El panorama político europeo se encuentra en constante evolución. Recientemente, la unión de las fuerzas políticas de derecha ha confirmado algo que se venía especulando: los 30 eurodiputados del partido Reagrupación Nacional de la francesa Marine Le Pen, los ocho representantes de la Liga del italiano Matteo Salvini, y el grupo ‘Patriotas por Europa’ del húngaro Viktor Orban, se han unido para convertirse en la tercera fuerza más potente de la Eurocámara, superando a los Conservadores y Reformistas (ECR) de la italiana Giorgia Meloni.
Este nuevo grupo de derecha tiene la aspiración de ser una fuerza decisiva en la definición del futuro de Europa. El portavoz de Orban, Zoltan Kovacs, ha invitado a unir fuerzas y luchar juntos por un futuro mejor, anunciando la adhesión de las delegaciones francesa e italiana a la iniciativa.
El nuevo grupo soberanista de la Eurocámara está conformado por una ampliación de Identidad y Democracia (ID) con ligeros matices. El grupo húngaro Fidesz se une al grupo, mientras que la Alternativa para Alemania (AfD), con sus 15 miembros, ha sido expulsada por blanquear el nazismo.
La nueva facción ya cuenta con 80 eurodiputados, incluyendo a los del partido español Vox y de otras fuerzas de países como Austria, República Checa, Países Bajos, Bélgica, Portugal y Dinamarca. Cumple, por lo tanto, con los requisitos exigidos para formar una familia europea, que establecen un mínimo de 23 eurodiputados de siete Estados miembros.
En este contexto, una de las incorporaciones más sorprendentes fue la del partido Vox, liderado por Santiago Abascal, que pasó de formar parte de los Conservadores a unirse a Orban, en menos de 48 horas. Esta decisión se produjo el mismo día en que Orban viajó a Moscú para entrevistarse con el presidente ruso Vladimir Putin, un encuentro que generó molestias entre los líderes europeos.
El anuncio más esperado estaba relacionado con la fusión de Le Pen y Orban, algo que se daba por hecho, pero que la líder francesa decidió esperar hasta la segunda vuelta de las elecciones legislativas en su país. En medio de la resaca electoral y aún con la herida abierta por el descenso hasta la tercera posición, Marine Le Pen reveló su estrategia y planes para la UE para los próximos cinco años.
La nueva formación tiene mucho de la antigua. Su esencia es la defensa del carácter soberanista como contrapeso al poder que emana de los «burócratas» y la «élite» de Bruselas. Jordan Bardella, el delfín de Le Pen, lo ha descrito como el grupo que marcará el equilibrio en Europa, rechazando la avalancha de inmigrantes, la ecología punitiva y la confiscación de nuestra soberanía. El manifiesto ‘patriótico’ recoge el compromiso con «la soberanía sobre el federalismo, la libertad sobre las órdenes y la paz sobre la guerra». Sus tres líneas de acción pasan por fortalecer su discurso contra la inmigración irregular, frenar el Pacto Verde y enfocarse en la recuperación económica.
Este reajuste de la extrema derecha europea se produce en un momento de creciente apoyo en las urnas, tanto en las elecciones nacionales como en las europeas. Sin embargo, enfrenta el desafío de convertir este buen momento en una presencia significativa en los gobiernos o en las instituciones europeas.
Este fortalecimiento de la familia más prorrusa de la cámara no es una buena noticia para Ursula von der Leyen, candidata a repetir al frente de la Comisión Europea. La alemana tiene su examen en la Eurocámara el próximo 18 de julio, y necesita el aval de 361 de los 720 nuevos eurodiputados. Los números están muy ajustados y la mayoría de centro sobre la que busca apoyarse es hoy más volátil.