Los últimos avances en el campo de la inteligencia artificial (IA) pueden ser considerados como un hito en la historia de la tecnología. Según Demis Hassabis, director de Google DeepMind, estamos caminando hacia la inteligencia artificial general, es decir, la IA que iguala o supera a la humana. Esto significa que estamos a un paso de contar con una única plataforma capaz de dialogar como un humano, analizar documentos en diversos formatos, ofrecer respuestas y soluciones complejas y ejecutarlas en nombre del usuario.
La utilización del lenguaje natural es la clave de esta nueva era de la IA. Esta característica facilita la interacción con la máquina y le otorga autonomía para elaborar planes y llevarlos a cabo en nombre del usuario. Además, estos nuevos sistemas podrán contextualizar la situación del demandante para ajustarse a sus expectativas. Son, en resumen, robots complejos que saben con quién hablan y qué resultados deben arrojar.
Cabe destacar que estos avances no significan simplemente una mejora de las herramientas de IA que ya conocemos, como los asistentes de voz. En realidad, estamos ante una transición que implica la obsolescencia de estas herramientas y su integración en un sistema más complejo de agentes de IA. En otras palabras, el buscador y el asistente, tal y como los conocemos ahora, están destinados a fusionarse en una sola herramienta.
Larry Page y Sergey Brin, fundadores de Google, han presenciado este proceso de evolución. A pesar de que han invertido mucho en el buscador durante los últimos 25 años, reconocen que es necesario pensar en cómo satisfacer las nuevas necesidades de los usuarios. Liz Reid, directora de Google Search, afirma que el sistema convencional «requiere mucho trabajo», por lo que se hace necesario modificar radicalmente su funcionamiento.
Los nuevos motores de búsqueda tienen la capacidad de escuchar y entender el contexto del usuario, razonar, planificar y, si el usuario lo solicita, ejecutar la orden de compra de un producto o servicio. Por ejemplo, pueden planificar un viaje con actividades para niños y adultos, o sugerir un menú semanal ajustado a los gustos del usuario.
OpenAI, la organización que ha impulsado el desarrollo de la IA, ha presentado su propio agente avanzado de inteligencia artificial, llamado ChatGPT-4o. Aunque no es un producto en sí mismo, sí que es un paso crucial en la evolución de la inteligencia artificial. Según Sam Altman, director de OpenAI, estos agentes serán capaces de ayudarnos en nuestras tareas diarias y de aprender mucho sobre nosotros a partir de nuestras conversaciones con ellos.
Astra, el agente de IA desarrollado por Google, estará operativo a finales de año. Combina las nuevas capacidades del buscador Gemini con habilidades robóticas humanizadas, como la empatía y los sentidos del oído y la vista. Según Demis Hassabis, estos agentes «pueden ver y escuchar mejor lo que hacemos, entienden el contexto en el que nos encontramos y responden rápidamente en la conversación».
Minsu Jang, investigador principal del Laboratorio de Robótica Social del Instituto de Investigación en Electrónica y Telecomunicaciones de Corea, ve un gran potencial en estos agentes. Su objetivo es desarrollar tecnologías que puedan predecir fallos en tareas en situaciones inciertas y mejorar la respuesta al humano cuando pida ayuda.
No obstante, también existen riesgos asociados a estos avances en la IA. Por ejemplo, estos agentes podrían interpretar erróneamente los intereses de los usuarios y de la sociedad, o utilizar fuentes de información imprecisas o falsas. Además, podrían vulnerar la privacidad y ser potencialmente inseguros si proporcionan una respuesta incorrecta o dañina para el usuario. Por último, podrían ser utilizados para campañas maliciosas de ataques informáticos.
En definitiva, estamos ante un avance extraordinario en el campo de la inteligencia artificial que promete transformar nuestra vida cotidiana. Sin embargo, es crucial abordar los posibles riesgos y desafíos éticos asociados a estas nuevas tecnologías.