Cuando Mara Corina Machado proclamó que Edmundo González Urrutia era el presidente electo de Venezuela, estaba consciente del desafío monumental que enfrentaba: demostrar la victoria electoral histórica del 28 de junio a su país y a los cientos de naciones que acogen a los venezolanos en diáspora. Como una especie de segunda vuelta electoral, se confirmó la aplastante victoria en las urnas, un hecho que no tiene nada que ver con las propuestas de los presidentes Lula da Silva y Gustavo Petro para no irritar en demasía a su aliado, Nicolás Maduro.
El clamor venezolano resonó en al menos 300 ciudades de todo el mundo, alcanzando una dimensión global sin precedentes y convirtiendo a Madrid en una segunda capital para Venezuela. Los ciudadanos de Dalian, China, escucharon a una joven venezolana, protegida solo por su bandera, proclamar el deseo de la vasta diáspora venezolana de regresar a su tierra natal.
En Valencia, a tres horas de Caracas, un grupo de vecinos construyó un tanque de cartón para «disparar» a los militares y policías un saludo de principios: valor, reconciliación, luz… Los valores de las mujeres, líderes del movimiento de liberación nacional en Venezuela, como las dos que se enfrentaron a los gorilas, los hombres corpulentos que dirigen las operaciones de la Guardia Nacional.
Machado, la líder de todas estas mujeres, apareció de repente, protegida por una chaqueta negra con capucha y un enjambre de motoristas. En su llamado Edmundomóvil, desafió una vez más al todo poderoso chavismo, al que ha derrotado políticamente una y otra vez durante el último año. Fue recibida con abrazos por Delsa Solórzano y otros líderes como César Pérez Vivas y Alfredo Ramos, aunque se echó de menos a Piero Maron, el último detenido del comando principal de la Plataforma Unitaria.
También irrumpieron Biagio Pilieri y Juan Pablo Guanipa desde las entrañas de la manifestación. Todos ellos, como Machado, están a salvo de la furia bolivariana, como Maduro define a su receta contra la oposición democrática. Los líderes de la oposición se movieron con agilidad en las horas previas a la marcha en una capital sitiada por militares y policías, más de 6.000 desplegados principalmente en los barrios más populares y humildes.
Machado apareció en jeans, con su habitual camisa larga de manga larga y un par de rosarios sobre el pecho, de los más de 5.000 que le han sido regalados durante sus viajes por la Venezuela profunda. Cada uno de ellos viene con un pequeño papel con el nombre de quien lo entregó y el lugar. En la actual Venezuela asediada, donde el chavismo ha aplicado el terrorismo de Estado para mantenerse en el poder con la fuerza bruta, eso habría sido peligroso para todos ellos.
Con una positividad inagotable, Machado repasó una a una las grandes noticias de la semana para la sociedad venezolana, comenzando por el informe preliminar del Panel de Expertos de las Naciones Unidas: «Confirmaron que los informes del Consejo Nacional Electoral no son creíbles y que los nuestros son auténticos«.
Machado sabe que en medio de la represión, todos la miran a ella, convertida en catalizadora de la esperanza, la mujer de acero y madre de una nación. «Es la gesta cívica más grande de nuestra Historia«, subrayó.
A pesar de que la represión salvaje y el cerco a los barrios populares limitaron la presencia de sus seguidores, Machado adelantó la hoja de ruta para seguir golpeando al régimen tras los apoyos internacionales masivos. Los deberes están claros para los venezolanos: mantener la comunicación para «ejercer toda la presión contra el régimen» y para protegerse de la represión.
«No vamos a dejar las calles, siempre de forma pacífica. La violencia les interesa a ellos. Nosotros no atacamos a otros venezolanos«, insistió Machado. «Es mucho lo que hemos logrado, pero viene mucho más«, certificó la dirigente liberal.
El chavismo utilizó sus herramientas habituales para reunir a un grupo de seguidores, con dinero y logística pública, para que acompañaran la falsa marcha por la victoria de Maduro. En una ceremonia esperpéntica, el «conductor de victorias» oraba fervientemente con varios pastores evangélicos en el Palacio de Miraflores, todos ellos al borde de la exaltación.
Maduro sostiene que es un enviado de Dios para presidir Venezuela, mientras su fiscal general denuncia que aquellos que se le oponen pertenecen a una secta satánica. Derrotados electoralmente en la tierra, parece que al chavismo solo le queda el milagro del Tribunal Supremo de Justicia para multiplicar los votos, como aquel episodio bíblico de la multiplicación de los panes y los peces que tanto le gusta repetir al mandatario.