El conflicto entre Israel y Hezbolá ha alcanzado un nuevo hito con la ofensiva más grande de la milicia libanesa contra el norte del Estado judío. Esta escalada de tensiones se ha desarrollado en paralelo a los ataques en Gaza y ha evolucionado hasta convertirse en una guerra de baja intensidad. Hezbolá lanzó 160 cohetes en dos tandas, activando alarmas en varias áreas, incluyendo la ciudad de Tiberias, a más de 60 kilómetros de la frontera y en la costa del mar de Galilea. Este ataque es el más lejano desde el inicio de la escalada hace ocho meses.
Los proyectiles fueron en su mayoría interceptados por los sistemas de defensa israelíes y no se reportaron víctimas. Hezbolá afirma que su objetivo eran puestos militares y una fábrica militar, en respuesta al asesinato de uno de sus comandantes, Taleb Abdala, y otros tres hombres armados en el pueblo de Yuaiya, al sur de Líbano.
Abdala era el comandante de la región centro de la zona fronteriza, una de las más golpeadas por el conflicto. Junto a Wissam al Tawil, el segundo al mando de una unidad de la fuerza de élite Radwan, fue uno de los altos mandos de Hezbolá más importantes que murieron a manos de Israel desde octubre.
Esta escalada de violencia ejerce una creciente presión interna en Israel para que se lance a una guerra total y aumenta el riesgo de que un error de cálculo pueda desencadenarla. Mayo fue el mes con más enfrentamientos desde octubre. El ejército israelí ha matado a unos 320 milicianos de Hezbolá y a más de 80 civiles desde octubre, mientras que los proyectiles desde Líbano han matado a unas 30 personas, 10 de ellas civiles, al otro lado de la frontera.
El grupo libanés ha intensificado sus esfuerzos en los últimos días, con ataques que están causando incendios. Sus drones, cohetes y proyectiles anticarro son cada vez más precisos, aprovechando el conocimiento adquirido para evitar su interceptación.
El primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, visitó la frontera norte el día 5 para advertir que el ejército estaba preparado para una «acción muy intensa en el norte». El jefe del Estado Mayor, Herzi Halevi, indicó que se acerca el momento en que el Gobierno tendrá que tomar una decisión sobre una ofensiva en el vecino del norte.
Por su parte, el número dos de Hezbolá, Naim Qassem, insistió en que no desean un conflicto abierto, pero advirtió que están «listos para la batalla» y que «toda ampliación israelí de la guerra será respondida con devastación, destrucción y desplazamiento en Israel». «Si Israel quiere una guerra total, estamos preparados para ella», agregó.
Hezbolá ha reiterado desde octubre que frenará su ofensiva en cuanto cesen los bombardeos sobre Gaza y que se unirá al alto el fuego temporal en la Franja. Sin embargo, Israel no se conformaría ya con regresar al statu quo previo al 7 de octubre, dejando hombres armados al otro lado de la frontera, con el riesgo de que lancen un ataque sorpresa como Hamás aquel día. La frontera, que vive su momento más peligroso desde la guerra de 2006 entre Israel y Hezbolá, está vigilada por miles de cascos azules bajo la batuta de un militar español, Aroldo Lázaro, y con uno de los dos sectores al mando de España.