Cientos de destacados republicanos apoyan a Kamala Harris para evitar que Trump vuelva al poder



En un giro inesperado en el panorama político de Estados Unidos, cientos de republicanos prominentes han declarado su apoyo a la vicepresidenta Kamala Harris con el objetivo de impedir el regreso del expresidente Donald Trump al poder. Este movimiento sin precedentes refleja la profunda división y la inquietud que persiste dentro del Partido Republicano acerca de la posible candidatura de Trump en las próximas elecciones presidenciales.



El contexto de la división republicana



Desde la salida de Trump de la Casa Blanca en enero de 2021, el Partido Republicano ha experimentado una considerable fragmentación interna. Mientras una facción del partido sigue siendo leal al expresidente, otra está profundamente preocupada por las posibles repercusiones de una nueva candidatura de Trump. Estos republicanos temen que su retorno pueda exacerbar las tensiones políticas y sociales en el país, además de poner en riesgo las instituciones democráticas.



La figura de Kamala Harris



Kamala Harris, la primera mujer y persona de color en ocupar la vicepresidencia, ha sido vista por estos republicanos como una figura moderada y capaz de reunir apoyo bipartidista. A pesar de las diferencias ideológicas, estos republicanos consideran que Harris representa una opción más estable y menos divisiva que Trump. Su apoyo a Harris no significa necesariamente una alineación completa con sus políticas, sino más bien una estrategia para evitar lo que consideran un escenario más perjudicial para el país.



Declaraciones y alianzas inesperadas



Varios exfuncionarios del gobierno de Trump y figuras destacadas del Partido Republicano han salido públicamente a respaldar a Harris. Entre ellos se encuentran exsenadores, exgobernadores y antiguos miembros del gabinete de Trump, quienes han expresado su preocupación por el posible impacto de la candidatura de Trump en la estabilidad del país.



Uno de los exfuncionarios que ha mostrado su apoyo a Harris es John Kelly, quien fue jefe de gabinete de Trump. En una entrevista reciente, Kelly afirmó: «Aunque tengo profundas diferencias políticas con Kamala Harris, creo que es fundamental para la salud de nuestra democracia evitar un segundo mandato de Trump. Harris ha demostrado ser una líder capaz y creo que puede ayudar a unir al país.»



Impacto en la campaña electoral



El apoyo de estos republicanos a Harris podría tener un impacto significativo en la campaña electoral. Por un lado, podría atraer a votantes independientes y moderados que están indecisos acerca de su voto. Por otro lado, también podría alienar a la base republicana más leal a Trump, generando una mayor fractura dentro del partido.



Además, este apoyo podría influir en las estrategias de campaña de ambos partidos. Los demócratas podrían aprovechar esta división para consolidar su base y atraer a votantes republicanos moderados. Mientras tanto, el equipo de campaña de Trump podría utilizar este apoyo a Harris como evidencia de una conspiración en su contra, reforzando su narrativa de outsider y víctima del establishment político.



Reacciones del Partido Demócrata



Dentro del Partido Demócrata, la noticia ha sido recibida con cautela. Si bien el apoyo de figuras republicanas prominentes podría fortalecer la posición de Harris, también podría generar desconfianza entre los votantes demócratas más progresistas. Algunos temen que este apoyo pueda llevar a Harris a adoptar posiciones más centristas, alejándola de las políticas progresistas que muchos en su partido demandan.



No obstante, la campaña de Harris ha dado la bienvenida a este respaldo, destacando la importancia de la unidad en un momento crítico para la democracia estadounidense. En una declaración reciente, Harris afirmó: «Agradezco el apoyo de estos líderes republicanos. En este momento, debemos poner a nuestra nación por encima de las divisiones partidistas y trabajar juntos para garantizar un futuro próspero y democrático para todos los estadounidenses.»



El futuro del Partido Republicano



Este movimiento de apoyo a Harris también plantea preguntas importantes sobre el futuro del Partido Republicano. La división interna podría llevar a una reconfiguración del partido, con una facción más moderada y otra más alineada con la visión de Trump. Esta fractura podría tener consecuencias a largo plazo, afectando no solo las próximas elecciones presidenciales, sino también las dinámicas políticas en el Congreso y en los estados.



En última instancia, el apoyo de estos republicanos a Kamala Harris subraya la complejidad y la volatilidad del panorama político actual en Estados Unidos. A medida que se acercan las elecciones, será crucial observar cómo evoluciona esta alianza inesperada y qué impacto tendrá en el futuro de la democracia estadounidense.



EL PAÍS

Donald Trump ha generado anticuerpos en su propio partido. La convención de Milwaukee del mes pasado mostró un aparente cierre de filas que escondió que figuras relevantes del Partido Republicano quedaban al margen de la unidad. Ni George W. Bush, ni Dick Cheney, ni Mitt Romney, ni Mike Pence participaron. Los demócratas aprovecharon su propia convención para dar voz a algunos republicanos que apoyan a Kamala Harris. No están solos. A ellos se han ido sumando abogados que trabajaron para los últimos presidentes republicanos y más de 200 antiguos empleados y cargos de los líderes republicanos tradicionales, que ven en Trump a un populista que supone una amenaza para la democracia. Como el apoyo del adversario concede un plus de legitimidad, Trump también se ha esforzado en fichar a demócratas renegados, como Robert F. Kennedy Jr. y Tulsi Gabbard.

Mientras que en el caso demócrata las deserciones son aisladas, en la formación de Trump están mucho más extendidas y reflejan una ruptura con el conservadurismo tradicional del Grand Old Party (GOP), como se conoce también al Partido Republicano. Desde que bajó por las escaleras doradas de su torre de la Quinta Avenida para anunciar su candidatura en 2015, Trump puso patas arriba el partido. Ganó las primarias contra figuras como Ted Cruz, Marco Rubio y Jeb Bush, recurriendo a los motes y los insultos personales. Aunque algunas heridas han cicatrizado —Rubio aspiraba a ser candidato a la vicepresidencia—, otras siguen abiertas. El enfrentamiento se extendió a anteriores candidatos republicanos como John McCain y Mitt Romney. Su presidencia resultó divisiva no solo para el país, sino también dentro de su partido.

“El Grand Old Party ha sido secuestrado por extremistas y se ha convertido en una secta”, dijo la semana pasada en la convención demócrata John Giles, alcalde de Mesa (la tercera mayor ciudad de Arizona), gran admirador del fallecido John McCain, senador por su Estado y candidato republicano a la presidencia en 2008. La comunicadora Ana Navarro comparó a Trump con los dictadores latinoamericanos Daniel Ortega, Fidel y Raúl Castro y Nicolás Maduro, por atacar a la prensa libre y negarse a admitir la derrota en las urnas.

Stephanie Grisham, antigua secretaria de prensa de la Casa Blanca, dijo que se desengañó después de ser una “verdadera creyente” que compartía la Navidad y Acción de Gracias con la familia Trump en Mar-a-Lago, la mansión del entonces presidente en Palm Beach (Florida). “No tiene empatía, ni moral, ni fidelidad a la verdad. Solía decirme: ‘No importa lo que digas, Stephanie, dilo lo suficiente y la gente te creerá’. Pero sí importa: lo que dices importa, y lo que no dices también”, añadió.

“Nunca pensé que estaría aquí”, dijo el excongresista Adam Kinzinger al empezar la que fue quizá la intervención más contundente contra el líder republicano, con el que rompió a raíz del asalto al Capitolio. “Donald Trump es un hombre débil que pretende ser fuerte. Es un hombre pequeño que pretende ser grande. Es un hombre sin fe que pretende ser justo. Es un victimario que no puede dejar de hacerse la víctima”, proclamó. “Debemos poner nuestro país primero. […] La democracia no conoce partidos. Es un ideal vivo que nos define como nación. Es la piedra angular que nos separa de la tiranía”, concluyó.

Kinzinger aseguró que se hizo republicano cuando era un niño por su admiración por Ronald Reagan. Al mandato de aquel presidente, por el que guardan reverencia los republicanos y sobre el que se estrena esta semana una película interpretada por Dennis Quaid, se remontan algunos de los abogados y juristas que han trabajado en la Casa Blanca con Reagan, George H. W. Bush y George W. Bush y que reniegan de Trump. “Respaldamos a Kamala Harris y apoyamos su elección como presidenta porque creemos que devolver al expresidente Trump al cargo amenazaría la democracia estadounidense y socavaría el Estado de derecho en nuestro país”, escriben la docena de firmantes en una carta desvelada por la cadena conservadora Fox News.

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El mismo comunicado continúa recordando que el propio vicepresidente de Trump, Mike Pence, y múltiples miembros de su Gobierno y del personal de la Casa Blanca de los niveles más altos, así como los antiguos candidatos republicanos a presidente y vicepresidente ya han rechazado respaldar su reelección. Entre los firmantes está el antiguo juez Michael Luttig, destacado asesor de Reagan y Bush que sonó muchas veces como candidato a juez del Supremo, y que ha asegurado que votará demócrata por primera vez.

“El intento de Trump de impedir el traspaso pacífico del poder tras perder las elecciones demostró más allá de cualquier duda razonable su voluntad de poner sus intereses personales por encima de la ley y los valores de nuestra democracia constitucional”, añaden los abogados de los gobiernos de Reagan y de los Bush. “No podemos estar de acuerdo con otros antiguos cargos republicanos que han condenado a Trump con estos juicios devastadores, pero que aún no están dispuestos a votar por Harris. Creemos que esta elección presenta una opción binaria, y Trump está totalmente descalificado”, aseguran.

Deriva autoritaria y pulsión populista

Antes de las elecciones de 2020, tras un mandato que mostró el daño que Trump era capaz de hacer a las instituciones con su deriva autoritaria y su pulsión populista, numerosos republicanos se movilizaron y crearon el llamado Proyecto Lincoln, con el que tratar de frenar el trumpismo evitando que el entonces presidente fuera reelegido. Esa iniciativa sigue activa para esta campaña.

Algunos de los miembros del Proyecto Lincoln figuran entre los más de 200 republicanos que trabajaron para los presidentes George H. W. Bush y George W. Bush o los senadores Mitt Romney y John McCain han respaldado también a la vicepresidenta Kamala Harris en una carta abierta muy dura con Trump que divulgó en primer lugar USA Today.

“Por supuesto, tenemos muchos desacuerdos honestos e ideológicos con la vicepresidenta Harris”, escriben. “Es de esperar. La alternativa, sin embargo, es simplemente insostenible. En casa, otros cuatro años del caótico liderazgo de Donald Trump (…) perjudicarán a la gente real y cotidiana y debilitarán nuestras sagradas instituciones. En el extranjero, los movimientos democráticos se verán irremediablemente amenazados mientras Trump y su acólito J. D. Vance se doblegan ante dictadores como Vladímir Putin y dan la espalda a nuestros aliados. No podemos permitirlo”, escriben.





Tulsi Gabbard, este lunes en un acto junto a Donald Trump en Detroit (Míchigan).
Rebecca Cook (REUTERS)

Trump trata de contrarrestar la oleada republicana con el fichaje de antiguos demócratas. A los dos más destacados les ha ofrecido estar en su equipo de transición si gana las elecciones. Uno es Robert F. Kennedy Jr., que abandonó el Partido Demócrata el año pasado al ver que iba a fracasar en las primarias contra Joe Biden y se lanzó a por la presidencia como independiente, pero con un apoyo escaso y menguante. El político antivacunas y propagador de bulos tiró la toalla la semana pasada para apoyar a Trump y atacar a su antiguo partido. El líder republicano le recibió con los brazos abiertos meses después de llamarle “lunático radical de izquierdas”.

El otro fichaje, que llevaba mucho tiempo cocinándose, fue servido este lunes: Tulsi Gabbard, antigua congresista demócrata por Hawái que intentó —con nulo éxito— presentarse a las primarias para las presidenciales de 2020, luego renegó de su partido y se convirtió en estrella invitada de los foros ultraconservadores para interpretar su papel de conversa, con el que llegó a sonar como vicepresidenciable. Trump ha estado preparando con ella el debate del 10 de septiembre contra Kamala Harris, porque se enfrentó con la candidata demócrata en 2019 y logró descolocarla.

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