda abrir la puerta para un acuerdo entre Israel y Hezbolá.
Hezbolá ha prometido detener los ataques si Israel deja de bombardear Gaza. Sin embargo, el liderazgo político y militar en Israel ya no está dispuesto a volver al statu quo anterior al ataque del 7 de octubre. La presencia de hombres armados de Hezbolá en la frontera es vista como una amenaza existencial.
El estadounidense-israelí Amos Hochstein lidera la búsqueda de un acuerdo diplomático que aleje a las fuerzas de élite de Hezbolá de la frontera y determine la frontera terrestre. Hochstein es un asesor de alto rango de Biden que forjó un importante acuerdo sobre la frontera marítima de Israel y Líbano para la explotación de gas.
En el sur de Líbano, el ejército israelí ha utilizado proyectiles de artillería con fósforo blanco contra edificios residenciales en al menos cinco localidades. Según una investigación de Amnistía Internacional, el uso de fósforo blanco contra civiles o en áreas densamente pobladas por civiles está prohibido por el derecho internacional. Sin embargo, Israel no ha firmado el protocolo de la Convención de Ginebra que regula su uso.
Es evidente que la tensión entre Israel y Hezbolá está escalando a niveles preocupantes. Con la creciente presión internacional y la necesidad de una solución diplomática, el mundo está mirando con atención cómo se desarrollará la situación en los próximos meses.