Joe Biden se convirtió el año pasado en el primer presidente de Estados Unidos que se unía a los piquetes para apoyar una huelga. Una y otra vez, el actual inquilino de la Casa Blanca se ha definido como el presidente más pro-sindical de la historia de su país. Las organizaciones de trabajadores le habían dado su respaldo antes de que cediese el testigo a Kamala Harris. Este lunes, Biden aprovechó el Día del Trabajo para participar en Pittsburgh (Pensilvania) en el primer acto de campaña en que aparecía junto a Harris desde que esta fue proclamada candidata demócrata. El presidente trata de ayudar a Harris con el voto de los trabajadores blancos no universitarios, especialmente los sindicados. Acudirá esta semana también a otros dos Estados clave: Míchigan y Wisconsin.
El Día del Trabajo marca de forma extraoficial la recta final de la campaña de las elecciones del 5 de noviembre y el presidente ha mostrado que está dispuesto a viajar pidiendo el voto para su vicepresidenta. “Estaré en un segundo plano, pero haré todo lo que pueda para ayudar”, dijo este lunes el presidente. La frontera entre actos oficiales y electorales es algo difusa para los presidentes en ejercicio —o para los vicepresidentes—. El de este lunes estaba catalogado como acto de campaña, pero el jueves acudirá a Wisconsin y el viernes a Míchigan con la ventaja que da que se consideren actos oficiales eventos a los que Biden acude a vender su gestión, como también hizo junto a Harris en agosto a las afueras de Washington.
Pensilvania, Wisconsin y Míchigan forman lo que los demócratas han bautizado como “el muro azul”: aunque Harris perdiera los sureños Georgia, Nevada y Arizona, lograría la presidencia si se impone en esas tres circunscripciones del llamado Cinturón del Óxido, la zona industrial algo en decadencia como consecuencia de la globalización, y en el resto de Estados donde ganó Biden en 2020.
Trump logró en 2016 atraer a muchos de esos votantes de cuello azul, tradicionalmente demócratas, y ganó en Wisconsin, Míchigan y Pensilvania, pero Biden recuperó los tres Estados en 2020. Encuestas postelectorales apuntan a que el actual presidente ganó a su rival republicano por más de 20 puntos entre los trabajadores sindicalizados.
El presidente sigue manteniendo las buenas relaciones con los líderes sindicales que ha cultivado durante años y que le apoyaban cuando era candidato. Varios de ellos han pedido el voto después para Harris. Shawn Fain, líder del sindicato del motor United Auto Workers (UAW), pidió el voto para ella en la convención demócrata de hace dos semanas. Biden también apeló este lunes a sus raíces, pues nació en Scranton, la octava mayor ciudad de Pensilvania. En sus apariciones en Wisconsin y Míchigan presumirá previsiblemente de las inversiones que ha incentivado su Gobierno y la fuerte creación de empleo industrial de estos años.
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En el Día del Trabajo, la campaña de Kamala Harris y Tim Walz se esforzó por participar en actos en esos tres Estados decisivos, mientras Trump hacía una pausa sin dar explicaciones. El expresidente tiene varios eventos de campaña más adelante esta semana en los Estados decisivos, incluido un mitin el sábado en Wisconsin. En paralelo, ambos se preparan para la próxima gran cita de la campaña, el debate del 10 de septiembre.
Este lunes, Walz —cuya caravana sufrió un accidente de tráfico que dejó varios heridos leves— participó en un festival sindical en Milwaukee, al que hace dos años acudió Biden en campaña para las elecciones legislativas. Harris, por su parte, no celebró ningún gran evento multitudinario, sino que ha participado en dos con aforos reducidos. La vicepresidenta comenzó la jornada con un mitin en el gimnasio de un instituto de Detroit, donde cientos de asistentes vestían camisetas amarillas y enarbolaban pancartas pidiendo sindicatos fuertes. La candidata recordó que uno de los primeros desfiles del Día del Trabajo tuvo lugar en Detroit hace unos 140 años y que todos se benefician del trabajo de los sindicatos.
Luego llegó el acto en un local sindical en Pittsburgh, junto a Biden, que en esta ocasión fue su telonero, pues pesó el escalafón del partido (ella es la candidata) frente al del Ejecutivo. Fue recibido con cánticos de “Gracias, Joe”, coreados también por su vicepresidenta.
El presidente —que intervino durante unos 25 minutos, frente a poco más de un cuarto de hora de la candidata— dedicó la mayor parte de su discurso a defender su gestión. Lo hizo con esa costumbre que ha adquirido últimamente de hablar a veces con un suspiro y a continuación gritar, que no contribuye mucho a su dialéctica.
“Amigos, hemos avanzado mucho, y Kamala y yo vamos a seguir avanzando, y ella va a seguir avanzando”, prometió Biden. Calificó a Harris como la única opción “racional” para la presidencia en noviembre. Repitió lo que ya dijo en la convención demócrata, que elegirla como vicepresidenta fue la “mejor” decisión de su presidencia y animó a los miembros del sindicato a votar por ella y elegirla presidenta: “Será la mejor decisión que tomaréis jamás”.
Proteccionismo empresarial
Harris busca ese complicado equilibrio entre ser la candidata de la continuidad y del cambio, que resulta aún más difícil cuando aparece en escena junto al presidente. Esta vez no se desvió del discurso de su actual jefe ni un milímetro. Incluso se apuntó a la oposición a la compra de US Steel, la centenaria compañía siderúrgica estadounidense, por parte de la japonesa Nippon Steel. “US Steel es una empresa estadounidense histórica, y es vital para nuestra nación mantener fuertes empresas siderúrgicas estadounidenses. Y no podría estar más de acuerdo con el presidente Biden: US Steel debe seguir siendo de propiedad estadounidense y operada por estadounidenses”, dijo, sumándose a la política proteccionista de Biden.
Más allá de eso, Harris trató de conectar con las reivindicaciones sindicales. “Dondequiera que voy le digo a la gente: ‘Mira, puede que no estés afiliado a un sindicato, pero más vale que le des las gracias a un afiliado”, dijo Harris, señalando que la negociación colectiva por parte de los sindicatos ayudó a garantizar la semana laboral de cinco días, el subsidio por enfermedad y otras prestaciones clave, así como a consolidar unas condiciones de trabajo más seguras. “Cuando los sindicatos son fuertes, Estados Unidos es fuerte”, afirmó, en una frase parecida a las que usa Biden para resaltar el papel de las centrales. “Estamos muy orgullosos de ser la administración más favorable a los sindicatos de la historia de Estados Unidos”, reiteró también.
Con un discurso más combativo que en ocasiones anteriores, Harris pasó luego al cuerpo a cuerpo contra Trump: “En estas elecciones, hay dos visiones muy diferentes para nuestra nación. Una se centra en el futuro, la otra en el pasado”, aseguró, identificándose con la primera opción. “Es un poco retrógrado que esa gente haya estado sugiriendo durante años que la medida de la fuerza de un líder se basa en a quién derribas, (…) cuando sabemos que la verdadera medida de la fuerza de un líder se basa en a quién levantas”, continuó. “Mientras luchamos por avanzar. Donald Trump está intentando hacernos retroceder, incluso a una época en la que los trabajadores no tenían libertad para organizarse”, insistió para dar paso a uno de sus lemas: “No retrocederemos”.
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