La Rusia de Vladimir Putin ha lanzado otro pulso a la comunidad internacional mostrando su capacidad para maniobrar en distintos frentes al mismo tiempo, manteniendo una doble estrategia de diálogo y agresión. Mientras sus aliados y tentáculos propagandísticos proyectan mensajes de paz y negociación, sus terminales militares imponen el terror en las ciudades ucranianas, una táctica que sigue el manual clásico de negociación del régimen ruso.
Este lunes, Moscú ha atacado Ucrania con más de 40 misiles de diversos tipos, incluyendo misiles de crucero y balísticos, provocando más de 20 muertos hasta el momento. Los misiles balísticos Kinzhal, conocidos por su capacidad destrucción, han causado especialmente daño. El uso masivo de estos proyectiles tiene un objetivo claro: saturar las defensas antiaéreas ucranianas, haciendo mucho más difícil su derribo.
La capital, Kiev, ha sufrido daños significativos. Varios de sus barrios céntricos han sido impactados por los misiles, dejando un horroroso panorama de destrucción. Los ciudadanos de Kiev han tenido que buscar refugio en los sótanos y en el metro, una imagen que recuerda a los tiempos de los bombardeos nazis en Londres durante la Segunda Guerra Mundial.
El Kremlin ha demostrado una vez más su desprecio por el derecho internacional y las normas de la guerra al atacar objetivos civiles. Entre los blancos perseguidos se encontraban ubicaciones en el centro de la ciudad, un claro intento de aterrorizar a la población ucraniana e imponer costes inasumibles al Gobierno ucraniano por su resistencia a la invasión rusa.
El ejemplo más flagrante de esta táctica ha sido el ataque al hospital materno-infantil de Okhmatdyt con un misil balístico, el arma más precisa del arsenal ruso. Este centro es una localización bien conocida por Rusia, y el hecho de que un proyectil de tal magnitud y precisión haya caído sobre él hace muy difícil creer que se deba a un error.
Durante toda la mañana, varios misiles han caído en ráfagas sobre diferentes zonas de la ciudad. Algunos de ellos eran proyectiles enteros y otros, los restos de misiles interceptados por las baterías Patriot, las únicas capaces de derribar estos temibles proyectiles.
Este último ataque de Rusia se produce tras los resultados de las elecciones francesas y la decepción de la candidatura preferida por el Kremlin, la de Marine Le Pen. Durante los últimos días, perfiles oficiales del régimen ruso han hecho llamadas a votar a esta formación en las redes sociales. La semana pasada, el primer ministro húngaro, Viktor Orban, se presentó en Moscú para intentar una paz negociada. Sin embargo, este último ataque deja claro que Putin no desea la paz, sino la victoria a cualquier precio.
A pesar de los mensajes de paz y diálogo que emite a través de sus aliados y su maquinaria propagandística, la Rusia de Putin sigue demostrando con sus acciones que no tiene intención de detener su agresión. Los ataques a las ciudades ucranianas y las víctimas civiles que están provocando son una clara muestra de ello.