“Por favor, no escriba que los alemanes somos unos nazis”. A Cornelia Schwarz, de 65 años, le preocupa lo que puedan decir en el extranjero de las elecciones regionales que se celebran este domingo en su región, Turingia, y en la vecina Sajonia. Según las encuestas, casi uno de cada tres de sus conciudadanos se disponen a votar a la ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD), un partido que presenta como cabeza de lista a Björn Höcke, un antiguo profesor de instituto condenado recientemente por emplear en público lemas nazis.
Una Alemania polarizada, con un panorama político sacudido por el auge de los extremistas y enfangado en un acalorado debate migratorio, vive este domingo unas elecciones cruciales. Por primera vez desde la fundación de la República Federal podría salir vencedor en uno de sus 16 Estados un partido xenófobo, euroescéptico y prorruso que se alimenta de la decepción con los partidos tradicionales y el miedo a la inmigración. Si se cumplen los pronósticos, el resultado de los comicios en estos dos länder del este alemán provocará una conmoción política en todo el país.
El Gobierno de Olaf Scholz, una coalición de socialdemócratas, verdes y liberales, llega a los comicios en su peor momento de popularidad, desgastado después de continuas crisis y con unas malísimas perspectivas. Verdes y liberales podrían quedarse fuera de los parlamentos al no superar el umbral del 5% de los votos. El SPD de Scholz está solo ligeramente por encima. Son solo unas elecciones regionales, pero todo el país estará en vilo ante lo que suceda este domingo y el día 22, cuando también Brandeburgo renueva su Parlamento.
“El ambiente está muy cargado”, dice Schwarz, recién jubilada como técnico en una empresa de reformas, que sale de hacer la compra semanal en un supermercado de Erfurt, la capital turingia. Antigua votante del SPD, dice estar “decepcionada” con el partido del canciller Olaf Scholz y sus socios de Gobierno, entre los que “no ha sabido poner orden”. Diez días antes de los comicios aseguraba estar dudando a quién votar.
El atentado islamista de Solingen, en el que fallecieron tres personas presuntamente a manos de un refugiado sirio que la emprendió a cuchilladas contra los asistentes a un festival, ha indignado a la ciudadanía y dado alas a los extremistas. AfD enseguida intentó instrumentalizarlo con eslóganes como “Solingen o Höcke”. “Expulsaremos a todos los inmigrantes ilegales”, prometía el sábado Höcke durante el mitin de cierre de campaña en Erfurt. “Los cuchillos no son el problema; son los hombres de los cuchillos”.
El país ha vivido la recta final de la campaña bajo una crispación desacostumbrada. En ciudades pequeñas como Bautzen, en Sajonia, centenares de manifestantes ultraderechistas salieron a protestar contra la marcha del orgullo gay entre fuerte presencia policial. En cada mitin de AfD se han congregado ruidosas contramanifestaciones con carteles como “Björn Höcke es un nazi” o “Fck nazis” (que se jodan los nazis).
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Los comerciantes alemanes han pedido públicamente a los ciudadanos votar a “partidos democráticos”. “Un giro a la derecha en los próximos comicios sería una amenaza para nuestro orden social abierto y tolerante”, declaró el presidente de la Asociación del Comercio Alemán (HDE), Alexander von Preen, que habló de los 120.000 puestos de trabajo sin cubrir en su sector y se preguntó de dónde llegarán los trabajadores necesarios si alcanzan el poder políticos que abogan por la marginación de los extranjeros.
Una de las mayores cadenas de supermercados del país, Edeka, publicó este jueves un anuncio a toda página en los periódicos explicando mediante un paralelismo con las frutas y verduras “por qué el azul no es una opción”. “Podrían ser tóxicas”, dice, en una referencia nada velada a AfD, representada con ese color.
“Me preocupa el estado de la democracia”
“Me preocupa el resultado de las elecciones”, asegura Burkhard Jung, el alcalde de Leipzig, la mayor ciudad de Sajonia. No tanto por el resultado que podría obtener su partido, el SPD, al que los sondeos le dan un 7%, no lejos del 7,7% de las últimas elecciones, en 2019. “Lo que me preocupa es el estado de la democracia”, reflexiona en conversación con EL PAÍS junto a la histórica Nikolaikirche (Iglesia de Nicolás), el lugar en el que empezó la Revolución Pacífica que en 1989 llevó a la desaparición de la RDA.
“Leipzig es un lugar especial porque la experiencia de 1989 sigue teniendo una fuerte influencia y contamos con una sociedad civil que se posiciona con claridad a favor de la libertad y la democracia”, apunta Jung, al que sus conciudadanos votan ininterrumpidamente desde 2006. “Pero hay gente que cada vez se siente más rezagada, que ya no puede seguir el ritmo, que tiene la sensación de que todo ocurre en las grandes ciudades y que se descuidan las zonas rurales”.
El voto en las elecciones europeas de junio pasado muestra cómo los distritos más alejados de las capitales son los que en mayor medida apoyaron a AfD. En Görlitz, en la frontera polaca, más del 40% del censo votó a los ultras. Toda la antigua Alemania del Este se tiñe de color azul salvo por la capital alemana y Potsdam, ciudad universitaria refugio de muchas familias jóvenes que huyen de la caótica Berlín.
“Se palpa la decepción con el Gobierno y con las instituciones democráticas”, abunda el alcalde de Leipzig, que añade otra variable: “También es grande la preocupación por la migración. La cuestión de los refugiados lleva siendo central desde 2015″, el año en el que Angela Merkel decidió no cerrar las fronteras al más de un millón de sirios que huían de la guerra. Pese a que el este alemán acoge a muchos menos refugiados que el oeste, las actitudes xenófobas son mucho más prevalentes, según indican estudios recientes.
Han pasado 35 años de la caída del muro de Berlín. Del socialismo al capitalismo; de la dictadura de partido único a la democracia. “Hablamos de grandes transformaciones, a las que ahora se suma la migración y la crisis climática. Cada vez más alemanes orientales están agotados, no han visto cumplidas sus esperanzas y no quieren más cambio”, señala André Brodocz, politólogo de la Universidad de Erfurt. “AfD les dice que esos cambios pueden evitarse fácilmente con la política y para algunos votantes son atractivas esas soluciones sencillas a problemas complejos”, apunta.
Los otros factores
A la potencial explosividad de las elecciones en Turingia y Sajonia contribuyen otros factores. Un Gobierno regional con presencia de extremistas sería desestabilizador para el Ejecutivo federal, que a poco más de un año para el final de su mandato ―los comicios se celebran el 28 de septiembre de 2025― está hundido en las encuestas y ha perdido la confianza de la mayoría de los alemanes. Un adelanto electoral es poco probable, pero no imposible. La renqueante economía de la primera potencia industrial europea evita por los pelos la recesión, pero no el pesimismo respecto al futuro. El precio de la energía, la subida del coste de la vida y normas como la que obligará a sustituir las calefacciones de gas han acabado de decepcionar a muchos alemanes.
Al populismo de derechas de AfD se suma otra opción también populista pero en el extremo contrario del espectro político: la Alianza Sahra Wagenknecht (BSW), un partido creado hace pocos meses como una escisión de la izquierda radical de Die Linke. Su personalismo es evidente desde la propia denominación, ya que Sahra Wagenknecht es tal vez la alemana del Este más conocida después de Angela Merkel. Pero ese personalismo también se aprecia en la calle, donde es más fácil ver carteles electorales con la cara de Wagenknecht que los de los cabeza de lista en Sajonia y Turingia.
A favor de Wagenknecht, de 55 años, juega su carisma. Ha modelado su perfil a base de apariciones en tertulias televisivas a lo largo de los años. Es culta, pero cualquiera puede entender lo que dice. Es conocida, pero sigue siendo una incógnita lo que decidirá tras las elecciones. En su mano estará hacer presidente a uno u otro candidato.
En Turingia los ultras van primeros en los sondeos
En Turingia, una región de poco más de dos millones de habitantes, AfD parece encaminada a obtener el primer puesto, con una intención de voto del 30%. Los conservadores de la CDU obtendrían el 22% de los votos, con BSW pisándoles los talones con un 18%. Die Linke (La Izquierda), el partido del actual ministro presidente, Bodo Ramelow, caería al cuarto puesto con el 14% de los apoyos. Los socios de Scholz en Berlín (verdes y liberales) no entrarán en el Parlamento regional y el propio SPD corre riesgo de desaparecer de la política regional con un 6% de intención de voto.
Ramelow lleva 10 años al frente del land ―los últimos cinco en minoría después de la crisis que en 2019 acabó con la carrera de la sucesora de Angela Merkel― y es muy popular, pero se ha visto arrastrado por el derrumbe de su partido. Es consciente de que no repetirá y apuesta por un gobierno de coalición con tantos miembros como haga falta para evitar a AfD. “En esta campaña lucho por la democracia y contra la normalización del fascismo”, decía la semana pasada a un grupo de corresponsales extranjeros en Erfurt. Se quejaba también de que la CDU se niegue a cooperar con él por considerar a su partido heredero del SED, el partido único de la RDA, mientras sí acepta hablar con BSW.
En Sajonia, encuestas muy igualadas
En Sajonia, la región de la antigua RDA donde más se nota el crecimiento económico, con una potente industria de microchips que ha popularizado la denominación de Silicon Saxony, las encuestas están muy igualadas. La CDU mantiene una ligera ventaja sobre AfD, pero cualquiera de los dos podría acabar en el primer puesto. Ambas superan el 30% en intención de voto según la última encuesta publicada, de Forsa, posterior al atentado de Solingen. El partido de Sahra Wagenknecht (12%) tendrá un papel decisivo para formar un gobierno de coalición. El SPD (7%) y Los Verdes (6%) resisten, pero tanto los liberales del FDP como Die Linke desaparecen del mapa político.
Los asesinatos de Solingen han supuesto un punto de inflexión para las políticas migratorias y de asilo de Alemania, pero los expertos coinciden en que el efecto en la intención de voto es mínimo. “Ya ocurrió con las elecciones europeas, celebradas una semana después del asesinato de un policía en Mannheim”, explica Hermann Binkert, director de la casa de encuestas Insa. “Puede que los votantes de AfD estén aún más motivados, pero ya habían decidido su voto”, añade.
Los economistas alertan de los efectos de una victoria de los extremistas. “La participación de AfD o BSW en el Gobierno sería un experimento peligroso”, apunta Marcel Fratzscher, presidente del instituto económico DIW, que ha