La idea de ‘One Health’, o ‘Una sola salud’, establece un principio integrador que reconoce la interdependencia entre la salud humana, animal y planetaria. Este enfoque nos recuerda que nuestra salud y bienestar están profundamente ligados a la de los ecosistemas. Sin un entorno equilibrado y sostenible, nuestra supervivencia como especie se encuentra en riesgo.
En el contexto actual, esta conexión no es un mero ideal teórico, sino una realidad tangible que se manifiesta en fenómenos tan devastadores como las terribles inundaciones ocurridas en Valencia el pasado 29 de octubre. Esta tragedia no solo ha dejado un saldo de 230 fallecidos, 5 desaparecidos y numerosos damnificados, sino que también genera un impacto directo en la salud pública.
Las lluvias torrenciales, exacerbadas por el calentamiento global, crean condiciones propicias para la aparición de brotes epidémicos, además de comprometer infraestructuras esenciales, como el suministro de agua potable, y suponer un gran impacto en la salud mental de los afectados.
Ya en el 2020, la pandemia de covid debería haber marcado un antes y un después en nuestra percepción de las relaciones entre salud planetaria, animal y humana. Cerca del 75% de los agentes patógenos emergentes en los últimos 30 años son zoonosis. La deforestación, la urbanización descontrolada y la ganadería intensiva acercan cada vez más a los seres humanos a la fauna silvestre, creando oportunidades para que los patógenos crucen barreras de especies.
Invasión de microplásticos en los ecosistemas
Pero más allá de las grandes crisis de estos últimos años, existen amenazas menos visibles, pero igualmente preocupantes, que afectan a la salud global. Un ejemplo de ello es el modelo de producción agrícola en monocultivo, que no solo amenaza la biodiversidad, sino que también contribuye a la desertificación y al empobrecimiento de los suelos, impactando directamente en la calidad nutricional de nuestros alimentos. Esto se traduce en deficiencias nutricionales y problemas asociados a la microbiota que pueden derivar en trastornos gastrointestinales, inmunológicos, metabólicos, neurológicos… entre otros.
Otro ejemplo preocupante es la creciente invasión de microplásticos en los ecosistemas y en nuestros cuerpos. Se han hallado microplásticos en sedimentos marinos, animales y vegetales, pero también en tejidos humanos, como placentas, hígados y pulmones, y en fluidos corporales como la leche materna. Estos compuestos son disruptores endocrinos, capaces de interferir en procesos hormonales esenciales. Sus efectos incluyen problemas de fertilidad, aumento del riesgo cardiovascular y un incremento de la mortalidad.
Una necesidad urgente
La filosofía de One Health propone un enfoque interdisciplinar en la búsqueda de soluciones integrales. No podemos separar la salud de los seres humanos de la de los ecosistemas y, por tanto, estrategias como la agroecología y la economía circular para reducir el uso de plásticos son, aunque a priori no lo parezca, medidas de protección de nuestra salud que urge implementar, pero las soluciones deben ir más allá y abarcar cambios profundos en los sistemas de producción y manejo de recursos naturales.
Entender la idea de Una sola salud no es un mero concepto inspirador, es una necesidad urgente para realizar un cambio de modelo no sólo en el ámbito sanitario, sino en todas las políticas.
artículo original de: https://www.saludadiario.es/opinion/one-health/