El anuncio de que Volkswagen planea cerrar tres fábricas en Alemania, decenas de miles de despidos y bajadas de sueldo del 10% a toda la plantilla ha caído como un jarro de agua fría, un shock colectivo. No podía ser menos en un lugar que se define como Autoland, país de coches. Aquí la industria automovilística es mucho más que un sector económico y la importancia de Volkswagen trasciende su cuenta de resultados o su número de empleados. El gigante del motor siempre fue un símbolo del poderío alemán. Ahora, convertido en el espejo de la crisis industrial del país, sus dificultades golpean donde más duele.
Con el PIB anual a punto de contraerse por segundo año consecutivo, los problemas de Volkswagen reflejan la difícil situación de la economía alemana. Atrapada en un modelo obsoleto, se ha hecho evidente que el antaño motor de Europa dependía del gas ruso barato y de las exportaciones a China. Con la guerra de Ucrania, la burbuja ha acabado de estallar. “El antiguo modelo de negocio ya no funciona”, titulaba recientemente la revista Focus.
Otro emblema con problemas
En los últimos meses se suceden las malas noticias sobre el sector manufacturero. Al anuncio de Volkswagen se suma el de Thyssenkrupp, otro emblema del poderío industrial germano, en el que peligran miles de puestos de trabajo de su división siderúrgica. En septiembre, Meyer Werft, un astillero con más de 200 años de antigüedad, evitó la quiebra gracias a un rescate público de 400 millones de euros.
El coloso industrial se tambalea y deja al descubierto las debilidades del modelo económico. La producción industrial ha caído un 20% por debajo de los niveles máximos de 2017, según datos de Deutsche Bank Research, en lo que su economista jefe, Robin Winkler, calificaba en un análisis reciente como “el declive más pronunciado de la historia de la República Federal”, es decir, desde el final de la segunda guerra mundial.
Dormirse en los laureles
La crisis del sector se debe, en esencia, a que los fabricantes de coches alemanes se han dormido en los laureles, viene a decir Ferdinand Dudenhöffer, fundador del Centro de Investigación del Automóvil (CAR) y uno de los mayores expertos en el sector. Las marcas germanas se han quedado rezagadas en el desarrollo de vehículos eléctricos, sus baterías y su software, y las políticas públicas no han hecho más que agravar el problema, señaló durante un encuentro en Berlín con corresponsales extranjeros.
Los beneficios se esfuman por las malas cifras de ventas y los elevados costes. Los de Volkswagen cayeron un 14% en el primer semestre; los de BMW, casi un 15%, y en Mercedes-Benz, cerca del 16%. Hay un dato que permite entender bien lo que está ocurriendo: entre los 10 coches eléctricos más vendidos en el mundo no hay ninguno alemán.
Crisis política
La evidente parálisis del Ejecutivo a la hora de buscar soluciones ha precipitado la crisis política. Scholz destituyó a Lindner después de que este rechazara las subidas de impuestos o la reforma de los estrictos límites autoimpuestos por Alemania para endeudarse, que hacían prácticamente imposible que el Gobierno pudiera emprender medidas de estímulo de calado.
“La economía alemana es lo bastante flexible como para crear nuevas empresas y mercados, pero ese proceso se ve frenado por unas infraestructuras desgastadas, las lagunas de digitalización que aún persisten y unos mercados de capitales lentos”, explicaba Tordoir a Negocios antes de la crisis de Gobierno.
Alemania teme las consecuencias de la victoria de Trump
La victoria del republicano Donald Trump en las elecciones presidenciales de Estados Unidos inquieta a toda la Unión Europea, pero especialmente a Alemania, que destina el 10% de sus exportaciones al mercado estadounidense, su primer socio comercial. Los economistas llevan semanas advirtiendo sobre un segundo mandato de Trump y las muy probables nuevas tensiones que se generarán. “Una guerra comercial entre EEUU y Europa podría suponer la pérdida de hasta 180.000 millones de euros para la economía alemana durante los cuatro años de mandato”, avisaba pocos días antes de la votación un informe del Instituto Económico Alemán (IW).
El republicano ha amenazado con aumentar los aranceles sobre las importaciones hasta el 10% o incluso el 20%, lo que “golpearía duramente a las empresas alemanas, especialmente a las de automoción e ingeniería mecánica, que son fuertes exportadoras”, aseguran los autores, para quienes la respuesta que plantea la UE -responder a las subidas de aranceles con subidas- “es la correcta. “Un contraataque perjudica más a EE.UU. que a la UE, argumentan. «En el mejor de los casos, la amenaza de represalias por parte de la UE podría ser suficiente para poner a Trump en su sitio», afirma una de las autoras, Samina Sultan: «Además, ambos socios deben darse cuenta de que una asociación de iguales refuerza la posición los dos frente a China».
artículo original de: https://elpais.com/economia/negocios/2024-11-16/alemania-esta-kaputt-por-que-el-modelo-economico-ya-no-funciona-en-el-orgulloso-pais-de-los-coches.html