Nelson Carrasco Bravo, analista internacional, nos brinda su visión desde Santiago, sobre el reciente crecimiento del fascismo en Europa, que ha conseguido el 25% de los escaños en el Parlamento Europeo. El escenario que se vislumbra para Europa incluye guerra, intolerancia y recortes democráticos a manos de fuerzas autodenominadas como “centro-derecha” o “conservadoras”.
Se plantea la idea de que si la derecha avanza es porque la izquierda retrocede, una afirmación que se presenta como un juego democrático “validado en las urnas”. Sin embargo, este planteamiento es más complejo de lo que parece y Carrasco insta a la sociedad a reflexionar profundamente sobre el tema.
Para comprender la realidad política y sus contradicciones históricas fundamentales, es necesario exponer todos los elementos sobre la mesa y tener la capacidad crítica para entender, corregir y definir. En este sentido, una pregunta fundamental que surge es: ¿Por qué avanza la derecha?
Carrasco sostiene que tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, no se sometieron a juicio a todos los responsables de las atrocidades cometidas. Los juicios de Nuremberg fueron sólo una pincelada de justicia y una burla para la Humanidad. De manera paralela, se inició un proceso de blanqueamiento, cuando no ocultamiento, de los criminales que llevaron al mundo al borde del colapso.
Este hecho político de impunidad permitió que el tronco histórico del nazismo y el fascismo mutara en partidos y movimientos de ultraderecha que, como observamos hoy, se extienden nuevamente no solo por Europa, sino por todo el mundo.
El surgimiento de estos movimientos políticos derechistas es una respuesta para frenar el avance arrollador de las masas trabajadoras desde principios del siglo XX, agrupadas en los movimientos de izquierda, partidos socialistas y especialmente los partidos comunistas. La burguesía política y económica mundial, al verse amenazada, constituye y financia estas expresiones políticas antidemocráticas para defender sus intereses.
En la actualidad, las ideas promotoras del odio se presentan como “sentido común”, distorsionando la realidad y negando las contradicciones de una sociedad dividida en clases antagónicas, validadas por los medios de comunicación masivos hegemónicos. Sin embargo, los postulados son los mismos que permitieron el surgimiento de Mussolini, Hitler y Franco y posteriormente las dictaduras cívico militares de América.
La actual crisis del capitalismo ha generado este resurgimiento del fascismo. Las permanentes crisis del modelo capitalista ponen en evidencia la necesidad de un cambio en el rumbo del desarrollo humano. La explotación y sobreexplotación por parte del capital, tanto de los recursos naturales como de los trabajadores, han generado la mayor concentración económica conocida en la historia de la Humanidad.
El deterioro de nuestro entorno y la ruptura de los delicados equilibrios naturales se agravan con la sobreexplotación de la naturaleza y el sometimiento de la sociedad a un modelo antihumano. Resulta evidente que a mayor desarrollo del modelo capitalista, la especie humana aumenta sus posibilidades de acelerar su propia extinción.
Las políticas de dominación del imperialismo se ven entorpecidas por la exigencia de una parte de la sociedad mundial de promover un mundo construido sobre el respeto entre las naciones y responsable con el medio en que vivimos. Otras formas de desarrollo político, social, económico y cultural son posibles. La fórmula de explotación indiscriminada impuesta con violencia tiene al planeta al borde de la extinción.
La falta de claridad y conciencia histórica en la sociedad permiten nuevamente recorrer caminos oscuros en lo político. Los movimientos progresistas y de izquierda se han transformado en movimientos políticos democratistas en unos casos y en otros han cedido posiciones frente a los socialdemócratas que ven con naturalidad negociar entendimientos con la derecha, aislados de los movimientos de los trabajadores.
Las organizaciones de trabajadores, que son el motor de las transformaciones económicas, políticas y sociales, han sido excluidas sistemáticamente de los espacios reales de toma de decisiones. Los trabajadores organizados por la defensa de sus derechos son el principal adversario de la clase patronal. Por lo tanto, las estrategias para su desprestigio, persecución y criminalización del movimiento sindical han sido múltiples: infiltración de las organizaciones para dividir sus fuerzas, desacreditación desde los medios de comunicación y persecución y desgaste de la dirigencia.
El embate de los nuevos fascismos es la respuesta negativa a la necesidad del cambio en Europa. Sin embargo, el nuevo fascismo no lo tendría tan fácil si no fuera por la complicidad que genera el “democratismo de izquierda” y la socialdemocracia.
Para muestra un botón: Pedro Sánchez vivió en carne propia hace muy poco la agresión de la ultraderecha internacional a manos de Milei de Argentina, apoyado por Abascal del partido Vox de España, a tal punto que se ve obligado a retirar su representación diplomática de la Argentina. Sin embargo, se sienta con Zelensky a solidarizar con la supuesta causa ucraniana y se compromete en mil millones de euros en ayuda para la guerra. Este accionar le resta consecuencia política y termina bailando el vals del nuevo fascismo.
Los exiguos resultados de la izquierda y el progresismo en las recientes elecciones del Parlamento de la Unión Europea ponen de manifiesto la desconexión que existe en la sociedad europea entre el pueblo y las fuerzas políticas democráticas. Los resultados son reflejo de ello. Hoy se necesita un nuevo liderazgo en la política, uno que permita al pueblo trabajador tener protagonismo para poner freno al desarrollo de las ideas del fascismo, ideas regresivas y retrógradas en todo sentido.
El resultado de las elecciones en Europa mostraron nuevamente hasta donde está dispuesto a llegar el imperialismo y la burguesía. La OTAN es el arma de guerra y los pueblos distraídos, en su mayoría jóvenes, los gladiadores que deberán morir para satisfacción de los amos.
Hoy los pueblos de los países europeos tienen la palabra. De ellos y de su acertada correlación de fuerzas depende el futuro. Es necesario avanzar en una mayor autonomía y alejarse de la influencia de Estados Unidos y la Otan. Y por supuesto avanzar en la desnazificación no solo de Ucrania, sino de Europa y de cada rincón del mundo.
Veremos que sucede…