La emergencia climática que azotó a Chile a comienzos de mes ha puesto a prueba el sistema diseñado para enfrentar estos eventos. A pesar de que ninguna tecnología puede evitar que un ciclón golpee a nuestro país, se pueden tomar medidas preventivas para atender a las posibles emergencias. El frente de mal tiempo que afectó al centro y sur del país desde el principio de agosto se ha convertido en un desafío para millones de chilenos y chilenas.
La visión más común de esta crisis es la de calles anegadas y doscientas mil viviendas sin luz. Pero este número se expande más allá para incluir a cada hogar afectado y a cada historia que se esconde detrás de ellos. Almacenes de barrio que perdieron toda su inversión, miles de electrodomésticos dañados, alimentos y medicamentos descompuestos, y personas con electrodependencia o insulinodependientes en riesgo; todas estas son las facetas de este desastre.
En este contexto, el papel del Estado debe ser el de garante del buen vivir. Esto implica que las empresas responsables de suministrar servicios básicos realicen las mantenciones preventivas y correctivas necesarias para que, cuando ocurra un fenómeno climático como el reciente, no nos quedemos sin luz ni agua.
En este escenario, los municipios se convierten en la primera línea institucional entre el Estado y la gente. Por lo tanto, es vital contar con más recursos y mejores canales de comunicación con el resto del aparataje institucional. Cualquier plan para resolver esta emergencia debe comprometer montos y tiempos, con mecanismos de control para garantizar eficiencia.
La desigualdad en nuestro país es visible, especialmente cuando ocurren eventos excepcionales. Tras las fuertes lluvias, las comunas periféricas y rurales son las más afectadas, dejando en evidencia que incluso para las empresas responsables de suministrar servicios existen comunas de primera categoría y otras de segunda.
Una posible solución a esta situación podría ser la nacionalización de la industria eléctrica, similar a lo que hizo el presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador con la empresa pública CFE (Comisión Federal de Electricidad). Esta medida permitió electrificar los pueblos de México y enfrentar de mejor manera las emergencias climáticas.
La Empresa Nacional de Electricidad es una propuesta que promueve el desarrollo del país de manera eficiente, sustentable, descentralizado y con precios justos. Si ponemos en el centro de la discusión pública qué es lo mejor para el pueblo de Chile, tenemos que abrir todas las discusiones.
La experiencia ha demostrado que las empresas suelen traspasar los costos de las crisis al bolsillo de los trabajadores y, cuando ganan, sólo ganan ellos. Mientras tanto, la población sigue trabajando de sol a sol y pagando las cuentas a tiempo, ya que, si se atrasan, no tardan en cortarles el suministro.