El reconocimiento inminente de España del Estado Palestino ha generado grandes expectativas en el mundo árabe, donde la noticia ha sido recibida con gran entusiasmo. Esta decisión es vista como una postura moral y humana en línea con el derecho internacional. En 2014, el Congreso español instó al entonces Gobierno del Partido Popular a reconocer a Palestina como Estado, casi por unanimidad. La decisión del actual Ejecutivo es el resultado de un cambio significativo en el panorama internacional, en un contexto de creciente solidaridad con la causa palestina.
El conflicto en Oriente Próximo había quedado relegado a un segundo plano, especialmente después de los atentados del 11 de septiembre y las repercusiones de la Primavera Árabe, que comenzó en 2011. Sin embargo, la guerra de Israel en Gaza ha vuelto a poner este conflicto en el centro de atención. El reconocimiento español de Palestina como Estado, junto con el de Irlanda y Noruega, que se espera para el 28 de mayo, podría tener un impacto geopolítico notable, al incentivar a otros países de la Unión Europea y de las Naciones Unidas a adoptar medidas similares.
El Gobierno de Pedro Sánchez ha liderado un «eje de resistencia» con el objetivo de buscar un reconocimiento colectivo del Estado palestino en la UE. Sin embargo, la mayoría de los países de la UE se han mostrado muy reacios a esta propuesta, que conlleva el riesgo de un choque diplomático con Israel y EE. UU. Es poco probable que un gobierno no de izquierdas en España se hubiera aventurado en este terreno resbaladizo: la «vía Dolorosa» del reconocimiento de Palestina como Estado. Sin embargo, este difícil camino podría posicionar a España como un interlocutor de peso en una nueva dinámica diplomática en este conflicto.
La expectativa de muchas de las élites árabes es que el ejemplo de España se extienda no solo en la UE, sino en todo el mundo. La Organización para la Liberación de Palestina (OLP) ha afirmado que esta medida «consagra a Palestina como una realidad política y acorta la distancia hacia su reconocimiento global como Estado soberano». Por su parte, Egipto ha afirmado que el reconocimiento del Estado palestino es una necesidad estratégica para hacer realidad la solución de los dos Estados y establecer la tan ansiada paz en la región.
No obstante, en el mundo árabe advierten que el propósito de España, por muy noble que sea, carecería de sentido si no se cumplen ciertas condiciones. Para que este reconocimiento no sea un mero gesto simbólico, es necesario presionar a Israel para lograr un alto el fuego en Gaza y el fin de la ocupación.
Azmi Bishara, exdiputado árabe de la Knesset (Parlamento israelí), ha mencionado las condiciones mínimas para cualquier reconocimiento internacional del Estado palestino. La primera es que dicha decisión debe estipular una delimitación clara de las fronteras de ese Estado, el cese inmediato de la política de colonización israelí y la retirada sin demora de los territorios ocupados por Israel en 1967, incluyendo Jerusalén oriental. Cualquier reconocimiento que ignore estos requisitos sería percibido, según Bishara, como un «aborto de la lucha del pueblo palestino y de la propia idea del Estado».
En este sentido, los palestinos no deben cometer el mismo error que en los acuerdos de Oslo, cuando aceptaron, con cierta ingenuidad política, una autoridad sin verdadera soberanía. Un reconocimiento de su Estado que no respete estas condiciones mínimas sería nulo, sin efecto y rotundamente inaceptable. Mustafá Barghouti, miembro de la delegación palestina en la conferencia de paz de Madrid en 1991, ha resumido la postura palestina señalando que cualquier pacto que no tenga en cuenta estas demandas sería una nueva tragicomedia en la historia de los palestinos y un mero intento de debilitar su posición y acelerar el hasta ahora inexorable proceso de normalización con Israel.
Los palestinos esperan que España formalice este 28 de mayo el reconocimiento de su Estado, no solo con el propósito de establecer esa entidad estatal, sino con el deseo de que su tierra se proyecte hacia un nuevo y ambicioso marco de negociaciones que establezca las bases de una paz justa y duradera en la región.