El conflicto en la Franja de Gaza, un territorio asolado que lucha por su existencia, ha alcanzado un nuevo pico de intensidad. El viernes por la noche, el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) informó de un devastador bombardeo que dejó al menos 22 muertos y 45 heridos. Este episodio de violencia ocurrió mientras el ejército israelí intensificaba sus ataques en ese atribulado territorio palestino.
El bombardeo provocó una afluencia masiva de víctimas al cercano hospital de campaña de la Cruz Roja. El Ministerio de Salud de Gaza, territorio administrado por el grupo islamista palestino Hamas, informó de 25 muertos y 50 heridos, y acusó a los israelíes de haber atacado a los civiles desplazados en Al Mawasi. Sin embargo, un portavoz del ejército israelí sostiene que no hay indicios de que el IDF (ejército israelí) haya llevado a cabo un ataque en la zona humanitaria de Al Mawasi.
El CICR ha expresado su preocupación por el hecho de que se dispare tan peligrosamente cerca de estructuras humanitarias, poniendo en peligro la vida de los civiles y del personal. El incidente está siendo investigado.
La intensificación de los ataques por parte de las fuerzas israelíes se hace cada vez más palpable en el estrecho territorio palestino. Testigos reportan un día difícil y muy violento en Ciudad de Gaza, con alrededor de 30 mártires trasladados al hospital Al Ahli.
El centro del territorio y Rafah también han sido blanco de bombardeos. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), más de un millón de las 1,4 millones de personas que vivían en Rafah, en su mayoría desplazados de guerra, huyeron desde el 7 de mayo, cuando comenzó la operación terrestre israelí en la ciudad.
Tras más de ocho meses de guerra, la situación en Gaza es crítica y la población está al borde de la hambruna, según la ONU. La ayuda humanitaria llega con cuentagotas y la «pausa» diaria anunciada por el ejército israelí en las operaciones en el sur no tiene «ningún impacto» en el encaminamiento de víveres.
La guerra se desencadenó el 7 de octubre, cuando milicianos islamistas de Hamas mataron a 1.194 personas, en su mayoría civiles, y secuestraron a 251 en el sur de Israel, según un recuento basado en datos oficiales israelíes. En respuesta, Israel lanzó una ofensiva que ya ha dejado al menos 37.431 muertos en Gaza, también civiles en su mayoría, según el Ministerio de Salud.
El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, afirmó que Israel libra «una guerra por su existencia» y que su país necesitaba las armas de Estados Unidos, su aliado histórico con el que las relaciones se han tensado por el conflicto.
El secretario de Estado, Antony Blinken, que se reunió el jueves en Washington con responsables israelíes, subrayó la importancia de evitar una nueva escalada en Líbano, donde Hizbul abrió el frente en apoyo de su aliado Hamas el 8 de octubre. También expresó su preocupación de que Líbano no se convierta en «otra Gaza».
El jefe de ese movimiento islamista, Hasan Nasrallah, advirtió que «ningún lugar» de Israel estaría a salvo si el gobierno israelí abriese un frente en su frontera norte. El jefe del ejército israelí, el general Herzi Halevi, respondió que su país tiene «capacidades infinitamente superiores» a las de Hizbul.
Este conflicto, que ha causado un sufrimiento humano inconmensurable, sigue sin resolverse. La comunidad internacional sigue observando con esperanza y temor, mientras los esfuerzos de mediación continúan en un intento por alcanzar una solución pacífica duradera.