Los turbocompresores, un componente esencial en una amplia variedad de vehículos en la actualidad, tienen una historia fascinante que se extiende por más de 120 años. Aunque originalmente se patentó con la intención de mejorar el rendimiento de los aviones a gran altura, los turbocompresores se han adaptado y refinado para ser utilizados en automóviles de gasolina, diesel e incluso híbridos. Este artículo traza la historia y evolución de estos elementos fundamentales del automovilismo moderno.
El turbocompresor fue desarrollado a principios del siglo XX para evitar que los aviones perdieran potencia a medida que aumentaban de altura, donde el oxígeno es menos abundante. Durante la Segunda Guerra Mundial, muchos aviones ya estaban equipados con turbocompresores, incluyendo modelos de Boeing, Lockheed y Consolidated. Sin embargo, su aplicación en automóviles resultó ser un desafío.
El principal problema era el fenómeno conocido como «turbo-lag«, que se refiere al retraso en la respuesta del motor al girar la turbina. Además, el tamaño de los compresores también presentaba problemas. Los modelos Chevrolet Corvair Monza y Oldsmobile Jetfire fueron los primeros en ser comercializados con turbocompresores, pero su éxito en el mercado fue limitado y se abandonaron durante un tiempo.
Fue la empresa Renault, creada por Louis Renault, quien patentó originalmente la idea del turbocompresor, quien rescató esta tecnología para la Fórmula 1. Cuando Renault presentó su RS01 amarillo en el Gran Premio de Gran Bretaña de 1977, fue objeto de burlas por su tendencia a producir humo debido a fallos en el motor. Sin embargo, Renault persistió y en 1979 logró su primera victoria en el circuito de Dijon-Prenois.
La década de 1980 vio el comienzo de la primera era turbo en la Fórmula 1, y los turbocompresores empezaron a aparecer en otros campeonatos como la resistencia y los rallyes. Los coches deportivos también comenzaron a equipar turbocompresores en sus modelos de calle, lo que llevó a su popularización.
A pesar de los problemas iniciales de aumento del consumo y de turbo lag, los automóviles deportivos con motores turboalimentados se popularizaron en la década de 1980. Coches como los primeros Renault 5 Turbo o Copa Turbo y otros similares comenzaron a equipar turbos, y el problema del espacio se resolvió con el uso de dos turbos en modelos como el Maserati Biturbo, el Renault Safrane Biturbo y el Ferrari F40.
A medida que avanzaba el tiempo, los turbocompresores se refinaban cada vez más, tanto en la competición como en los coches de calle. De ser utilizados para lograr una potencia monstruosa, los turbocompresores se utilizan ahora para tener motores de muy baja cilindrada y potencia aceptable, en línea con la tendencia actual de downsizing.
La evolución del turbocompresor ha permitido la creación de motores más compactos y eficientes, lo que ha hecho posible la comprensión de buena parte de la mecánica de los coches de la actualidad. En resumen, los turbocompresores han recorrido un largo camino desde su uso original en aviones hasta su integración en la mayoría de los vehículos de hoy en día.