Un nuevo estudio publicado en The Lancet Planetary Health arroja luz sobre las interacciones entre el diseño urbano, la salud de la población y la sostenibilidad ambiental. La investigación ha identificado cuatro tipos básicos de configuraciones urbanas en Europa: ciudades compactas de alta densidad, ciudades abiertas de baja altura-densidad media, ciudades abiertas de baja altura-baja densidad y ciudades verdes de baja densidad.
El estudio, llevado a cabo por el Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal), muestra que las ciudades más verdes y menos densamente pobladas tienen menores tasas de mortalidad, menores niveles de contaminación atmosférica y menor efecto de isla de calor urbano, pero generan mayores huellas de carbono per cápita. En contraste, las ciudades compactas de alta densidad presentan tasas de mortalidad más altas, menos espacios verdes, peor calidad del aire y un efecto de isla de calor urbano más fuerte, pero emiten menos gases de efecto invernadero (CO2) per cápita.
Las ciudades compactas, como Barcelona, Milán, París y Basilea, se caracterizan por tener una superficie reducida y una alta densidad de población. A pesar de las ventajas que presentan en términos de movilidad de corta distancia y eficiencia energética, presentan un reto en términos de calidad ambiental. Según Tamara Iungman, investigadora de ISGlobal y una de las autoras principales del estudio, estas ciudades «presentan una mala calidad ambiental y necesitan superar importantes retos». Sin embargo, agrega que «el potencial de reducción de la dependencia del coche, la transitabilidad a pie o el acceso a servicios y oportunidades de interacción social son claras ventajas del modelo de ciudad compacta».
Por otro lado, las ciudades abiertas de baja altura y densidad media y las ciudades abiertas de baja densidad y baja altura, como Bruselas, Dublín, Leipzig, Pisa, Oviedo y Toulouse, presentan una densidad de población y una disponibilidad de zonas peatonales, carriles bici y zonas verdes intermedias.
Las ciudades verdes de baja densidad, como Helsinki, Rennes, Aarhus o Estocolmo, presentan la mayor superficie y la menor densidad de población, con una alta disponibilidad de carriles bici y espacios verdes naturales. Aunque estas ciudades muestran el menor efecto de isla de calor urbano y los niveles de contaminación del aire más bajos, su dispersión las hace menos eficientes energéticamente y más costosas en términos de huella de carbono per cápita.
Según la investigación, las ciudades compactas de alta densidad y las ciudades abiertas de baja altura y densidad media presentan los flujos de tráfico motorizado más altos, lo que resulta en los mayores niveles de exposición adversa a la contaminación del aire y al efecto de isla de calor urbano. Estas ciudades también presentan las tasas de mortalidad más altas.
El estudio analizó 919 ciudades europeas utilizando una serie de variables, entre ellas la superficie, la densidad de población, la disponibilidad de zonas peatonales y carriles bici, la disponibilidad de zonas verdes, los flujos de tráfico, los niveles de contaminación del aire y las tasas de mortalidad. Los datos fueron recopilados de varias fuentes, incluyendo imágenes de satélite, la base de datos Urban Audit 2018, la base de datos Open Transport Map (OTM), el inventario de emisiones de CO2 ODIAC y la base de datos de Eurostat.
Mark Nieuwenhuijsen, responsable del programa de Clima, Contaminación Atmosférica, Naturaleza y Salud Urbana de ISGlobal y autor principal del estudio, resalta que «debemos aprovechar el potencial de nuestras ciudades compactas a través de modelos innovadores, como las supermanzanas, los barrios de bajo tráfico o sin coches, incorporando alternativas como soluciones basadas en la naturaleza». Destaca también la importancia de reducir el uso del coche y de apostar aún más por el transporte activo y público.