En un mundo cada vez más interconectado, el papel de las plataformas de redes sociales y digitales en la propagación de la desinformación y el discurso de odio se ha convertido en una preocupación creciente. De hecho, la reciente ola de disturbios y tensiones raciales en el Reino Unido ha puesto de manifiesto la magnitud y la gravedad de este problema.
El activista antimusulmán y fundador de organizaciones ultranacionalistas, Tommy Robinson, quien ha sido condenado varias veces por crímenes tales como acoso a un menor inmigrante y a una periodista, ha estado en el centro de estos disturbios. También se ha presentado como un informador honesto, alegando en una entrevista con Alex Jones, presentador del canal de extrema derecha InfoWars, que se siente «a dos días de ser sentenciado a muerte en el Reino Unido por hacer periodismo».
Alex Jones fue condenado por difundir de forma reiterada e interesada la falsa información de que la masacre de Sandy Hook, en la que murieron 20 niños, fue un montaje. Ambos, Jones y Robinson, han estado incitando al odio xenófobo en la red social de Elon Musk, X, desde el reciente apuñalamiento en Southport que resultó en la muerte de tres niñas. Un joven de 17 años, nacido en Cardiff (capital de Gales) de una familia de refugiados de Ruanda, ha sido acusado del delito.
El gobierno de Keir Starmer ha criticado duramente a Musk por permitir que se propaguen estos discursos de odio en su plataforma. El portavoz de Downing Street ha afirmado que «no hay justificación para comentarios como ese», refiriéndose a un tuit de Musk en el que afirmaba que una «guerra civil» en el Reino Unido era «inevitable».
Marc Owen Jones, especialista en desinformación, ha analizado el patrón de propagación de la desinformación en este caso. La primera cuenta que inventó un nombre de apariencia árabe como asesino de las niñas no tenía muchos seguidores. Sin embargo, esta información falsa saltó a una web de noticias falsas y, poco después, los influencers de los bulos consiguieron que alcanzara a millones de personas.
Esta estrategia de desinformación, conocida como la trompeta de amplificación, es un fenómeno común en las crisis globales. De hecho, se han observado las mismas secuencias y actores en diversas campañas de desinformación previas, como el apuñalamiento de una mujer en Australia o el bulo sobre la ciudad de los 15 minutos.
Alan Rusbridger, exdirector del periódico británico The Guardian, ha criticado a Musk por no hacer nada para contrarrestar la propagación de información falsa en su plataforma.
El análisis de Channel 4 ha revelado que la mitad de las publicaciones que culpaban a un inmigrante musulmán del ataque de Southport provenían de Estados Unidos, muy lejos de la localidad inglesa. Esto muestra que la desinformación y el discurso de odio no tienen fronteras en un mundo cada vez más digital.
La situación ha empeorado desde que Musk tomó el control de Twitter, recortando el 80% de su personal y eliminando los equipos encargados de velar por la seguridad y fiabilidad de la plataforma. Según el Centro para combatir el odio digital, de las 100 publicaciones con teorías conspirativas de mayor éxito en X, solo cinco contenían notas de la comunidad refutando la afirmación falsa y obtuvieron en conjunto más de 215 millones de visionados.
Claire Wardle, experta en desinformación, ha alertado en un informe para las Naciones Unidas sobre las distintas combinaciones de desinformación y discurso de odio que se están normalizando en las redes. Estos pueden tener graves e inmediatos impactos, pero también pueden causar daño severo durante largos periodos de tiempo. Como advierte la lingüista Susan Benesch, fundadora del Proyecto contra los Discursos Peligrosos, la aceptación gradual de mensajes cada vez más peligrosos puede erosionar las barreras sociales contra la violencia.
Estos eventos y hallazgos subrayan la importancia de las medidas proactivas para combatir la desinformación y el discurso de odio en las plataformas digitales. Las autoridades y los medios de comunicación tienen un papel crucial en la lucha contra la propagación de información falsa y discursos de odio, pero también es esencial la responsabilidad y la ética de las compañías tecnológicas y de las personas que utilizan estas plataformas.