La esclerosis múltiple es una de las enfermedades más impactantes en el mundo, y en particular, en España, donde es la segunda causa de discapacidad más frecuente en jóvenes adultos y también la segunda enfermedad neurológica más común después de la epilepsia. Aunque la enfermedad puede afectar a personas de todas las edades, es especialmente prevalente en individuos de entre 20 y 40 años.
Según datos de la Federación Internacional de Esclerosis Múltiple (MSIF), aproximadamente 2,8 millones de personas en todo el mundo han sido diagnosticadas con esclerosis múltiple. Esto implica que 1 de cada 3.000 personas la padece, aunque en algunos países la prevalencia de la enfermedad es aún más alta, llegando a afectar a 1 de cada 300 personas. En España, la prevalencia se clasifica como media-alta, con una ratio de entre 80 y 180 personas por cada 100.000 habitantes, dependiendo de la comunidad autónoma.
Además, cada 5 minutos se diagnostica un nuevo caso de esclerosis múltiple en el mundo. En la última década, el número de diagnósticos de esclerosis múltiple ha aumentado en más de un 22%. Este aumento se ha observado principalmente en las formas de la enfermedad que se presentan en brotes y especialmente en mujeres y en la población infantil.
El número de pacientes menores de 18 años ha aumentado considerablemente, con al menos 30.000 niños diagnosticados con esclerosis múltiple en todo el mundo. Este aumento puede estar justificado por la mejora de las técnicas de diagnóstico y el incremento de las opciones de tratamiento, aunque también pueden haber otras causas desconocidas.
La Dra. Ana Belén Caminero, coordinadora del Grupo de Estudio de Esclerosis Múltiple de la Sociedad Española de Neurología, explica que la esclerosis múltiple se produce como resultado del ataque del sistema inmunitario al sistema nervioso central, pero aún no se comprenden completamente las causas subyacentes de la enfermedad. Se cree que ciertos factores ambientales como las infecciones, los niveles bajos de vitamina D, el tabaquismo y la obesidad, especialmente durante la adolescencia, pueden desencadenar la enfermedad en personas genéticamente predispuestas. Además, ciertos factores hormonales pueden hacer que las mujeres tengan el doble de riesgo de desarrollar la enfermedad.
La esclerosis múltiple se manifiesta en diversos síntomas motores, sensoriales y/o visuales dependiendo de la zona del sistema nervioso afectada. También pueden verse afectadas las funciones cognitivas y emocionales. En general, la enfermedad se manifiesta en forma de brotes, durante los cuales pueden aparecer nuevos síntomas o empeorar los ya existentes. Con el tiempo, los pacientes tienden a desarrollar un empeoramiento neurológico progresivo.
Actualmente, aunque la enfermedad no tiene cura, la detección y diagnóstico precoces son clave para modificar el curso de la enfermedad a medio y largo plazo en muchos pacientes. Gracias a los avances en el tratamiento, en muchos casos, la esclerosis múltiple puede mejorar o estabilizarse. Mejorar los tiempos de detección de la enfermedad permite iniciar un tratamiento lo antes posible y evitar el avance de la discapacidad.
En más de tres cuartas partes de los países, existen problemas que impiden el diagnóstico temprano de la esclerosis múltiple. Además, en 7 de cada 10 países, los pacientes con esclerosis múltiple tienen problemas para acceder a terapias que modifican la enfermedad y, en 4 de cada 10 países, no están disponibles terapias para síntomas tan discapacitantes como la fatiga y el deterioro cognitivo.
En España, la demora diagnóstica entre la presentación de los primeros síntomas de la esclerosis múltiple y su diagnóstico puede ser de hasta tres años en al menos un 20% de los pacientes. En más del 56% de los casos, se tardan más de seis meses en ser diagnosticados tras la aparición de los primeros síntomas. Este retraso en el diagnóstico puede estar relacionado con el tiempo que se tarda en acudir a la consulta del médico de familia, el tiempo de derivación al especialista en Neurología y la espera para la realización de las pruebas diagnósticas. Además, el retraso puede deberse a la no identificación correcta de los síntomas, especialmente en personas que padecen otras patologías añadidas.
Algunos estudios indican que las personas con sobrepeso, o que padecen trastornos vasculares, musculoesqueléticos y/o mentales son más vulnerables a los retrasos diagnósticos de esta enfermedad.