La isla más pequeña del Canal de la Mancha, conocida como Alderney, fue apodada como el ‘Gibraltar nazi‘ por Adolf Hitler y se convirtió en un lugar de muerte para muchos durante la ocupación alemana. Esta isla dependiente de la Corona británica fue el lugar de trabajo y muerte para trabajadores esclavos, que la apodaron ‘Islote Adolf‘. Se estima que un total de 1.234 víctimas de diferentes nacionalidades perdieron la vida en este lugar entre 1941 y 1945, según los últimos datos proporcionados por una investigación encargada por el Gobierno del Reino Unido.
El estudio, realizado por un grupo internacional de académicos y expertos en la Segunda Guerra Mundial, tiene como objetivo poner fin a las especulaciones sobre el número de muertos en Alderney. Anteriormente, se habían propuesto cifras que oscilaban entre 400 y 3.000 fallecidos. Sin embargo, los investigadores han concluido que el número más probable de muertes es de entre 641 y 1027.
La Alianza Internacional para la Memoria del Holocausto ha destacado la importancia de establecer cifras precisas. Lord Eric Pickles, ex ministro conservador y actual representante en la Alianza, declaró: «Las cifras importan. Exagerar el número de muertos es tanta distorsión del Holocausto como minimizarlos».
En Alderney, se ha identificado a alrededor de 500 españoles entre los 7.600 y 7.810 obreros y prisioneros de guerra que fueron enviados a trabajar en los cuatro campos de concentración operados por la organización alemana Todt. Los investigadores españoles Antonio Muoz Snchez y Jordi Artigas Brugal, que forman parte del panel de expertos, han limitado a tres las víctimas mortales españolas en Alderney.
La ocupación nazi de las islas del Canal es un episodio controvertido en la historia británica. El entonces primer ministro británico, Winston Churchill, consideró que la defensa de estas islas sería «difícil y costosa» y decidió no proteger a sus residentes de la ocupación alemana.
Además, la revisión de los archivos oficiales ha revelado un intento de encubrimiento por parte del gobierno británico de las atrocidades cometidas en Alderney. No se tomaron medidas para llevar a los responsables ante la justicia y hubo un esfuerzo persistente por ocultar la verdad. «Es una mancha en la reputación del Reino Unido», admitió lord Pickles, quien se disculpó personalmente por las falsedades y la opacidad en la gestión de los presuntos culpables de crímenes de guerra cometidos en este territorio británico.