Negociaciones tensas y dramáticas para los altos cargos de la UE: desafíos, promesas y cenas | Internacional

EL PAÍS

En el reciente encuentro de los líderes de la Unión Europea en Bruselas, el ambiente estaba tenso. El objetivo era discutir los nombramientos de las altas posiciones de la Unión, pero las negociaciones comenzaron con dos horas de retraso y con la mayoría de las posiciones políticas ya establecidas. Sin embargo, no se llegó a un compromiso político para la futura cúpula europea. Este escenario se desarrolló en una sala del Consejo Europeo de Bruselas, sin teléfonos móviles ni asesores presentes.

Antes de la cena, en otra sala del edificio acristalado en forma de cubo, uno de los centros de poder más influyentes de las instituciones comunitarias, los negociadores de las tres principales familias políticas europeas comenzaron a negociar para designar a quienes presidirán la Comisión Europea y el Consejo Europeo durante los próximos cinco años, así como a la persona que ostentará la jefatura de la diplomacia de la UE.

Los candidatos propuestos incluían a la conservadora Ursula von der Leyen para repetir al frente del Ejecutivo comunitario; al socialista portugués António Costa para el Consejo y a la liberal estonia Kaja Kallas como alta representante para Política Exterior y Seguridad. Sin embargo, las negociaciones se estancaron cuando los populares exigieron que se reconociera su victoria en las elecciones europeas y demandaron la mitad del mandato del Consejo Europeo.

Mientras las negociaciones se llevaban a cabo, los demás líderes esperaban, manteniendo reuniones bilaterales y tomando café. La primera ministra ultraderechista de Italia, Giorgia Meloni, expresó su descontento por no formar parte de las negociaciones, a pesar de ser la líder de un gobierno estable en la tercera economía de la UE.

Los líderes de los «países pequeños», como el conservador sueco Ulf Kristersson y el irlandés Simon Harris, también criticaron que no se los tuviera en cuenta. Consideraron que se estaban formando cada vez más pactos secretos, incluso para los puestos intermedios.

Esta reunión de alto nivel se anticipaba como diferente a las anteriores, que estuvieron marcadas por la competencia política. En 2014, una mini-cumbre del eje del norte se opuso al nombramiento del conservador luxemburgués Jean-Claude Juncker. En 2019, la reunión se desmoronó cuando el candidato respaldado por la canciller Angela Merkel, el socialdemócrata holandés Frans Timmermans, fue vetado por su propio Partido Popular Europeo (PPE).

Después de las elecciones europeas del 9-J, donde la subida de la ultraderecha dejó muy tocados a los gobiernos de Francia y Alemania, había una prisa por resolver la cuestión de los nombramientos. Sin embargo, el juego de poder es inevitable. Todos los líderes quieren la mejor cuota posible en el próximo Ejecutivo comunitario.

Meloni ha insistido en que Italia, que tiene el gobierno más sólido de todos, debe tener un papel de alto nivel. Algunos observadores creen que la líder italiana está sobreactuando y utilizando esta postura como una forma de presión política. Sin embargo, también es una advertencia de cómo podría ser un Consejo Europeo en crisis permanente si se aísla a la ultraderecha.

Los líderes se volverán a reunir este jueves y viernes en Bruselas para intentar cerrar el acuerdo. No obstante, los contactos y las negociaciones no cesan. Todos reclaman a Von der Leyen una buena cartera a cambio de su apoyo.

La alianza de PPE, socialdemócratas y liberales que históricamente ha sostenido a la Unión suma 399 escaños. Esta cifra es demasiado ajustada en un proceso de votación secreto en el que Von der Leyen no tiene garantizados ni siquiera todos los votos de su partido. Esto ha aumentado las apuestas por el apoyo que le daría la holgura necesaria, que para algunos sectores de la derecha está en un acercamiento a Meloni (24 eurodiputados), mientras que otros miran hacia los Verdes (51 escaños).

En este contexto, Meloni, presidenta de un partido con raíces neofascistas, busca negociar, jugar y pactar para conseguir una vicepresidencia ejecutiva para Italia. Sin embargo, en la reciente cumbre, se sintió excluida y afirmó que no se estaban tomando en cuenta las señales provenientes de los ciudadanos y que no se estaba reflexionando sobre el cambio de ritmo en las prioridades.

Con la cena concluida y los asesores ya presentes, quedó claro que no habría una declaración de compromiso político como Von der Leyen habría querido. Ahora, el acuerdo y el debate deben madurar hasta el próximo jueves, cuando los líderes esperan llegar a un acuerdo que marcará el futuro de la UE.

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