Las 48 horas de la ‘Operación Corredor Filadelfia’ de Netanyahu: de un mapa sin Cisjordania a objetivos de guerra cambiantes


La reciente iniciativa militar del Primer Ministro israelí, Benjamin Netanyahu, ha captado la atención internacional debido a su rápida evolución y los objetivos cambiantes en un corto periodo de tiempo. La ‘Operación Corredor Filadelfia’ se ha convertido en un punto focal de análisis político y militar, revelando las complejidades de la situación en Oriente Medio.



Un mapa sin Cisjordania


La operación comenzó con la publicación de un mapa que excluía Cisjordania, lo que generó una oleada de reacciones tanto dentro de Israel como en la comunidad internacional. Este gesto simbólico fue interpretado de diversas maneras, desde un intento de reafirmar la soberanía israelí hasta una provocación directa a los palestinos y sus aliados. La omisión de Cisjordania en el mapa parecía indicar una nueva estrategia o, al menos, una táctica diferente por parte del gobierno de Netanyahu en su manejo del conflicto territorial.



Objetivos de guerra en constante cambio


En las primeras 24 horas de la operación, los objetivos iniciales parecían claros: asegurar el control sobre una franja estratégica y prevenir cualquier incursión que pudiera comprometer la seguridad de Israel. Sin embargo, el segundo día trajo consigo una serie de cambios en la misión original. Lo que comenzó como una operación defensiva se transformó rápidamente en una ofensiva con objetivos más ambiciosos, incluyendo la neutralización de amenazas específicas y la toma de posiciones clave.



Reacciones internacionales


Las reacciones internacionales no se hicieron esperar. Diversos líderes mundiales expresaron su preocupación por la escalada del conflicto y la posibilidad de una mayor inestabilidad en la región. Organizaciones como las Naciones Unidas y la Unión Europea hicieron llamados a la contención y al diálogo, mientras que algunos países árabes condenaron enérgicamente la operación. La presión sobre Netanyahu aumentó considerablemente, tanto a nivel interno como externo.



Impacto en la política interna israelí


Dentro de Israel, la operación tuvo repercusiones significativas en el panorama político. Los partidos de la oposición criticaron la falta de transparencia y la aparente improvisación en la toma de decisiones del gobierno. Por otro lado, los partidarios de Netanyahu defendieron la necesidad de actuar con rapidez y determinación ante las amenazas a la seguridad nacional. La polarización política se intensificó, reflejando las divisiones profundas en la sociedad israelí.



Conclusiones y perspectivas futuras


La ‘Operación Corredor Filadelfia’ ha dejado una huella indeleble en el contexto político y militar de Israel y sus alrededores. Aunque los objetivos de la operación han cambiado, la incertidumbre sobre el futuro de la región persiste. La evolución de esta iniciativa militar subraya la volatilidad del conflicto y la dificultad de alcanzar una paz duradera. Para Netanyahu, las próximas semanas serán críticas para consolidar su posición y enfrentar los desafíos que se avecinan.


Antonio Pita

Hace apenas unos meses, buena parte de los israelíes difícilmente habrían sabido explicar qué es el Corredor Filadelfia, la frontera de la franja de Gaza con Egipto (14 kilómetros de longitud por 100 metros de ancho). En parte, porque su primer ministro, Benjamín Netanyahu, apenas lo había mencionado en los 15 años que lleva casi ininterrumpidamente en el poder, pese a que, como subraya ahora ―día sí, día también―, Irán lo ha empleado en estos años para introducir cantidades ingentes de armamento para Hamás. De guardar silencio durante lustros ha pasado a convertirlo en monotema en los últimos días, hasta el punto de ofrecer dos ruedas de prensa en apenas 48 horas, una en hebreo y otra en inglés, para mostrar con mapas (en los que no aparece Cisjordania) y un puntero por qué la suerte del Corredor “determina todo” el “futuro” de Israel.

Pese a su “inmensa importancia”, Netanyahu no ordenó a las tropas israelíes tomarlo en los primeros siete meses de guerra. Ni el equipo negociador, liderado por el jefe del Mosad, David Barnea, exigía controlarlo en la propuesta de acuerdo de alto del fuego que presentó el 27 de mayo, en la que hablaba de “retirada completa” de Gaza. La exigencia de una presencia militar permanente en el Corredor Filadelfia ―que ni el ministro de Defensa, Yoav Gallant, ni los altos mandos de seguridad ven necesaria― entró en el llamado “borrador de Netanyahu”, a finales de julio, según Yediot Aharonot, el diario israelí que ha podido consultarlo.

Aunque Netanyahu acabó dimitiendo en el verano de 2005 como ministro de Finanzas del Gobierno de Ariel Sharon por su oposición a la retirada de colonos y soldados israelíes de Gaza, votó a su favor antes cuatro veces en el gabinete y en el Parlamento. La última, en noviembre de 2004, cuando estaba claro que esa medida implicaría que el Corredor Filadelfia quedase en manos de Egipto, a un lado, y de la Autoridad Nacional Palestina, al otro. Tampoco ha mandado allí tropas en las ofensivas bajo su mandato. Lo justifica ahora en que carecía de la “legitimidad nacional e internacional para entrar, conquistar Gaza y tomar de nuevo el Corredor Filadelfia y el paso de Rafah”, después del ataque de Hamás el 7 de octubre de 2023.

Tras esa fecha comenzó a sacar el tema. Pero nada en comparación con la ofensiva comunicativa en curso. Convocó la primera rueda de prensa este lunes, en plena indignación por el hallazgo en un túnel de Gaza de otros seis cadáveres de rehenes (hubo otros seis una semana antes). Según el ejército israelí, fueron asesinados con disparos a bocajarro. Hamás sugiere que los captores los mataron y huyeron, al intuir que se avecinaba un rescate como el de mayo en el campamento de Nuseirat, acompañado de una masacre.

Los doce rehenes, previsiblemente, habrían regresado con vida por medio de un pacto de alto el fuego. La mayoría de los seis últimos, de hecho, figuraban en el listado para su liberación en la primera fase del pacto. “Fuiste sacrificado en el altar por la derrota de Hamás, de Rafah, del corredor Filadelfia”, dijo la madre de uno de ellos, Almog Sarusi, en el entierro. Medio millón de israelíes (un 5% de la población) salió a las calles a pedir un pacto y la gran central sindical organizó una huelga general. Pinchó, pero fue la primera en once meses de guerra, con el diálogo de alto el fuego en un impasse por el añadido del Corredor, ya que Hamás insiste en cumplir lo pactado antes y rechaza que queden tropas israelíes en Gaza.





Niños desplazados gazatíes, junto a la barrera fronteriza con Egipto, el pasado marzo.
HAITHAM IMAD (EFE)

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Netanyahu respondió ese mismo día, en la primera rueda de prensa: “Nadie está más comprometido que yo con el regreso de los rehenes”. Lucía en la solapa el lazo amarillo que simboliza el apoyo a su regreso, pese a que el Foro de Rehenes y Familias Desaparecidas le ha pedido que se lo quite, porque su apoyo es un “espejismo”. Más o menos a la hora en que aseguraba que la opinión pública israelí “entiende abrumadoramente” su planteamiento, la televisión pública israelí difundía el resultado de una encuesta. Una de las preguntas era: ¿Hace falta quedarse en el Corredor aunque el precio sea que salte por los aires el acuerdo? Un 29% respondió que sí; un 53%, que no, y un 18% no se pronunció.

Según el relato de las ruedas de prensa del primer ministro, tanto los manifestantes del domingo como los países que critican las muertes, devastación y catástrofe humanitaria en Gaza cumplen sin saberlo un plan de Hamás desde el principio de la guerra. Netanyahu exhibió un documento en árabe, que presentó como las “órdenes para la guerra psicológica” que encontraron las tropas en enero en “un puesto de comando subterráneo de Hamás”. Entre los puntos: “Seguir echándole la culpa a Netanyahu”, “crear desavenencias internas y aumentar la presión internacional”. En realidad, nadie sabe quién lo ha escrito: si un mando, un miliciano o cualquier civil.

El documento fue el mismo en las dos comparecencias ante la prensa. Los objetivos de la guerra, no. En hebreo, Netanyahu se dirigía a las decenas de miles de evacuados de la frontera con Líbano y a otros millones de israelíes con familiares allí de uniforme o hartos de ver en televisión los incendios que provocan los drones y cohetes de la milicia libanesa Hezbolá. Aseguró, erróneamente, que el Gabinete había marcado cuatro objetivos de la invasión: “Destruir a Hamás, traer de vuelta a todos nuestros rehenes, garantizar que Gaza ya no represente una amenaza para Israel y devolver sanos y salvos a los residentes en la frontera norte. Tres de ellos pasan por un solo lugar: el Corredor Filadelfia”. El cuarto lo propuso el ministro de Defensa, Yoav Gallant, la semana pasada. Dos días más tarde, en la rueda de prensa en inglés con la prensa extranjera acreditada en el país, el cuarto objetivo desapareció y volvieron a ser tres.

Accidentes geográficos

También desapareció Cisjordania del mapa de la zona que mostró, como en otros que ha presentado, el último en Naciones Unidas. Un periodista le preguntó por qué y si representaba una política oficial.

― “No”, respondió. “No incluye [tampoco] el mar Muerto, no se muestra en el mapa. No mostré el río Jordán. No está en el mapa. Ni el mar de la Galilea…”

― “Eso son accidentes geográficos. Hay una población que vive allí”, interrumpió el periodista

― “No entré en ello, estaba hablando de Gaza. Es todo un tema cómo podemos lograr la paz entre nosotros y los palestinos en Judea y Samaria [nombres oficiales en Israel de Cisjordania, de origen bíblico]. Eso es otra conferencia de prensa”

Israel ha liberado un centenar de rehenes de forma negociada, por solo ocho en operaciones militares. Acaba de traer en ataúdes a 12 secuestrados que hasta hace poco estaban con vida, y sus tropas mataron, pensando que era una trampa, a tres que pedían ayuda en hebreo y con sábanas blancas. Netanyahu insiste, sin embargo, en que recuperar a los rehenes pasa por controlar el Corredor de Filadelfia, porque “aprieta y presiona” a Hamás para liberarlos. También para evitar que los saque a pie por tierra hacia el Sinaí, en Egipto, y “acaben en Irán o en Yemen”, pese a que Hamás ha tenido ya siete meses para ello y se asume que no lo ha hecho. Controlar este corredor, alegó, es también positivo para los gazatíes, porque impide que “Hamás y otras organizaciones terroristas los aterroricen”.

En febrero, Netanyahu veía la “victoria total” en Gaza “al alcance de la mano”. En abril, el ejército estaba “a un paso de la victoria”. Este miércoles, preguntado al respecto, respondió: “Lo que dije, o lo que quise decir, es que estábamos a un paso de algo fundamental que allanaría nuestro camino hacia la victoria”. Era la invasión de Rafah, que se saldó con “unas dos docenas” de muertos civiles. “Creemos”, agregó, “que cada civil muerto es una tragedia”.

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