Hace siete años, Emmanuel Macron, con su carisma juvenil, llevó a más de 300 diputados a la Asamblea Nacional francesa. A pesar de los cambios de nombre de su partido, siempre fue conocido como el partido de Macron. Sin embargo, hoy en día, esa imagen ha cambiado drásticamente.
Los candidatos de su partido evitan usar su nombre y su imagen en sus campañas para las elecciones legislativas programadas para el 30 de junio y el 7 de julio. Estos diputados, que buscan revalidar sus escaños, están tratando de hacerse un nombre por sí mismos y alejarse de la figura del presidente, que para muchos se ha convertido en un lastre.
En el sur de Francia, en un pueblo llamado Mauguio, el diputado macronista Patrick Vignal hace campaña. Enfrenta la resistencia de los votantes, como Jean-Marie Pla, un pintor jubilado y comunista orgulloso, que critica duramente las políticas de Macron. Pla promete abstenerse si Vignal pasa a la segunda ronda contra un rival de extrema derecha, argumentando que es Macron, no la izquierda, quien ha permitido el ascenso del Reagrupamiento Nacional (RN) de Marine Le Pen.
El RN arrasó en las elecciones europeas del 9 de junio en toda Francia, un golpe humillante para los leales a Macron. En respuesta a este resultado, Macron anunció la disolución de la Asamblea y la convocatoria de nuevas elecciones. Esta decisión ha dejado a los diputados de Macron en una campaña difícil, en la que parece improbable que puedan mantener la mayoría.
A lo largo de su mandato, Macron ha enfrentado la revuelta de los chalecos amarillos, la impopular reforma de las pensiones y las críticas por la arrogancia del poder monárquico francés y la descripción de Macron como el “presidente de los ricos”. Estos factores han llevado a que su imagen ya no sea un activo, sino más bien un obstáculo.
Gabriel Attal, el político de 35 años nombrado primer ministro por Macron en enero y que podría perder su cargo después de las elecciones, también ha tenido que enfrentarse a la ira de los ciudadanos. Durante una visita a Le Perreux-sur-Marne, un municipio cerca de París, un ciudadano le dijo que le gustaba, pero que Macron debería callarse.
La figura del presidente se ha convertido en un problema para los macronistas en esta campaña. Uno de sus ex primeros ministros, Édouard Philippe, le aconsejó que se apartara, pero Macron ha seguido hablando. Incluso ha causado malestar en su propio partido, como cuando criticó a «la extrema izquierda» por proponer permitir el cambio de sexo en el ayuntamiento.
En este ambiente, muchos macronistas prefieren que el presidente hable lo menos posible. Philippe ha sugerido que «hay que pasar a otra cosa», mientras que Attal se distancia de su mentor y sueña con el Elíseo en 2027. Parece como si todos, incluyendo a los macronistas, quisieran pasar la página del macronismo.
A pesar de todo, todavía hay quienes apoyan a Macron y a su partido. Xavier Magne, el farmacéutico del pueblo de Mauguio, explica que votó por Macron y lamenta que se haya convertido en el blanco de las críticas de todo el país. Sin embargo, cree que una quinta parte del electorado, o quizás más, sigue siendo macronista.
Vincent Malavielle, un funcionario jubilado, argumenta que cualquier persona en la posición de Macron habría enfrentado las mismas críticas. Asegura que el problema es que en París «son demasiado de traje y corbata».
Vignal, por su parte, no está contento con la decisión de Macron de disolver la Asamblea, pero reconoce que Macron ha enfrentado numerosas crisis durante su mandato, desde disturbios hasta la pandemia de COVID-19 y la guerra en Ucrania. A pesar de todo, sigue siendo pragmático: si evitar poner la foto de Macron en los carteles ayuda a ganar votos, entonces eso es lo que va a hacer.
La campaña continúa en la plaza de Mauguio, con Vignal repartiendo folletos que solo llevan su rostro y el de su suplente. A pesar de las críticas y los desafíos, sigue siendo optimista. «¿Hacemos una apuesta?», le dice a Pla. «Te invito al aperitivo, porque vamos a ganar».