Gracias a Bolsa Familia, menos hijos heredan la miseria en Brasil

Introducción: El impacto del programa Bolsa Familia en Brasil



El programa Bolsa Familia, implementado en Brasil, ha tenido un impacto significativo en la reducción de la pobreza y la mejora de las condiciones de vida de millones de familias. Este programa social, que proporciona asistencia financiera a familias de bajos ingresos, ha demostrado ser una herramienta eficaz para romper el ciclo de pobreza y ofrecer mejores oportunidades a las futuras generaciones.

El origen y la estructura del programa Bolsa Familia



Bolsa Familia fue creado en 2003 durante el mandato del presidente Luiz Inácio Lula da Silva. El programa fue diseñado como una medida para combatir la pobreza extrema en Brasil, proporcionando transferencias de efectivo condicionadas a familias que cumplieran ciertos criterios, como garantizar la asistencia escolar de sus hijos y la realización de controles de salud regulares.

Objetivos y metas del programa



El principal objetivo de Bolsa Familia es reducir la pobreza a corto plazo mediante la transferencia directa de ingresos, y a largo plazo, mejorar el capital humano de las familias beneficiarias. Para lograrlo, el programa se centra en tres pilares fundamentales:

1. **Reducir la pobreza y la desigualdad**: Proporcionando un ingreso mínimo a las familias más necesitadas.
2. **Fomentar la educación**: Asegurando que los niños y adolescentes asistan a la escuela regularmente.
3. **Mejorar la salud**: Promoviendo el acceso a servicios de salud esenciales.

Alcance y cobertura del programa



Desde su implementación, Bolsa Familia ha llegado a millones de hogares en todo Brasil. Se estima que el programa beneficia a más de 13 millones de familias, cubriendo aproximadamente el 25% de la población del país. Esta amplia cobertura ha sido crucial para alcanzar a las comunidades más vulnerables y marginadas.

Resultados y logros del programa Bolsa Familia



El impacto de Bolsa Familia en la reducción de la pobreza y la desigualdad en Brasil ha sido ampliamente documentado. Diversos estudios han demostrado que el programa ha contribuido significativamente a la mejora de la calidad de vida de las familias beneficiarias.

Reducción de la pobreza extrema



Uno de los logros más destacados de Bolsa Familia es la reducción de la pobreza extrema en Brasil. Según datos del Instituto de Investigación Económica Aplicada (IPEA), el programa ha ayudado a sacar a millones de personas de la pobreza extrema, definiendo esto como el nivel de ingresos insuficiente para cubrir las necesidades básicas de alimentación.

Mejora en la educación



Bolsa Familia también ha tenido un impacto positivo en la educación de los niños y adolescentes. La condicionalidad del programa que exige la asistencia regular a la escuela ha contribuido a aumentar las tasas de matriculación y reducir la deserción escolar. Esto, a su vez, ha mejorado las perspectivas a largo plazo de los jóvenes, brindándoles mayores oportunidades de empleo y desarrollo personal.

Avances en la salud



El acceso a servicios de salud es otro de los beneficios derivados de Bolsa Familia. Las familias beneficiarias están obligadas a cumplir con ciertos requisitos de salud, como la vacunación de los niños y la asistencia a controles médicos regulares. Esto ha resultado en una mejora notable en indicadores de salud infantil, como la reducción de la mortalidad infantil y el aumento de las tasas de vacunación.

Desafíos y críticas del programa



A pesar de los numerosos logros, Bolsa Familia no está exento de desafíos y críticas. Algunos de los principales puntos de controversia incluyen:

Dependencia y sostenibilidad



Uno de los argumentos en contra del programa es que puede generar dependencia entre los beneficiarios, desincentivando la búsqueda de empleo y la autosuficiencia económica. Sin embargo, estudios han demostrado que la mayoría de los beneficiarios utilizan las transferencias de efectivo como un complemento a sus ingresos, no como su única fuente de sustento.

Focalización y cobertura



Otro desafío es la correcta focalización del programa. Aunque Bolsa Familia ha logrado una amplia cobertura, existen preocupaciones sobre la precisión con la que se identifican y seleccionan las familias más necesitadas. Mejorar los mecanismos de identificación y seguimiento es fundamental para asegurar que los recursos lleguen a quienes realmente los necesitan.

Corrupción y malversación



Como cualquier programa de gran escala, Bolsa Familia ha enfrentado problemas de corrupción y malversación de fondos. La implementación de medidas de transparencia y rendición de cuentas es esencial para minimizar estos riesgos y garantizar la integridad del programa.

Conclusión: El legado de Bolsa Familia



Bolsa Familia ha demostrado ser una herramienta poderosa para combatir la pobreza y mejorar las condiciones de vida de millones de brasileños. Aunque enfrenta desafíos y críticas, sus logros en la reducción de la pobreza extrema, la mejora de la educación y los avances en salud son innegables.

El programa ha sido fundamental para romper el ciclo de pobreza intergeneracional, ofreciendo a las nuevas generaciones mejores oportunidades y una mayor esperanza de un futuro próspero. A medida que Brasil avanza, es crucial continuar fortaleciendo y mejorando Bolsa Familia para asegurar que siga siendo un pilar en la lucha contra la pobreza y la desigualdad en el país.
EL PAÍS

Jesiel Viana es un ingeniero de software brasileño de 34 años que no tiene fotos de su infancia. En aquella época no había celulares, su familia era pobrísima y todo quedaba lejos. Creció en Inhame (Piauí), una pequeña ciudad de interior en el Brasil más árido y necesitado. La electricidad solo llegó este siglo, cuando él tenía 15 años. Hijo de agricultores —una madre que consigue leer y escribir y un padre analfabeto—, Viana pertenece a la primera generación de los hijos de Bolsa Familia, el programa que sacó a 25 millones de brasileños de la miseria, mitigó el hambre, mejoró la salud… Aquella pequeña ayuda mensual —unos 144 reales actuales, 25 dólares o 23 euros— cambió el destino de esta familia con tres hijos que plantaba frijol y mandioca. Malvivían con lo mínimo y con préstamos a precio de usura. Aquel crío que vio su primer ordenador a los 18, logró una maestría en Ingeniería de Software y es profesor. Su caso puede parecer excepcional pero no lo es tanto, según acaba de certificar un estudio académico.

Los investigadores han constatado que el 64% de la primera generación de hijos de Bolsa Familia son adultos que ya no necesitan ayudas públicas, rompieron el ciclo de la pobreza que a menudo atrapó a sus familias durante siglos. Y la mitad logró algún empleo formal, según el estudio Social mobility and CCT programs: The Bolsa Família program in Brazil (Movilidad Social y los programas de transferencia de dinero: el programa Bolsa Familia en Brasil), publicado en la revista World Development Perspectives (Perspectivas del Desarrollo Mundial). Los autores siguieron a los beneficiarios de 7 a 16 años entre 2005 y 2019 para revisar si de adultos aún necesitaban al Estado para lo más básico.







Niños beneficiarios del programa Bolsa Familia juegan en la favela Prazeres de Río de Janeiro, en 2013.
Mario Tama (Getty Images)

Bolsa Familia, creado por Fernando Henrique Cardoso y expandido por Luiz Inácio Lula da Silva, es conocido como uno de los programas contra la miseria más eficaces y baratos del mundo. Pese a su éxito, todavía 21 millones de hogares necesitan esta paga mensual —emblema de la política social del Partido de los Trabajadores— cuya cuantía se quintuplicó a partir de la pandemia.

“El programa tiene efectos positivos a largo plazo, son efectos no anticipados. Nadie pensó en eso cuando se creó Bolsa Familia”, explicó al diario Valor Econômico uno de los autores del estudio, Paulo Tafner, director del Instituto Mobilidade e Desenvolvimiento Social. El economista sostiene que el éxito está en que Bolsa Familia impone dos contrapartidas: es obligatorio que los hijos vayan a la escuela y que estén vacunados. Gracias a eso, varias generaciones siguieron estudiando sin tener que trabajar para ayudar a la economía familiar.

Con los años, al Estado le ha salido rentable, según el citado estudio. Aquellos niños contribuyen a las arcas públicas con sus impuestos. Se creó un círculo virtuoso que, de todos modos, no venció las desigualdades. Bolsa Familia funcionó mejor entre los hombres, los blancos y las regiones más prósperas.

Como Viana, millones de brasileños conquistaron —gracias a ayudas públicas y a aprovechar cada oportunidad— una vida inimaginable cuando eran niños. Estas son las historias de cuatro de ellos: el ingeniero informático que creció sin luz en Piauí; una psicóloga y próspera empresaria que empezó a trabajar a los 14, más tarde que sus hermanos; un técnico ayudante de cardiólogo que a los 13 compartía un único par de zapatillas con un hermano y una profesora de inglés y portugués criada por una abuela viuda que una vez al mes lograba darle un capricho, unas galletas rellenas pagadas a crédito.

Aline Nogueira dos Santos, 34 años, Río. Profesora de inglés y portugués


Aline Nogueira dos Santos, junto a sus hermanos, de niños. Los tres fueron criados por su abuela, viuda, en Río de Janeiro.




Aline Nogueira dos Santos, junto a sus hermanos, de niños. Los tres fueron criados por su abuela, viuda, en Río de Janeiro.

“Mi abuela nos crio a mis dos hermanos y a mí”, arranca al teléfono. “Era una viuda analfabeta con una pensión mínima, pero dentro de todas las dificultades no dejó que nos faltara nada de lo básico. Bolsa Familia para nosotros no fue cuestión de supervivencia, como para otros, pero nos trajo cierta dignidad”, dice esta carioca que enseña idiomas en dos colegios privados. Con la ayuda, pudo brindarles momentos de felicidad en medio de aquella precariedad. Bolsa Familia significaba hacer un plan especial, ir al parque, un juguete. Quizá estrenar ropa en Navidad. Y un pequeño capricho de vez en cuando. “En aquella época había ambulantes que vendían puerta a puerta un kit de galletas rellenas, o yogures, y se pagaba el mes siguiente”.

A los 18 años, Dos Santos tuvo su primer empleo formal. Y a los 24 entró a la universidad gracias a un préstamo del que le quedan solo dos cuotas por pagar.

Graciane Barbosa, 31 años, Chopizinho (Paraná), psicóloga


Graciane Barbosa es psicóloga y creó una próspera consulta en Paraná, su estado natal.




Graciane Barbosa es psicóloga y creó una próspera consulta en Paraná, su estado natal.

“Siempre digo que soy hija de políticas públicas”, recalca Barbosa, la pequeña de tres hermanos criados por una madre sola que trabajó toda su vida en servicios generales y durante un par de años necesitó Bolsa Familia. Con eso, en aquella fase difícil, pudieron comprar material escolar o comer carne alguna vez. El destino de la pequeña empezó a cambiar en tercer o cuarto curso, al entrar en un programa de erradicación del trabajo infantil. Surtió efecto. A los 14 años ganaba dinero como niñera y estudiaba de noche, pero supuso una enorme mejora respecto a sus hermanos: el mayor trabajó desde los 9, el mediano a los 11. “Aquel programa se convirtió en un refugio. Hice kárate, teatro, dibujo, refuerzo escolar, literatura… Me amplió las miras, me dio un repertorio para la vida”.

Barbosa da clase en la universidad y trabaja como psicóloga con niños autistas en la próspera consulta que creó. Es una orgullosa contribuyente. Hija de fundadores del Movimiento de los Sin Tierra, apunta: “Si quiero hacer un análisis bien liberal, diré que aporto 20.000 reales mensuales [3.500 dólares] en impuesto de sociedades a las arcas públicas”. Confía en que ese dinero sirva para dar oportunidades a quien las necesita.

Explica que, con la llegada de Lula al poder, en 2003, familias como la suya dejaron de sentirse desamparadas. Sus vidas cambiaron. Su progenitora, casada a los 14, madre a los 16, cumplió su sueño (con ayuda pública) de comprar una casa de ladrillo, tejas y con baño decente. “Y yo tengo una vida que nunca soñé. Casa propia, coche, un doctorado…”.

Samuel Zanetti Barreto, 38, Viamão (Río Grande do Sul). Ayudante de cardiólogo


Samuel Zanetti Barreto, en la actualidad. Trabaja como técnico en estimulación cardiaca artificial.




Samuel Zanetti Barreto, en la actualidad. Trabaja como técnico en estimulación cardiaca artificial.

El mayor de cinco hermanos, las cosas iban lo suficientemente bien en la familia para que todos estudiaran en colegios privados hasta que todo se torció. Su padre se quedó en paro, le embargaron las cuentas. “Fueron unos años muy complicados”, relata. Lo primero, todos a la escuela pública. Luego, la madre y los hermanos mayores hicieron lo que toda familia brasileña cuando pierde los ingresos: vender empanadillas o dulces en la calle. “Bolsa Familia fue fundamental”, un salvavidas, porque, aunque su padre encontró un trabajo, no llegaba para mantener a los siete.

Zanetti, que siempre fue buen estudiante y trabaja como técnico en estimulación cardiaca artificial, apunta un ejemplo muy claro para ilustrar lo que significa ser pobre. “Cuando yo tenía 13 años, mi hermano y yo estudiábamos en turnos separados. A la gente le parecía raro. Es que no teníamos más que un par de zapatillas de deporte para los dos. Y, claro, sientes vergüenza”. A la escasez material se sumaba la marginación por puro desconocimiento. Aunque en casa tenían una pequeña biblioteca, vivieron años sin documentación ni acceso a los bancos. El apoyo de otros evangélicos fue crucial, añade.

Cuando el primogénito consiguió una beca para la universidad y unas prácticas pagadas, empezó la familia a salir del agujero. Tanto él como sus cuatro hermanos construyeron proyectos de vida, se emanciparon del Estado.

Jesiel Viana, 34 años, Inhuma (Piauí). Ingeniero de Software


Jesiel Viana, ingeniero de software, imparte clase en un instituto federal de Picos (Piauí), cerca de donde nació.




Jesiel Viana, ingeniero de software, imparte clase en un instituto federal de Picos (Piauí), cerca de donde nació.

Creció lejos de casi todo, con casi nada en una ciudad agrícola. A los 11 años, el chaval que se convirtió en programador de software trabajaba la tierra y cada noche viajaba 30 kilómetros para ir a clase. El mayor de tres, a los 12 años tuvo su primer pantalón largo —unos jeans—. Comían carne a lo sumo una vez por semana o cuando cazaban algún animal silvestre. Bolsa Familia, que su madre recibió durante más de una década, era esencial porque incluso con eso eran muchas las estrecheces. “Vivíamos con lo mínimo, mis padres no gastaban nada, son evangélicos”.

A los 18 Viana se mudó a otra galaxia, a Brasilia, a casa de un tío suyo. Allí vio la primera computadora de su vida. Trabajó en una gasolinera para ahorrar antes de ir a la universidad gracias a una beca. Recuerda que se matriculó en informática porque “el coste del material era cero”. Al principio estaba perdidísimo. “No entendía ni los conceptos más básicos, pero me daba vergüenza preguntar”, pero siempre tuvo la convicción de que saldría adelante y enorme confianza en sí mismo. Tras ganarse muy bien la vida durante unos años en la capital como ingeniero informático, quiso regresar a casa, a Piauí, uno de los Estados donde más familias reciben Bolsa Familia. Opositó y consiguió una plaza de profesor en un instituto federal donde el alumnado se cree que bromea cuando les cuenta que creció allí cerca con enormes estrecheces. Sin luz, ordenador o fotos.

Las carencias persisten. A veces se lleva a algún estudiante a almorzar a casa con su familia porque si no se quedaría sin comer.

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