La digitalización es un proceso invisible que está dejando una huella gigantesca en nuestro planeta. Para entender la magnitud de esta huella, considere esto: para fabricar un portátil común de dos kilogramos de peso se necesitan cerca de una tonelada de materiales, unos 800 kilos para ser exactos. Aunque esto pueda parecer sorprendente, el impacto no termina ahí. La extracción de dichos recursos tiene un costo ambiental aún mayor. Por ejemplo, se necesitan dos millones de litros de agua para extraer 1.000 kilos de litio, el material básico de las actuales baterías.
Estos datos provienen de un informe reciente del grupo de expertos de la ONU, la UNCTAD, que alerta sobre los efectos ambientales de la digitalización en su Informe sobre la Economía Digital 2024.
La digitalización, a diferencia de otras industrias como la aérea, no emite humo ni deja una huella física visible. Sin embargo, su impacto en las emisiones de dióxido de carbono es significativo. Según el informe de la UNCTAD, «las emisiones de dióxido de carbono de las tecnologías de la información y la comunicación oscilan entre las 0,69 y las 1,6 gigatoneladas, entre el 1,5% y 3,2% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero».
Además de las emisiones de carbono, la digitalización también tiene un gran impacto en el consumo de energía. Solo la minería de criptomonedas aumentó su consumo de energía global aproximadamente 34 veces entre 2015 y 2023 y precisa anualmente 121 TWh de energía, la equivalente a la de un país como Argentina.
Por otro lado, los centros de datos, necesarios para procesar y almacenar la ingente cantidad de información global, consumieron 460 TWh de electricidad en 2022, casi el doble que el consumo de un país como España. Se espera que esta cifra se duplique para 2026.
Más allá de la energía, la digitalización también requiere de la extracción de minerales críticos, como el grafito, el litio y el cobalto. La demanda de estos minerales se espera que aumente un 500% en 25 años.
Asimismo, los residuos físicos de la digitalización han crecido un 30% en la última década. Los países desarrollados son los que generan más desechos, con 3,25 kilos de desechos por persona, mientras que el resto de países genera entre 0,21 y un kilo por persona. De toda esta basura, no se recoge formalmente ni el 24%.
La digitalización general de la vida ha llevado a un aumento en la fabricación de semiconductores, el empuje de dispositivos en todos los ámbitos, que superarán los 39.000 millones en cinco años, y el comercio electrónico, con 27.000 millones en ventas hace dos años en solo 43 países.
Según António Guterres, secretario general de Naciones Unidas, la digitalización tiene un impacto medioambiental directo que incluye el agotamiento de las materias primas, el uso del agua y la energía, la calidad del aire, la contaminación y la generación de residuos. Este impacto se ve acentuado por tecnologías emergentes como la inteligencia artificial y el Internet de las cosas.
Rebeca Grynspan, responsable de la UNCTAD, coincide y señala que la economía digital ha creado la ilusión de un mundo libre de residuos materiales. Sin embargo, el informe revela la falacia de esta percepción.
A pesar de estos desafíos, Grynspan también señala que la digitalización tiene un potencial inmenso para el bien ambiental. Las tecnologías digitales pueden impulsar la eficiencia energética, optimizar el uso de los recursos y permitir soluciones innovadoras para la mitigación y adaptación al cambio climático.
El informe de Naciones también destaca que la digitalización, aunque impulsa el crecimiento económico mundial y ofrece oportunidades únicas pocas veces vistas, tiene repercusiones ambientales cada vez más serias para los países en desarrollo.
Pablo Gámez Cersosimo, responsable de Naturally Digital, una organización especializada en sostenibilidad, comportamiento humano, ética y bienestar digital, resalta que la digitalización está causando un problema hídrico, que considera uno de los problemas más complejos y problemáticos.
Gámez detalla que “el consumo por persona y año de agua previsto en Europa pasará de los 0,29 metros cúbicos a 1,2 en 2030″, el cuádruple. Esto quiere decir que cualquier europeo va a usar aproximadamente tres litros de agua por día para actividades en internet.
El investigador también critica la opacidad de las empresas tecnológicas en este ámbito, algo que impide la fiscalización, control, seguimiento y aplicación de medidas correctoras. Según Gámez, “el ciberespacio es literalmente la mayor infraestructura creada por el ser humano y no termina de crecer”.