La elección presidencial en Irán se ha centrado en gran medida en el futuro del programa nuclear del país, después de la muerte de Ebrahim Raisi que provocó una cita electoral anticipada. Dos visiones muy diferentes de cómo debería ser el estado compiten por la presidencia, con propuestas que tienen un impacto significativo en la vida cotidiana de esta sociedad polarizada de 88 millones de personas. La crisis económica que ha estado azotando a Irán durante años, provocada por la inflación rampante que supera el 40% y una rápida devaluación de la moneda local, ha situado a las sanciones internacionales al programa nuclear iraní en el centro de la campaña.
Los candidatos de línea dura han negado en los acalorados debates electorales que las sanciones internacionales hayan tenido un impacto en la economía del país. Saeed Jalili, un candidato de línea dura con gran apoyo para ganar la presidencia, afirmó que «la comunidad internacional no está compuesta solo por dos o tres países occidentales». Jalili, quien ocupó un cargo importante en las negociaciones nucleares anteriores, se opone categóricamente a un acercamiento con Occidente o a hacer concesiones para que Estados Unidos levante las sanciones.
Masoud Pezeshkian, el único candidato reformista, aboga por reanudar las relaciones con los países occidentales para levantar las restricciones y permitir que Irán impulse su economía. «Sin una política exterior razonable, no podemos presionar para obtener beneficios económicos, ni siquiera podemos tener buenas relaciones con nuestros amigos», advirtió el ex ministro de exteriores iraní, Mohammad Javad Zarif.
Zarif, el ex jefe de la diplomacia persa durante la presidencia del reformista Hasan Rohani, ha expresado su apoyo público a la candidatura de Pezeshkian. Durante la campaña, Zarif ha presentado datos que muestran cómo el acuerdo nuclear de 2015 con Estados Unidos, en el que Teherán se comprometió a reducir las centrifugadoras y disminuir sus reservas de uranio enriquecido, disparó las ventas de petróleo y ayudó al crecimiento económico del país.
Las elecciones se producen en un momento de gran desapego electoral, con cifras récord de baja participación en las últimas dos elecciones, un fenómeno que los analistas atribuyen a la crisis económica y al desencanto con el sistema actual después de las masivas protestas antigubernamentales de 2022. Sin embargo, la campaña de Pezeshkian ha sacudido la campaña electoral y ha dado esperanzas al sector reformista de atraer a los ciudadanos a las urnas.
Una reciente investigación de la agencia atómica de Naciones Unidas (OIEA) reveló que las reservas de uranio enriquecido en Irán han aumentado en los últimos meses hasta el 60% y siguen creciendo. Los niveles de desarrollo de Irán podrían acercarse rápidamente al 90%, cantidad suficiente para desarrollar armas. Aunque Teherán ha insistido en que su programa nuclear tiene solo fines pacíficos, la agencia internacional advirtió que Irán podría construir tres armas nucleares en cuestión de semanas si así lo decide.
Francia, Alemania y el Reino Unido denunciaron recientemente la «escalada suplementaria» del programa iraní, después de que Teherán decidiera agregar cientos de centrifugadoras más a sus instalaciones nucleares para aumentar las reservas de uranio enriquecido. Por su parte, Estados Unidos ha adoptado una postura discreta en los últimos meses, y no se unió a la denuncia, mientras continúa las conversaciones indirectas con la mediación de Omán. Al igual que Teherán, Washington está a la espera de los resultados de las elecciones para decidir entre la estabilidad o el cambio.