El debate con Donald Trump somete a un examen decisivo a Kamala Harris

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Si a alguien le quedaba alguna duda sobre la importancia de los debates televisados en las elecciones estadounidenses, Joe Biden se encargó de despejarlas el pasado 27 de junio en el duelo de Atlanta contra Donald Trump. El presidente salió noqueado de aquel combate, más por sus propios errores que por los golpes del rival. El espectáculo político y televisivo de dos candidatos confrontando sus ideas y personalidades regresa este martes con 90 minutos de máxima audiencia que pueden decidir quién es el próximo presidente de Estados Unidos. El debate de Filadelfia será un duelo entre una fiscal, Kamala Harris, y un delincuente convicto, Trump, con millones de votantes como jurado popular. Sin embargo, a la que se juzga es sobre todo a la candidata demócrata.

Los estadounidenses conocen muy bien a Trump, para lo bueno y para lo malo. Es una presencia permanente en la política estadounidense desde que hace casi una década bajó las escaleras mecánicas doradas de la Trump Tower de Nueva York para anunciar su candidatura a presidente. Ha ganado y perdido elecciones. Ha ocupado la Casa Blanca y con el del martes sumará siete debates presidenciales, más que nadie en la historia de Estados Unidos. Harris, en cambio, es novata en estas lides.

“El debate del 10 de septiembre será otro reinicio para la campaña de 2024. Hay pocas posibilidades de que cambie la opinión de los votantes sobre Trump. En cambio, la gran pregunta es si influirá en la forma en que los votantes perciben a Harris”, tuiteó hace unos días Amy Walter, directora del influyente Cook Political Report. “El hecho de que el debate tenga lugar en un momento en el que muchos votantes no tienen una opinión/idea firme de Harris hace de este un enfrentamiento otoñal de consecuencias únicas”, añadió.

La candidata demócrata sabe lo mucho que se juega. Tuvo sus primeras sesiones preparatorias hace unas semanas en la Universidad de Howard, en Washington, en la que estudió, y lleva varios días casi encerrada entrenándose para el debate de forma metódica en Pittsburgh, la segunda mayor ciudad de Pensilvania. La directora del equipo que prepara a Harris es Karen Dunn, una prestigiosa abogada que lleva asesorando a los candidatos demócratas a la presidencia y la vicepresidencia en los debates desde 2008.

En el hotel Omni William Penn, Harris ensaya en un falso escenario con atriles y con un sparring, Philippe Reines, que ya interpretó el papel de Trump para preparar a Hillary Clinton en 2016. Para mayor realismo, representa incluso sus gestos, ataviado con una larga corbata roja y hasta peluca rubia. “La mayoría de los espectadores no tienen ni idea de lo meticulosos que pueden ser los preparativos de un debate a este nivel: no se corren riesgos”, señalaba hace unos días Alan Schroeder, uno de los mayores expertos en debates presidenciales.


Kamala Harris, este sábado con una niña en una tienda de Pittsburgh.Elizabeth Frantz (REUTERS)

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Dunn ya entrenó a Harris para el debate vicepresidencial de 2020 frente a Mike Pence. De aquel duelo, lo que quedó en la retina fue la forma en que cortaba a su antecesor: “Estoy hablando”. Le será difícil repetirlo esta vez. Tras un rifirrafe al respecto y contra los deseos de la demócrata, el micrófono del que no tenga el uso de la palabra estará cerrado. Eso fue una exigencia del equipo de Biden en el anterior debate, pero acabó favoreciendo a Trump, que pareció más contenido y moderado.

El resto de reglas también se repiten en el debate organizado por ABC News. Se celebrará sin público. No habrá intervenciones de apertura, sino que se entrará directamente a las preguntas de los moderadores, que no se han anticipado. Tendrán dos minutos para contestar, seguidos de un minuto de réplica y otro de contrarréplica. No se permitirán gráficos ni otros objetos, ni tampoco notas preparadas previamente. Los candidatos recibirán papel, bolígrafo y una botella de agua. Habrá dos interrupciones publicitarias en las que los candidatos no podrán interactuar con sus asesores. Por sorteo, Trump tendrá la última palabra.

Harris tiene el reto de mostrar una imagen presidencial. Debe guardar el difícil equilibrio de ser a la vez candidata de la continuidad —como vicepresidenta— y del cambio. Defender el legado de Biden, pero no amarrarse a él. Necesita generar confianza y aparecer como responsable, mostrar experiencia y preparación, pero combinarla con la alegría, el aire fresco y el optimismo que ha llenado de entusiasmo su campaña. La edad (59 años frente a 77 de Trump) está ahora de su parte para vender un mensaje de futuro, apoyándose en su lema de campaña: no vamos a volver atrás. Probablemente, ponga más énfasis en presentar a Trump como un egoísta egocéntrico que como un peligro para la democracia. Otro desafío será rebatir las falsedades de su rival, algo que Biden fue incapaz de hacer.

Por su parte, el expresidente se vanagloria de no preparar los debates, aunque lo hace. Sus sesiones están teniendo lugar en su club de golf de Bedminster (Nueva Jersey), aunque este sábado encontró tiempo para dar un mitin en Mosinee (Wisconsin), uno de los Estados decisivos. Con la experiencia que acumula, prefiere sesiones preparatorias más informales, en las que sus asesores le plantean preguntas difíciles, incluso sobre temas delicados, como sus casos penales o su posición sobre el aborto. No hará campaña domingo ni lunes, para seguir preparándose.

El expresidente ha recurrido a los ataques personales contra Harris en campaña, en contra del consejo de sus asesores. Su objetivo es presentarla como una radical peligrosa, cuestionar su trayectoria como fiscal y hacerla responsable de los puntos débiles de la gestión de Biden. Trump dibuja un paisaje apocalíptico de Estados Unidos y vende una imagen idílica de su presidencia. Eso sí, tendrá que intentar esconder su impronta misógina y racista, que ha asomado repetidas veces en sus actos de las últimas semanas.

Donald Trump, este sábado en un mitin en Mosinee, Wisconsin, protegido por una mampara.
Donald Trump, este sábado en un mitin en Mosinee, Wisconsin, protegido por una mampara.Brian Snyder (REUTERS)

Durante la reciente entrevista a Harris en la CNN, Alan Schroeder comentó: “La campaña de Trump estará escudriñando esta entrevista en busca de pistas que puedan utilizar en su preparación para el debate. Su aplomo debería asustarles. En el escenario del debate, su calma y moderación contrastarán con el exceso dramático de Trump”.

En una entrevista de esta semana en Fox News con el presentador Sean Hannity, Trump anticipó que se contendría. “Cuando tuve a Biden, tú y yo tuvimos la misma discusión. Y le dejé hablar. Voy a dejarla hablar”, dijo cuando le preguntaron cómo se enfrentará a Harris. En esa misma entrevista, volvió a la carga contra la demócrata: “Mira, esta es una mujer que es peligrosa. No creo que sea demasiado inteligente”. El expresidente defendió su forma de preparar los debates. “Puedes ir con toda la estrategia que quieras, pero tienes que ir tanteando el terreno a medida que se desarrolla el debate”, argumentó, para rematar con una cita del boxeador Mike Tyson: “Todo el mundo tiene un plan hasta que le dan un puñetazo en la cara”.

Trump ha recurrido a la ayuda de Tulsi Gabbard, que logró sacar de sus casillas a Harris en los debates de las primarias demócratas de 2019 y ahora es una conversa republicana. “Realmente, es solo compartir la experiencia que tengo con ella en ese escenario de debate y, francamente, ayudar a señalar algunas formas en que Kamala Harris ya ha demostrado que está tratando de alejarse de su historial, alejarse de sus posiciones, y cómo eso contradice las posiciones y declaraciones que está haciendo ahora que es la candidata demócrata”, explicó Gabbard esta semana en una entrevista en la CNN. La ahora asesora de Trump advirtió: “Creo que Kamala Harris tiene mucha experiencia. No hay que subestimarla”.

El expresidente también ha recurrido a otra de sus tácticas habituales, decir que el debate está amañado contra él, algo que le sirve para rebajar expectativas y señalar a un culpable si las cosas le van mal. “Voy a entrar en territorio muy hostil en breve en un debate con ABC”, dijo este viernes en Nueva York. “Creo que son los peores de todos. Son los más desagradables. Son tan malos como se puede ser, peores que la NBC, lo cual es decir mucho”, añadió. El debate estará moderado por David Muir y Linsey Davis, rostros populares de la cadena. “Ese libreto es conocido y cansino”, le reprochaba esta semana David Axelrod, que fue estratega jefe de Barack Obama. “Trump no puede resistir el atractivo de ser parte de lo que sin duda será uno de los programas de televisión más vistos del año”, señalaba Schroeder.

La inflación, los impuestos, la inmigración, el aborto, la delincuencia y la política exterior enfrentarán a los candidatos, pero será el carácter, el rol que cada uno adopte y el retrato que logre hacer del contrario los que pesen más en el debate, junto con algún conejo sacado de la chistera que quede grabado en la audiencia. El que mejor dé con el tono para atraer a los votantes moderados tendrá mucho ganado. Con la excepción de los debates del estado de la Unión de cuando Trump era presidente —a los que la senadora Harris acudía entre los cientos de asistentes— será la primera vez que ambos coincidan en la misma habitación. Es probable que ni siquiera se saluden, como ya ocurrió con Trump y Biden en Atlanta.

El debate se celebra en el National Constitution Center, un museo dedicado a la Constitución en la cuna de la democracia estadounidense, en pleno Parque Histórico Nacional de la Independencia de Filadelfia, un lugar que visitan millones de ciudadanos cada año. Trump y Harris estarán a solo 500 metros del Independence Hall, donde los padres fundadores firmaron la Declaración de Independencia y la Constitución, con su sonoro encabezamiento: We the people (Nosotros, el pueblo).

El pueblo tiene una cita con las urnas el 5 de noviembre y las encuestas están muy igualadas en los Estados decisivos, entre ellos Pensilvania, donde se celebra el debate y donde los candidatos hacen campaña de forma incansable. Ningún mitin es tan crucial como el debate de este martes, que podría ser el único —de momento, no hay ninguno más pactado—. Una victoria por KO como la del 27 de junio es inusual. El debate se decidirá probablemente a los puntos. Y tendrá más puntos para ser presidente quien genere confianza en los votantes indecisos de los Estados clave.

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