La reciente elección europea ha dejado una estela de incertidumbre en el epicentro político de Europa. Aunque las sacudidas del terremoto político han cesado, la calma aún no se ha instalado. La lucha por la influencia y los puestos clave está en pleno apogeo. Los jefes de Estado y/o de Gobierno se reunieron para una cena informal en Bruselas, donde insinuaron que los cargos ya están prácticamente asignados. Sin embargo, la ruleta política seguía girando, con los comensales en reuniones y conversaciones en grupos pequeños, un elemento típico de la dramaturgia comunitaria europea.
El proceso de renovación de los altos cargos debe encontrar un equilibrio de género, geográfico y de color político. Sin embargo, con la euforia de la victoria electoral, el Partido Popular Europeo (PPE) ha pedido tres de los cuatro puestos más altos de la UE. Además de la Comisión, que creen que les corresponde por ser la primera fuerza en las elecciones, los conservadores quieren quedarse con la mitad del mandato de cinco años del Consejo Europeo. Los socialdemócratas, por su parte, sólo estarían de acuerdo si el mandato de la Comisión también se divide entre los dos.
Algunos de los nombres que se repiten en esta danza política incluyen a Ursula von der Leyen para la Comisión Europea, el portugués António Costa para la presidencia del Consejo Europeo, la maltesa Roberta Metsola para repetir en el Parlamento Europeo y la estonia Kaja Kallas como alta representante de la UE para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, en sustitución de Josep Borrell.
Nadie cuestiona el derecho del PPE a postular por la Comisión Europea, pero Von der Leyen, de 65 años, necesita el apoyo de una mayoría cualificada de 15 de los 27 países, que cubra al menos el 65% de la población del bloque. Sin embargo, actualmente cuenta con el apoyo de 13 jefes de Gobierno, según el canciller austríaco, Karl Nehammer. La alemana necesita más apoyos y sería conveniente que fuera el del francés Emmanuel Macron, del grupo centrista Renovación Europea, y el canciller alemán Olaf Scholz, del grupo S&D (Socialistas y Socialdemócratas).
Scholz y Macron salieron muy debilitados en estas elecciones, pero sin el apoyo de Francia y de Alemania no habrá Comisión Europea. Scholz desea un acuerdo rápido para no aumentar la presión política a la que está sometido, pero Macron, que ha convocado elecciones anticipadas, no cederá gratuitamente.
Si la actual coalición informal del PPE, los liberales de Renovación y los socialistas y socialdemócratas no encuentran una mayoría a favor de Von der Leyen, se necesitarán otros apoyos. Podrían ser los Verdes. O incluso fuerzas de extrema derecha, que han salido reforzadas de las elecciones.
Von der Leyen y el líder del PPE, Manfred Weber, ya habían mostrado una apertura hacia esa derecha con el argumento de que Europa necesita sumar y atraer los extremos al centro, pero la estrategia para lograr su reelección no fue bien recibida en todas las capitales europeas, y menos en Berlín. El canciller Scholz fue muy claro: si Von der Leyen pactaba con la extrema derecha no contaría con el apoyo de Alemania para presidir la Comisión.
Las negociaciones en la capital europea tienen su propia dinámica. Cada familia política designó a dos negociadores para dirigir las conversaciones: el griego Kyriakos Mitsotakis y el polaco Donald Tusk para el PPE, el español Pedro Sánchez y el alemán Olaf Scholz para el Partido de los Socialistas Europeos; y el neerlandés Marc Rutte y el francés Emmanuel Macron para los liberales.
Dado que la presidencia de la Comisión estará de nuevo en manos de los populares, los socialdemócratas europeos, que fueron la segunda fuerza en las elecciones, aspiran en esta ocasión al segundo puesto más preciado: la presidencia del Consejo Europeo, que queda libre el 1 de diciembre con la salida del liberal Charles Michel.
El principal nombre en juego para este puesto es el del ex primer ministro portugués Costa, a quien se le presume una muy buena relación con Von der Leyen, Sánchez y Macron, a pesar de haber sido investigado por la Justicia. Aunque cumple con la norma no escrita de aspirar al cargo tras haber sido jefe de Estado o de Gobierno de un país de la UE, no es el único candidato que cumple con ese requisito. También se menciona repetidamente a la primera ministra danesa, Mette Frederiksen.
La jefatura de la diplomacia europea sería en principio para un candidato liberal y suena con fuerza el nombre de la estonia Kaja Kallas, una de las voces más firmes en la UE a favor de continuar el apoyo a Ucrania y sancionar a Rusia. A su favor está el ser la única procedente de un país del Este, aunque su dura línea contra el Kremlin puede jugarle en contra.
Fuera de las tres grandes familias políticas europeas, la primera ministra italiana, Giorgia Meloni, ganadora en su país de los comicios, expresó su esperanza de que en la conformación de la nueva cúpula de la Unión Europea se «reconozca» el papel de Italia y se entienda el deseo de los electores, que se inclinaron mayoritariamente por la derecha.
Sólo cuando se haya alcanzado un acuerdo será el turno del nuevo Parlamento de la UE. Podrá votar a favor o en contra de la candidata propuesta. Esto será posible como muy pronto del 16 al 19 de julio, cuando se constituya la nueva Eurocámara. Después vendrán las vacaciones de verano. Por cierto, la Hungría de Viktor Orban ocupará la presidencia de turno de la UE a partir del 1 de julio, lo que podría suponer una presión adicional para alcanzar un acuerdo en el Parlamento.
Según los Tratados de la UE, los jefes de Gobierno son los únicos con derecho de nombramiento. Deciden por mayoría cualificada. Por tanto, no es posible que un individuo, como el notorio opositor húngaro Viktor Orban, impida que se fije el rumbo mediante el veto. El pleno del Parlamento votará la propuesta en Estrasburgo, donde el candidato debe lograr la mayoría absoluta de todos los diputados, es decir, 361 votos de un total de 720 mandatos.
Si la propuesta fracasa, habrá que presentar una nueva. Esto retrasaría la composición de la futura Comisión de la UE, con otros 26 Comisarios, hasta bien entrado el otoño.