El sueño de la extrema derecha de llegar al poder en Francia ha sufrido un fuerte revés. La formación política, que esperaba formar gobierno por primera vez en la Quinta República con mayoría absoluta, terminó en un distante tercer lugar, detrás del bloque de izquierdas y de las fuerzas de Emmanuel Macron, a pesar de que estas últimas habían sido consideradas prácticamente acabadas.
El ambiente de celebración en el salón de eventos de París donde el Reagrupamiento Nacional (RN), el partido de extrema derecha, esperaba festejar su éxito, se tornó sombrío en minutos a medida que se anunciaban los resultados. Aunque los resultados muestran que el partido de Marine Le Pen sigue incrementando su fuerza parlamentaria, alejan más que nunca la posibilidad de llegar al poder que habían estado tan cerca de alcanzar en las últimas semanas.
Jordan Bardella, el protegido de Le Pen, quien esperaba convertirse en el primer jefe de gobierno de la extrema derecha llegado al poder por la vía democrática, denunció una «alianza contra natura» que, según él, ha «privado a millones de franceses de su deseo de recomponer Francia» y lanza al país «a los brazos de [Jean-Luc] Mélenchon», el líder del partido de izquierda radical La Francia Insumisa. Sin embargo, Bardella aseguró que no se rendiría. «Todo comienza esta noche», prometió.
A medida que se anunciaban los resultados, muchos de los alrededor de quinientos militantes invitados empezaron a irse o se concentraban en el bar instalado al fondo de la sala, con una expresión de derrota. Las banderas francesas que se habían repartido antes colgaban desangeladas de la mano de los asistentes, o habían sido directamente guardadas.
Marine Le Pen fue breve en sus palabras después de conocerse las proyecciones de los resultados. “La situación de Macron es insostenible”, declaró a la cadena TF1. “Nuestra victoria ha sido retrasada”, continuó Le Pen, y criticó la estrategia de la izquierda, los centristas y parte de la derecha para bloquearle el paso al gobierno. Predijo «unos años más de inmigración y de perder poder adquisitivo».
A pesar de la sorpresa generalizada por la derrota final, la euforia inicial por una victoria sin precedentes, respaldada por los resultados de las elecciones europeas y los de la primera vuelta de las legislativas, se había ido disipando en la última semana, conforme se fortalecía el frente unido que hasta ahora siempre ha logrado frenar a la extrema derecha.
En las elecciones triangulares, donde el voto queda más disperso, se habría beneficiado al RN. Sin embargo, más de 200 desistimientos (la renuncia del tercer candidato clasificado en la primera vuelta para concentrar los votos en la segunda vuelta en el oponente con más posibilidades de derrotar al RN) hicieron que los principales institutos demoscópicos empezaran a alejar cada vez más al partido de Le Pen de la cifra soñada de la mayoría absoluta de 289 escaños.
A medida que pasaban los días y se disparaban los rumores de posibles alianzas inéditas entre partidos que hasta entonces se habían tirado todos los trastos posibles, incluso la posibilidad de una mayoría relativa «sólida» del RN, pronosticada hasta entonces en torno a los 270 diputados, comenzó a reducirse sensiblemente. Pero nadie esperaba que se quedaran tan lejos de la meta soñada.
El nerviosismo empezó a hacerse patente ya entonces entre el RN. Hasta el punto de que un Bardella, que hasta entonces se veía como primer ministro, empezó a denunciar la maniobra como una “alianza del deshonor”. En su último mensaje en las redes sociales antes de que concluyera la campaña exprés, el viernes, Bardella llamó a los suyos a movilizarse este domingo para “no dejarse robar la victoria”.
A pesar de las alianzas anti-RN, el partido lepenista cometió sus propios errores. No midió bien el impacto de propuestas como su plan de impedir a los binacionales obtener puestos sensibles en materia de seguridad nacional. Aunque teóricamente solo afectaría a unas decenas de personas y es una práctica asumida en muchos países, fue denunciada como una prueba de ese espíritu antiinmigración que inunda todo el partido de extrema derecha. Y en Francia, son más de tres millones de personas las que tienen dos pasaportes.
También una Le Pen cada vez más irritada denunció las maniobras de un “partido único” conformado por los que “quieren conservar el poder contra la voluntad del pueblo”, aunque, en último término, sea ese pueblo el que se ha pronunciado con su voto anti-RN.
A pesar de todo, el resultado de este domingo confirma el avance, también sin precedentes, de una formación que hasta hace poco era prácticamente un partido apestado. Ahora no solo vuelve a aumentar su fuerza en la Asamblea Nacional, también ha conseguido convertirse en un partido al que muchos franceses reconocen abiertamente votar, algo que antes no hacían.