Sin embargo, podemos decir que los progresos frente a los distintos cánceres han sido enormes. Aunque una de cada cinco personas tendrá cáncer a lo largo de su vida, solo uno de cada nueve hombres y una de cada 12 mujeres muere de esta enfermedad. Es más, actualmente 53,5 millones de personas siguen viviendo cinco años después del diagnóstico.
No obstante, no todas las personas se benefician igual de estos avances, y no solo debido a las desigualdades; también porque lo que llamamos cáncer no es una sola enfermedad, sino más de 300, según el genetista y Nobel británico Paul Nurse: “Nunca habrá una sola cura”, decía.
“Los cánceres son tan diversos como lo son las células de nuestro cuerpo y las funciones que desempeñan. Incluso aunque clasifiquemos los tumores por el órgano o tejido al que afectan, dentro de un mismo órgano puede haber tumores muy diferentes”, explica a SINC Eva González Suárez, jefa del Grupo de Transformación y Metástasis del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO). Por ello, mientras que algunos cánceres se tratan con relativo éxito, otros continúan siendo letales.
Desiguales desde el nacimiento
Las desigualdades ante el cáncer comienzan desde el nacimiento. Según los datos más recientes de la OMS y GLOBOCAN, los países más ricos acumulan más casos y más muertes, pero la mortalidad en relación con el número de casos es menor que en las naciones de desarrollo medio y bajo.
A pesar de los avances en prevención y tratamientos, su incidencia no va a dejar de crecer debido a factores como el envejecimiento de la población; y sobre todo en los hombres, que superan a las mujeres tanto en número como en mortalidad. Es más, las previsiones para 2050 indican un crecimiento global en el número de casos desde los 20 millones en 2022 hasta 35 millones, casi un 77 % más, con un 90 % de aumento de las muertes hasta los 18,5 millones.
Pero esta tendencia no se distribuirá por igual en todo el mundo: en los países más pobres, el aumento de los casos y las muertes triplicará al de las naciones ricas para mediados de siglo, según un estudio de 2024 sobre los datos de GLOBOCAN dirigido por la Universidad Charles Sturt de Australia y publicado en JAMA Network Open.
En los países de rentas bajas y medias, casi la tercera parte de los cánceres están causados por infecciones víricas como el papiloma humano o la hepatitis. En estas naciones, además, es frecuente que los tratamientos sean de difícil acceso: la OMS recoge que solo el 39 % de los países cubren los tratamientos básicos en sus sistemas de salud, y únicamente el 28 % ofrecen además cuidados paliativos, incluyendo terapias para mitigar el dolor.
España, en la media de su entorno
En cuanto a España, y según el mismo estudio, las cifras están en los niveles de los países desarrollados. Nuestra tasa de mortalidad respecto a la incidencia, que mide qué proporción de los enfermos muere en un periodo concreto y se utiliza como indicador de la calidad asistencial de un país, está en un 32 % (37 % para hombres y 27 % para mujeres), 14 puntos mejor que la media global del 46 %. Esta cifra es similar a la de países de nuestro entorno como Francia, Italia o Reino Unido, aunque más desfavorable que las de Noruega, Suiza o Suecia, que rondan los 20 puntos de diferencia respecto a la media global. En este índice de mortalidad, España ocupa el puesto 14 de 40 países europeos.
Con respecto al aumento previsto en España para mediados de siglo, será de un 35 % en el número de casos (42 % en hombres y 26 % en mujeres) y de un 58 % en las muertes (63 % y 51 %, respectivamente). La media de aumento pronosticado para los países más desarrollados es de un 42 % de los casos y un 57 % para las muertes.
Como dato general, la mortalidad global respecto a la incidencia para todos los cánceres es del 47 % (este índice no refleja la supervivencia o la tasa de curaciones, sino que se refiere a las muertes frente a los casos en un mismo periodo concreto).
Es aquí es donde los apellidos del cáncer cobran importancia. El más diagnosticado es el de mama, un 13 % del total, seguido de los de próstata, colorrectal, pulmón y piel no melanoma; pero el que causa mayor número de muertes, casi un 19 %, es el de pulmón, que es también el de mayor crecimiento. El más letal, el que causa mayor mortalidad entre quienes lo padecen, es otro menos frecuente, el de páncreas, con casi un 90 %, seguido de hígado, esófago, mesotelioma y cerebro. En el extremo opuesto, la menor mortalidad corresponde al cáncer de tiroides, con un 5 %.
Las claves de la letalidad
¿A qué se deben estas diferencias de letalidad entre distintos tipos de cánceres? El resumen viene en palabras de Joshua Warrick, David DeGraff y Monika Joshi, expertos en oncología de Penn State, la Universidad Estatal de Pensilvania: “Dado que diferentes órganos se componen de distintos tipos de células, los cánceres que surgen de diferentes órganos se distinguen unos de otros en apariencia y comportamiento y en cómo responden a los tratamientos”.
Partiendo de esta base, “otra diferencia importante es el estadio en el cual se detectan: la detección precoz facilita mucho el tratamiento, mientras que si los tumores (casi todos) se detectan en estadios invasivos/metastásicos, hay pocas opciones de terapia”, dice González Suárez. “Tumores como mama o próstata se detectan en estadios iniciales, mientras que los tumores de páncreas suelen detectarse cuando ya están muy avanzados”.
Según el oncólogo de la Universidad Estatal de Arizona Carlo Maley, los cirujanos curan más cánceres que los oncólogos: “Si detectas un cáncer antes de que haya escapado del alcance del bisturí del cirujano, puede extraerse. Fin de la historia”.
Hay una razón para que la detección temprana consiga cercar la enfermedad: las células cancerosas son mutantes que escapan al control del organismo; a medida que el cáncer progresa, va sumando nuevas mutaciones. “Si el cáncer solo ha tenido unos pocos años para acumular mutaciones, es menos probable que haya adquirido mutaciones que lo hagan resistente a la terapia”, comenta Maley.
El efecto de las mutaciones
Los investigadores de Penn State añaden que el órgano de origen del cáncer lo hace más o menos propenso a este amontonamiento de errores genéticos: el cáncer de tiroides suele tener pocas mutaciones, mientras que el de colon acumula muchas más, sobre todo cuando se pierden genes que se encargan de la reparación del ADN dañado.
González Suárez agrega que el efecto de las mutaciones no es siempre el mismo: “Una misma mutación puede causar cáncer en unas células, pero no en otras. Por ejemplo, K-RAS es una mutación común en tumores de pulmón o páncreas, pero no se encuentra nunca en tumores de mama, mientras que mutaciones en BRCA1 aumentan el riesgo de tumores de mama y ovario, pero no en otros órganos”.
La detección temprana, a su vez, viene facilitada por los síntomas, pero hay cánceres que avisan antes que otros. Maley apunta que “con los cánceres de células inmunitarias, típicamente solo se necesita que muten unos pocos genes para que te sientas enfermo”.
Por ello, explica, los cánceres de la sangre, como leucemias o linfomas, en muchos casos son más tratables que los tumores sólidos. Por el contrario, “si no te sientes enfermo hasta una etapa muy avanzada del proceso, como ocurre con el cáncer de páncreas, es probable que haya adquirido mutaciones de resistencia y no importa lo que intentes, es difícil curarlo”.
Inmunoterapia, la gran promesa
A cambio, precisamente la gran cantidad de mutaciones de los cánceres más complicados los hace también más susceptibles al tratamiento por inmunoterapia. Esta es una de las líneas de investigación más activas, consistente en estimular el sistema inmune para que ataque aquello que las células cancerosas contienen de extraño al organismo. Según Warrick, DeGraff y Joshi, “el sistema inmune ve los tumores con más mutaciones como más extraños, y por lo tanto monta una respuesta mayor contra ellos”. Este es el caso, por ejemplo, de los melanomas y los cánceres de vejiga o pulmón, que responden mejor a la inmunoterapia que los de próstata, con menos mutaciones.
Las inmunoterapias se han querido presentar en ocasiones como la bala mágica contra el cáncer. Una de sus líneas motivó en 2018 la concesión del Nobel de Medicina o Fisiología para los inmunólogos James Allison y Tasuku Honjo. Y aunque los expertos insisten en que no hay ni habrá una cura única y universal, para González Suárez “el boom de la inmunoterapia no ha hecho más que empezar”. Que este despegue confirme sus promesas dependerá de una inversión sostenida en investigación.
Un estudio calculó que entre 2016 y 2020 se dedicaron en todo el mundo 24 500 millones de dólares a la investigación contra el cáncer, pero tampoco esta inversión es equitativa: la experta del CNIO destaca que el tumor de mama es el más ampliamente estudiado, y que gracias a ello “se han conseguido avances muy importantes, con múltiples opciones de tratamiento y mejoras en la supervivencia y la calidad de vida”. Por el contrario, “otros tumores como vejiga, ovario e incluso páncreas, son tumores olvidados, lo que se traduce en pocos modelos para su estudio y un conocimiento más limitado. En algunos casos son tumores poco frecuentes, lo que dificulta su estudio”.
La oncóloga subraya la necesidad de expandir la detección temprana. La OMS añade la importancia de la prevención: entre el 30 y el 50 % de los cánceres pueden prevenirse adoptando hábitos saludables. Y esto sí está en nuestra mano.
Fuente: SINC
artículo original de: https://www.saludadiario.es/pacientes/no-todos-los-canceres-son-iguales-por-que-algunos-matan-mas-que-otros/