En medio de la persistente guerra en la Franja de Gaza, Israel se encuentra en un punto de inflexión, masticando la tensión creciente en su frontera norte entre la dialéctica de la guerra y la diplomacia. En un intento por evitar una guerra de mayor intensidad en Líbano, el país está priorizando las negociaciones, aunque la realidad en terreno indica que la situación no está avanzando hacia un acuerdo con la guerrilla chií Hezbolá. Israel está reforzando sus fuerzas en la frontera norte, trasladando algunas desde la zona de Gaza, y llevando a cabo entrenamientos militares para prepararse para un posible conflicto.
Yoav Gallant, el ministro de Defensa israelí, ha viajado a los Estados Unidos, buscando el apoyo de su principal aliado. Desde allí, ha declarado que su opción preferida es reducir la tensión en el norte para evitar un enfrentamiento más directo con Hezbolá. Sin embargo, recientemente lanzó una amenaza contundente, advirtiendo que si estalla la guerra, Israel podría enviar a Líbano “de vuelta a la edad de piedra”.
Los últimos ocho meses han visto un aumento en la violencia de baja intensidad entre los dos países. Según datos recopilados por Al Jazeera, Israel ha lanzado 6.142 ataques sobre territorio libanés en comparación con los 1.258 de Hezbolá. La violencia ha dejado un saldo de 21 muertos en el lado israelí y 543 en el libanés.
En medio de esta tensión, el ejército de Israel está llevando a cabo ejercicios militares para prepararse para una posible amenaza desde el otro lado de la frontera. Estos ejercicios involucran tanto a infantería como a vehículos, y están diseñados para preparar a las fuerzas israelíes para un conflicto en un terreno montañoso, muy diferente al desértico de Gaza.
Al mismo tiempo, los gobiernos de Estados Unidos y Francia han emitido advertencias respecto a la situación en Líbano. El gobierno estadounidense recomendó a sus ciudadanos que “reconsideren seriamente” cualquier viaje a Líbano, mientras que el gobierno francés expresó su “extrema preocupación” por la gravedad de la situación y pidió moderación a las partes en conflicto.
El 12 de junio, la milicia libanesa lanzó su mayor ofensiva sobre Israel, con hasta 215 proyectiles que llegaron hasta la ciudad de Tiberíades, a más de 60 kilómetros de la frontera. La semana siguiente, el líder de la guerrilla, Hasan Nasralá, declaró que no desea una “guerra total”, pero que, si es necesario, combatirán “sin reglas ni límites”.
Este conflicto en aumento supone una enorme carga para Israel, tanto en términos económicos como de vidas humanas. Los planes para cumplir sus objetivos en la Franja de Gaza, acabar con Hamás y traer de vuelta a los rehenes, están muy lejos de cumplirse. La ciudadanía se encuentra cada vez más insatisfecha, con muchas personas creyendo que no se puede priorizar la vía militar sobre la humanitaria.
El primer ministro Benjamín Netanyahu ha sido señalado como el principal responsable de que el conflicto, que lleva más de ocho meses, no muestre signos de disminuir. Las manifestaciones públicas han sido cada vez más frecuentes y la firma de un alto al fuego parece más lejana cada vez que se vislumbra un atisbo de optimismo.
Los ataques y contraataques a lo largo de la denominada Línea Azul, que los militares de la ONU en el lado libanés tratan de proteger, han sido constantes por parte de ambos, Israel, con el apoyo de Estados Unidos, y Hezbolá, respaldada por Irán, desde el inicio de la actual guerra el pasado 7 de octubre. Esta guerra ha dejado más de 37.000 muertos en el enclave palestino. La milicia chií, que vivió su peor enfrentamiento contra Israel en 2006, se solidarizó rápidamente con Hamás, lanzando proyectiles en respuesta a los ataques israelíes.