Javier Milei y su vicepresidenta, Victoria Villarruel: crónica de un conflicto que crece



En los últimos meses, la política argentina ha sido testigo de un conflicto que no pasa desapercibido. Javier Milei, el destacado economista y político libertario, junto con su vicepresidenta Victoria Villarruel, han protagonizado una serie de desacuerdos que han captado la atención tanto de los medios de comunicación como de la ciudadanía. Esta crónica se adentra en los detalles de una disputa que podría tener importantes repercusiones en el panorama político del país.

Un inicio prometedor



La alianza entre Javier Milei y Victoria Villarruel comenzó con grandes expectativas. Milei, conocido por sus posturas económicas de libre mercado y su estilo provocador, encontró en Villarruel una compañera de fórmula que compartía muchas de sus ideas y que podía aportar una perspectiva complementaria en temas de derechos humanos y seguridad. La dupla prometía ser una fuerza revolucionaria en el ámbito político argentino, con el potencial de desafiar el status quo y atraer a un electorado desencantado con las opciones tradicionales.

Primeras señales de tensión



A medida que avanzaba la campaña y posteriormente su gestión conjunta, comenzaron a surgir las primeras señales de desacuerdo. La diferencia de estilos entre Milei y Villarruel se hizo cada vez más evidente. Mientras Milei continuaba con su retórica incendiaria y sus ataques a figuras establecidas, Villarruel adoptaba un enfoque más moderado y conciliador. Esta disparidad generó roces internos y dificultades a la hora de presentar una imagen unificada ante el público.

Cuestiones de fondo



Más allá de las diferencias de estilo, también surgieron discrepancias en cuestiones de fondo. Uno de los puntos más conflictivos fue la postura sobre la reforma del sistema de justicia. Milei, fiel a su ideología libertaria, abogaba por una profunda desregulación y una mayor privatización del sistema judicial, mientras que Villarruel defendía la necesidad de mantener ciertos controles y regulaciones para garantizar la justicia social. Este desacuerdo se convirtió en un foco de tensión que se reflejó en sus discursos y en la toma de decisiones.

El papel de los medios de comunicación



Los medios de comunicación jugaron un papel crucial en este conflicto. Las declaraciones incendiarias de Milei y los intentos de Villarruel por suavizar el tono generaron titulares contradictorios y contribuyeron a la percepción de un equipo dividido. Los programas de televisión y las columnas de opinión se llenaron de análisis sobre el futuro de esta alianza y las posibles consecuencias para el panorama político nacional.

Impacto en la base de seguidores



El conflicto no solo afectó la imagen pública de Milei y Villarruel, sino que también tuvo un impacto significativo en su base de seguidores. Los simpatizantes de Milei, atraídos por su discurso radical y su promesa de cambio, comenzaron a mostrar signos de descontento ante lo que percibían como una falta de cohesión en el liderazgo. Por otro lado, los seguidores de Villarruel, que valoraban su enfoque más pragmático, también se vieron atrapados en la incertidumbre.

Intentos de reconciliación



A lo largo de los meses, se llevaron a cabo varios intentos de reconciliación. Ambos líderes participaron en reuniones privadas y eventos públicos donde intentaron mostrar un frente unido. Sin embargo, las diferencias profundas en sus visiones políticas y sus métodos de comunicación hicieron que estos intentos fueran en gran medida infructuosos. La tensión persistió y se hizo cada vez más difícil de ocultar.

Consecuencias políticas



El conflicto entre Milei y Villarruel tiene implicaciones más allá de su relación personal y profesional. La falta de cohesión en su liderazgo plantea preguntas sobre la viabilidad de su proyecto político a largo plazo. En un contexto donde la unidad y la dirección clara son cruciales para ganar y mantener el apoyo electoral, estas divisiones internas podrían resultar en una pérdida de confianza entre los votantes.

Un futuro incierto



A medida que el conflicto continúa, el futuro de Javier Milei y Victoria Villarruel como dupla política se vuelve cada vez más incierto. Los próximos meses serán cruciales para determinar si pueden superar sus diferencias y presentar una visión unificada o si las tensiones internas los llevarán a una ruptura definitiva. Cualquiera que sea el desenlace, este conflicto ha dejado una marca indeleble en el panorama político argentino y seguirá siendo un tema de interés para observadores y ciudadanos por igual.

Conclusión



La crónica del conflicto entre Javier Milei y Victoria Villarruel es un recordatorio de las complejidades y desafíos que enfrentan las alianzas políticas. A pesar de compartir una base ideológica común, las diferencias en estilo, enfoque y visión pueden generar tensiones significativas. La forma en que Milei y Villarruel manejen esta crisis no solo determinará su futuro político, sino que también ofrecerá lecciones valiosas sobre liderazgo y cohesión en el ámbito político. Como ciudadanos y observadores, nos queda esperar y ver cómo se desarrollan los acontecimientos en los próximos meses.
Javier Milei y su vicepresidenta, Victoria Villarruel: crónica de un conflicto que crece

Desaires en público, diálogo escaso, críticas que se disparan desde los medios y las redes sociales sin aviso previo, exclusiones en actos oficiales: la relación entre el ultraderechista Javier Milei y su vicepresidenta, Victoria Villarruel, se descompone día a día, desde hace meses. Aunque sin ataques directos entre ellos, el conflicto ya es inocultable y no lo disimulan ni en Casa Rosada ni en la presidencia del Senado, donde Villarruel ejerce la titularidad por mandato constitucional. Allí, en las dependencias del Congreso donde tiene su despacho, se siente confinada Villarruel, sin margen de acción política después de que Milei rompiese su promesa de campaña de entregarle el control de al menos dos ministerios. “Es como tener a una leona enjaulada”, dicen cerca de la vicepresidenta. La tensión entre las principales autoridades del Gobierno no es gratuita. En la última semana, la raquítica “tropa” parlamentaria oficialista perdió dos bancas y en ambos casos se cruzaron los temas que enfrentan a Milei y Villarruel.

Como observa un ministro del Ejecutivo, en el Gobierno de Milei confluyen dos líneas de la derecha argentina, “una más liberal y otra más conservadora”. El presidente representaría a la primera —pese a que conspiran sus posturas contrarias al aborto y a las políticas de género, entre otras cosas—; la vicepresidenta se promociona como exponente de la segunda. Mientras el discurso central de Milei ha sido el de desregular la economía y desguazar el Estado, con “la casta” como principal enemigo, el de Villarruel, hija y nieta de militares, se ha enfocado en desarmar los consensos sociales alcanzados en democracia en torno a las políticas de derechos humanos, expresión del negacionismo del terrorismo de Estado perpetrado durante la última dictadura (1976-1983).

La virtual armonía de esos roles duró lo que la campaña electoral. Ni bien asumió el Gobierno ultra en diciembre pasado, Villarruel fue apartada de la toma de decisiones. El acuerdo previo era que bajo la órbita de la vicepresidenta quedarían las carteras de Defensa y de Seguridad, pero Milei los cedió a referentes de la hoy disuelta alianza de centroderecha que formaban el PRO —el partido del expresidente Mauricio Macri (2015-2019)— y la Unión Cívica Radical (socialdemócrata). Villarruel no recibió compensación alguna.

De allí en más, el malestar fue creciendo y los cortocircuitos se repiten. El Ejecutivo le atribuyó responsabilidad a Villarruel por el escándalo que se desató ante el aumento de las dietas de los senadores y por las últimas derrotas que sufrió el oficialismo en la Cámara alta, como la pérdida del control de una comisión clave —la bicameral que supervisa a la Secretaría de Inteligencia— y la aprobación de una ley que incrementa las pensiones —revirtiendo el ajuste aplicado por Milei, quien ya firmó el veto a la norma—. Uno de los encontronazos más evidentes ocurrió cuando Villarruel defendió a los futbolistas del seleccionado argentino campeón de América que habían entonado cantos racistas en desmedro de sus pares franceses. A días de una visita oficial de Milei a París, la vicepresidenta fue públicamente desautorizada por el Ejecutivo y la secretaria general de la Presidencia y hermana del presidente, Karina Milei, se disculpó personalmente ante la Embajada de Francia en Buenos Aires.







Victoria Villarruel dirige un debate sobre un proyecto de reforma integral en el Senado, en junio de 2024 en Buenos Aires (Argentina).
picture alliance (dpa/picture alliance via Getty I)

En el entorno de la vicepresidenta se quejan por el “fuego amigo” y por que nadie les anticipa las decisiones que les incumben. Enfatizan que Villarruel no tiene incidencia sobre lo que votan los senadores -de hecho, no es senadora, aunque por su cargo sea la presidenta de la Cámara y tenga un voto de desempate en caso de ser necesario-, que siempre fue leal al presidente. Dicen además que, ante problemas similares, el titular de la Cámara de Diputados, Martín Menem, recibe un trato bastante más favorable por parte del Ejecutivo. Los dardos no apuntan tanto a Milei como a su círculo más estrecho, especialmente contra Santiago Caputo, el asesor presidencial sin cargo formal, pero también a la hermana del mandatario. Con Karina Milei, matizan, hay una relación de respeto “entre dos mujeres con personalidad fuerte”. Villarruel definió en marzo a ese vínculo difícil: dijo que, entre ella y Karina, el presidente quedaba en medio como un “pobre jamoncito”.

Excluida o relegada en distintos actos oficiales, la vicepresidenta desarrolla actividades propias, paralelas. Se muestra recorriendo el interior del país y cultiva una imagen que pretende contrastar, en las formas y los estilos, con la de Milei: se postula como una suerte de representante de la ultraderecha de “buenos modales”, más nacionalista y respetuosa de las reglas institucionales.

La memoria en juego

Nieta, hija y sobrina de militares, Villarruel construyó su figura pública a partir de la reivindicación de las víctimas de las organizaciones políticas que en los años setenta se volcaron a la lucha armada. Desde el Centro de Estudios Legales sobre el Terrorismo y sus Víctimas (Celtyv), aboga desde hace años por lo que llama “memoria completa”, un intento por instalar que en Argentina hubo una guerra civil y que los delitos de los grupos armados son equiparables a los crímenes de lesa humanidad perpetrados desde el Estado.


Familiares de desaparecidos durante la última dictadura militar argentina protestan frente al colegio electoral donde Villarruel emite su voto, en Buenos Aires, en noviembre de 2023




Familiares de desaparecidos durante la última dictadura militar argentina protestan frente al colegio electoral donde Villarruel emite su voto, en Buenos Aires, en noviembre de 2023
Rodrigo Abd (AP)

En el Senado, el martes pasado, la vicepresidenta montó la escenografía para darle amparo institucional a ese discurso que legitima a la dictadura. El propósito fue conmemorar del Día Internacional de las Víctimas del Terrorismo y, allí, sus palabras plantearon la necesidad de “dejar el pasado atrás, pero con justicia”. “Reabriremos todas las causas de víctimas del terrorismo”, anunció y afirmó que “todos” los exintegrantes de Montoneros, la organización armada peronista, “tienen que estar presos por ensangrentar nuestra Nación”. No mencionó que diversos casos ya fueron juzgados y que muchos de los supuestos involucrados fueron asesinados o desaparecidos durante la dictadura, sin que haya rastros de ellos. Hasta ahora los tribunales judiciales han considerado prescriptos los delitos de las organizaciones guerrilleras y han rechazado juzgarlos como crímenes de lesa humanidad.

Apenas unas horas después, el Ejecutivo tomaba distancia, otra vez, de los dichos de la vicepresidenta. “Obviamente es un tema de la agenda de Villarruel porque es su bandera […] Es un tema que hoy no está en la agenda del Presidente”, dijo el miércoles el vocero de Casa Rosada, Manuel Adorni.

Con palabras parecidas, Milei había buscado desligarse, días antes, de la visita que seis diputados oficialistas hicieron a represores presos, como el exmarino Alfredo Astiz, por secuestros, torturas y asesinatos. El escándalo y los repudios que generó esa excursión a la cárcel de Ezeiza derivaron en el debilitamiento de la bancada de La Libertad Avanza en la Cámara baja: una de las diputadas que participó de la reunión, Lourdes Arrieta, denunció que viajó engañada y que no sabía con quiénes se encontraría. Reveló más tarde que el objetivo del encuentro fue elaborar un proyecto para que los represores sean liberados. Abandonó el bloque antes de que la echaran.

Villarruel asegura no haber tenido nada que ver con la visita a los represores, pero en el oficialismo muchos desconfían. Y recuerdan que ella solía visitar en la cárcel al exdictador Jorge Rafael Videla.


Milei y Villarruel saludan al público desde un tanque de guerra durante el Desfile del Día de la Independencia, el 9 de julio de 2024 en Buenos Aires.




Milei y Villarruel saludan al público desde un tanque de guerra durante el Desfile del Día de la Independencia, el 9 de julio de 2024 en Buenos Aires.
Gustavo Garello (AP)

El juez y la casta

Un foco de incendio declarado entre el presidente y su vice es la Corte Suprema de Justicia. Para cubrir dos vacantes en el máximo tribunal, Milei propuso al juez federal Ariel Lijo y al abogado conservador Manuel García-Mansilla. Si el segundo es impulsado por afinidad ideológica, el primero es parte de un acuerdo entre el asesor Caputo y el actual juez de la Corte Ricardo Lorenzetti, hoy en minoría dentro del tribunal, integrado por cinco magistrados.

Lijo es resistido por numerosas organizaciones de la sociedad civil, parte de la oposición e incluso aliados del Gobierno, como el expresidente Macri. También por Villarruel: “Es un juez controversial que no contaría con los pergaminos necesarios”, dijo. Cerca de la vicepresidenta afirman que ella lo ve como a un miembro de “la casta” judicial

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