En lo que podría describirse como una noche de tensiones y sorpresas en las elecciones legislativas francesas, el Nuevo Frente Popular ha emergido con la primera posición, desafiando las proyecciones que sugerían una victoria de la extrema derecha liderada por Marine Le Pen. Este resultado ha despertado sentimientos de alivio y alegría entre los seguidores del partido, especialmente en la Plaza de Stalingrado en París, donde las celebraciones comenzaron al conocerse la noticia.
Este ha sido un ciclo electoral emblemático en Francia, marcado por la polarización y el descontento. La victoria de la extrema derecha en la primera vuelta hizo temer que el Hotel de Matignon, la residencia oficial del primer ministro francés, pudiera estar a punto de cambiar de manos. Sin embargo, la coalición de izquierdas que conforma el Nuevo Frente Popular ha logrado superar estos temores.
En España, la noticia de la victoria del Nuevo Frente Popular fue recibida con entusiasmo. Los simpatizantes compartieron en las redes sociales la famosa escena de Casablanca donde la banda del Café de Rick ahoga los himnos nazis tocando La Marsellesa, como un símbolo de resistencia y unidad frente a la amenaza de la extrema derecha.
La denominación de la coalición de emergencia, el grito de guerra «no pasarán» que ha resonado en sus mítines, parece haber tenido un impacto significativo. Ha movilizado a la Francia progresista y ha unido a la ciudadanía republicana.
Sin embargo, uno de los movimientos más estratégicos que parece haber inclinado la balanza a favor del Nuevo Frente Popular es que tanto el centro como la izquierda decidieron retirar a sus candidatos en aquellas circunscripciones donde hubieran quedado en tercer lugar. Esto permitió el voto útil contra los ultras, una estrategia que demuestra que en política, los sentimientos deben ir de la mano de las matemáticas.
A pesar de la euforia por esta victoria, es importante no perder de vista que en muchas de las 577 circunscripciones en las que se divide electoralmente el país, la extrema derecha estuvo muy cerca de obtener un escaño. Este resultado sugiere que, más que una victoria, es una prórroga: el descontento seguirá presente.
El descontento se dirige en primer lugar contra el presidente de la República, Emmanuel Macron, que ha ejercido el poder de manera autoritaria. Pero también se alimenta de la pérdida de poder adquisitivo, causada por la inflación y la crisis energética derivada de la guerra en Ucrania. Además, la inseguridad creciente actúa como combustible para el miedo y la incertidumbre.
La Unión Europea ya carga con Orbán y Meloni. Si la extrema derecha se hubiera apoderado del gobierno de Francia, antesala de la presidencia de la República, el peso podría haberse vuelto insoportable. La victoria del Nuevo Frente Popular, sin embargo, ha permitido a Europa respirar.
Formar un nuevo gobierno no será tarea fácil para el Nuevo Frente Popular, que tendrá que buscar alianzas con lo que queda después de Macron. Tendrá que lograr la convivencia entre los de Mélenchon y los renacidos socialistas. Si no se logra un giro social notable, el voto a la contra podría caer en el desánimo.
Sin embargo, este domingo ha sido un día que anticipa un nuevo rumbo para Francia, uno que se alinea con los principios de Libertad, Igualdad y Fraternidad. Es un recordatorio de que, a pesar de los desafíos, la historia también se reivindica en los detalles.