En un desastre natural que ha sacudido al país de Papúa Nueva Guinea, más de 2.000 personas han quedado sepultadas tras un deslizamiento de tierra en una remota localidad la semana pasada, informó el Gobierno del país. Las cifras iniciales emitidas por la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), una agencia de la ONU, establecían la posible cifra de muertos en 670 personas. Sin embargo, la cifra fue posteriormente corregida por el Centro Nacional de Desastres del país, que la elevó a más de 2.000.
El deslizamiento de tierra tuvo lugar en la aldea de Yambali, en el norte de Papúa Nueva Guinea, en las primeras horas de la madrugada del viernes pasado, mientras la mayoría de los residentes dormían. Según los informes, más de 150 casas quedaron enterradas bajo escombros de casi dos pisos de altura. Los residentes y los equipos de rescate están haciendo todo lo posible por recuperar a los sobrevivientes y a los fallecidos, a pesar de las condiciones extremadamente difíciles.
Las operaciones de búsqueda y rescate han sido complicadas por la remota ubicación de la aldea y la falta de equipamiento adecuado. Los residentes han estado utilizando palas, palos y sus propias manos para mover los escombros y llegar hasta los posibles sobrevivientes. Los equipos de rescate informaron que escucharon gritos desde debajo de la tierra. Un residente de la aldea, Evit Kambu, habló sobre la angustia de saber que 18 miembros de su familia están enterrados bajo los escombros.
La ubicación remota de Yambali ha dificultado la llegada de ayuda. Además, un conflicto tribal cercano al lugar de la catástrofe ha obligado a los trabajadores humanitarios a viajar en convoyes escoltados por soldados y a regresar a la capital provincial, a unos 60 kilómetros de distancia, antes del anochecer.
La primera excavadora llegó a la aldea el domingo, tres días después del desastre. El contacto con otras partes del país ha sido difícil debido a la mala recepción y a la escasez de electricidad. Hasta ahora, se han recuperado seis cadáveres.
El desastre ha causado un caos entre los residentes, muchos de los cuales no están seguros de dónde estaban sus seres queridos en el momento del deslizamiento de tierra. Según Matthew Hewitt Tapus, un pastor con sede en Port Moresby, es común que los residentes se alojen en las casas de amigos y familiares, lo que ha dificultado la identificación de quiénes podrían haber estado en las casas afectadas.
La oficina del primer ministro, James Marape, informó que el desastre estaba siendo gestionado por las autoridades de emergencia. Marape estaba en la capital, Port Moresby, preparándose para el regreso del parlamento el martes, donde enfrenta una moción de censura.
Más de 250 casas han sido abandonadas tras el deslizamiento de tierra, y los funcionarios están instando a la gente a trasladarse a otras áreas fuera del riesgo de nuevos deslizamientos de tierra. Más de 1.250 personas ya se han desplazado. Algunos residentes locales también se oponen al uso de maquinaria pesada y excavadoras en el pueblo, ya que interrumpe el duelo.
El desastre natural ha puesto de manifiesto la vulnerabilidad de las comunidades rurales y aisladas en lugares como Papúa Nueva Guinea. La falta de infraestructuras adecuadas, la escasez de servicios de emergencia y la mala comunicación han dificultado las operaciones de rescate y ayuda.