Netanyahu disminuye las expectativas de un cese al fuego permanente en Gaza | Internacional

EL PAÍS

El conflicto en la Franja de Gaza ha sido una constante en las noticias internacionales durante el último semestre. La situación, que parece no tener una solución rápida, se ha encontrado con un obstáculo recurrente: el fin de la guerra. Hamás, la milicia islamista que controla la región, ha insistido en que el alto al fuego solo se dará con la certeza de que Israel no retomará los bombardeos.

En este contexto, se encuentran en juego las negociaciones indirectas entre Israel y Hamás para el canje de rehenes por prisioneros. Sea cual sea el país mediador o los detalles del borrador del acuerdo, el diálogo ha chocado repetidamente con el mismo escollo: el fin del conflicto.

Joe Biden, el presidente de Estados Unidos, ha expresado que «es momento de poner fin» a la guerra en la Franja de Gaza. Sin embargo, el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, se resiste a un alto al fuego permanente sin antes «destruir» la capacidad de Hamás para combatir y gobernar Gaza.

La postura de Netanyahu ha puesto en jaque a su coalición, ya que sus socios ultraderechistas amenazan con abandonarla si se llega a un acuerdo de paz. Por su parte, Hamás se muestra dispuesto a entregar por fases a los rehenes, pero solo si tiene la seguridad de que Israel no volverá a atacar.

La situación se complica aún más cuando se trata de interpretar las declaraciones de los actores involucrados. El discurso de Biden dejó varias preguntas en el aire. ¿Por qué, si se trataba de una propuesta israelí, la hacía pública el presidente de uno de los países mediadores y no Netanyahu directamente? ¿Por qué, si Hamás recibía «positivamente» la propuesta, los tres países mediadores (EE.UU., Egipto y Qatar) emitían un inusual comunicado conjunto pidiendo a las dos partes «concluir el acuerdo»?

Aparentemente, Biden buscaba forzar a Netanyahu a definirse y presentar solo las partes del plan que le pondrían más presión. Sin embargo, Netanyahu puntualizó que hay «diferencias» entre el verdadero borrador que su equipo negociador puso sobre la mesa y lo que contó Biden.

El plan de paz propuesto contempla tres fases. La primera es una tregua de al menos seis semanas durante la cual Hamás entregaría a una parte de los rehenes a cambio de que Israel liberara a cientos de prisioneros palestinos. La segunda fase se negociaría durante las seis semanas de la primera y concluiría en un «alto el fuego permanente», según Biden.

Para Netanyahu, las armas solo callarán por completo cuando Israel haya cumplido sus tres objetivos: «la destrucción de las capacidades militares y de gobierno de Hamás, la liberación de todos los rehenes y la garantía de que Gaza ya no represente una amenaza para Israel».

El discurso de Biden ha movilizado a la oposición israelí y ha generado la mayor protesta desde el inicio de la guerra, con miles de personas presionando en las calles de Tel Aviv para que el pacto se concrete. Una de las pancartas de la protesta decía: “Biden, sálvalos de Netanyahu”, en referencia a los rehenes.

En este complicado escenario, Netanyahu se ve presionado por dos lados. Por un lado, el sector social y político que empuja por un canje de rehenes. Por otro, parte de su partido (Likud) y la ultraderecha, con la que gobierna desde 2022. Sus dos principales líderes, Itamar Ben Gvir y Bezalel Smotrich, prometen dejar el Gobierno si se firma el acuerdo.

En definitiva, el conflicto en la Franja de Gaza sigue siendo un tema de alta relevancia internacional. Las negociaciones para el canje de rehenes por prisioneros y un posible alto al fuego permanente se encuentran en un punto crítico, con el futuro de la región y la estabilidad de la coalición de Netanyahu en juego.

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