Tal vez el destino quiso que Benjamín Netanyahu, el primer ministro de Israel, recibiera en una misma semana una serie de duras decisiones políticas y judiciales que han marcado un giro en la situación diplomática de su país. En días anteriores, el primer ministro podía sonreír en privado al ver cómo su ejército ondeaba la bandera nacional en el lado gazatí del paso de Rafah sin desatar una crisis diplomática con Egipto. A pesar de las críticas, cientos de miles de gazatíes seguían las órdenes del ejército y se desplazaban una vez más hacia una “zona humanitaria expandida” que la ONU no reconoce como tal.
Pero la sonrisa de Netanyahu se desvaneció al finalizar la semana, cuando una serie de decisiones políticas y judiciales azarosas provocaron el mayor revés diplomático para Israel desde que invadió Gaza en octubre pasado. La solidaridad que recibió Israel tras el ataque de Hamás, que dejó 1.200 personas asesinadas y profundizó el dolor de los familiares de los rehenes, quedó enterrada por la devastación y las muertes que han ocurrido en la región en los últimos 233 días.
A pesar de los esfuerzos de Estados Unidos para proteger a su gran aliado, bloqueando hasta tres resoluciones de alto el fuego permanente, el agua ha encontrado otro camino para salir. En este caso, el Tribunal Internacional de Justicia (TIJ) de la ONU, con sede en La Haya, ha intervenido. Sudáfrica, un país que simboliza la lucha contra la opresión racial, llevó a Israel ante el tribunal por presunto genocidio en Gaza. Tras dos audiencias que concluyeron en advertencias, el tribunal ordenó a Israel detener de inmediato la ofensiva en Rafah.
Netanyahu, por su parte, respondió a la presión internacional manteniendo su retórica desafiante y ordenando nuevos bombardeos sobre Gaza, incluido en Rafah, la zona del sur del enclave de la que ha huido la mayoría de los desplazados. El secretario de Estado de EE UU, Antony Blinken, ha insistido en la necesidad de que entre más ayuda a Gaza. El tribunal reclama a Israel la reapertura del cruce de Rafah con Egipto para la ayuda humanitaria, pero sigue cerrado.
Las opiniones están divididas sobre el verdadero alcance de la decisión del tribunal para la ofensiva. Sin embargo, está claro que la comunidad internacional está cerrando cada vez más puertas a Netanyahu en su búsqueda de una victoria total que, según insiste, pasa por invadir Rafah.
La Haya ha sido el escenario de su semana horribilis. Karim Khan, el fiscal jefe del otro gran tribunal con sede en la ciudad, el Tribunal Penal Internacional (TPI), solicitó a los jueces que emitan una inédita orden de arresto contra Netanyahu y su ministro de Defensa, Yoav Gallant.
Entre ambas decisiones judiciales, llegó una política de peso. España, Irlanda y Noruega anunciaron que reconocerán este martes al Estado palestino, una idea que llevaba una década durmiendo el sueño de los justos. La invasión de Gaza la ha resucitado como mensaje de defensa de la solución de los dos Estados, ante el rechazo de Israel a negociarla, y de apoyo a las fuerzas moderadas frente a quienes, como Hamás, recurren a la violencia y no reconocen el derecho a existir de Israel.
Pero no todo termina ahí. Alemania, el principal aliado europeo de Israel, ha dejado claro que no desobedecería su obligación legal de arrestar a Netanyahu o Gallant, si se diera el caso. Además, Italia ha anunciado que reanuda la financiación a la agencia de la ONU para los refugiados palestinos (UNRWA) que suspendió tras las acusaciones de Israel sobre la implicación de sus trabajadores en el ataque de Hamás.
Finalmente, el oleaje ha provocado el desprendimiento de parte del muelle flotante construido por EE UU en aguas marítimas de Gaza. Este muelle, presentado como una gran solución para la entrada de ayuda a Gaza, acabó unos 40 kilómetros más al norte, en la costa de la ciudad israelí de Ashdod. Sin duda, ha sido una semana que ha dejado a Netanyahu y a Israel en una posición complicada a nivel internacional.