La Fusión de Política y Farándula: Un Análisis Crítico de los Casos Mediáticos Recientes
En un escenario donde la televisión chilena parecía estar en decadencia, los mediáticos casos del exsubsecretario del Interior, Manuel Monsalve, y del futbolista Jorge “Mago” Valdivia irrumpieron como un vendaval. Los departamentos de prensa de todos los canales se frotaron las manos ante la oportunidad de crear pautas periodísticas dedicadas exclusivamente a las denuncias por violación que afectan a ambos personajes. Esta oportunidad fue vista como un maná caído del cielo para aumentar el rating y captar la atención de un público sediento de escándalos.
Sin embargo, la falta de responsabilidad y la improvisación no fueron exclusivas de los periodistas y comunicadores. Lamentablemente, también se evidenció entre autoridades de Gobierno que no debieron adelantarse a comentar partes de investigaciones en curso. La línea entre política y farándula se desdibujó, fusionándose en un espectáculo mediático que desplazó informaciones de verdadera relevancia nacional e internacional.
El sensacionalismo y el morbo se impusieron, convirtiendo a elementos como los restaurantes peruanos y los pisco sours en herramientas mágicas para competir por la teleaudiencia. La vorágine de desinformación fue alimentada por figuras como Rojo Edwards, la diputada Joanna Pérez (exDC) y Evelyn Matthei, quienes emitieron opiniones desmesuradas que sólo añadieron leña al fuego.
En medio de este torbellino mediático, los procesos judiciales continúan su curso de forma reservada. No obstante, las filtraciones y las especulaciones de supuestos “expertos” no han cesado, revictimizando a las personas que denuncian abusos sexuales en estos casos altamente mediáticos. En barrios y poblaciones a lo largo del país, este tipo de acusaciones se repite sin la resonancia que han alcanzado las acciones de un alto funcionario público y de un ex deportista de gran popularidad.
El hecho condenable de una violación se ha naturalizado al punto de desviar la atención de la protección de la víctima, como ordena la legislación vigente, para centrarla en los supuestos perpetradores de estos hechos. Este fenómeno ha sido aprovechado por el oficialismo y la oposición, quienes han competido abiertamente en especulaciones y acusaciones cruzadas.
Medios como Mega, incluso, han llegado a exhibir escenas dramatizadas de los hechos, superando cualquier estándar ético permitido. El secretismo durante la investigación ha sido constantemente obviado o superado por voceros entre abogados, exfiscales, expolicías y otros “especialistas”. Esta práctica ha puesto en entredicho no sólo a las autoridades, sino también a las instituciones del Estado, amenazadas con perder aún más prestigio y reconocimiento ciudadano.
Las críticas y autocríticas son necesarias cuando se hacen de manera responsable y documentada, algo que parece faltar en la actual oleada de acusaciones y especulaciones. Esta situación ha servido como un festín para intereses espurios que no necesariamente favorecen o protegen a las víctimas de estos deleznables acontecimientos. La televisión, en su afán de mantener la atención del público, se ha convertido en un campo de batalla donde los límites entre lo informativo y lo sensacionalista se han borrado.
En este contexto, es imperativo que tanto los medios de comunicación como las autoridades gubernamentales asuman un rol más responsable. La necesidad de informar con veracidad y respeto por los procesos judiciales es fundamental para restablecer la confianza del público en las instituciones y en la prensa misma. La fusión de política y farándula, aunque efectiva para capturar la atención momentánea, tiene el potencial de causar daños duraderos a la percepción pública y al tejido social.
artículo original de: https://elsiglo.cl/hablemos-de-la-tele-miel-sobre-hojuelas/