¿Aprenderá Francia a formar coaliciones ante un Parlamento sin mayorías? | Internacional

EL PAÍS

En la política francesa, existen palabras que despiertan ciertas connotaciones negativas. Una de estas es «coalición». En este país, se entiende esta palabra como sinónimo de compromiso, renuncia y deslealtad a los principios políticos. Esta mentalidad se puso de manifiesto tras los resultados de las elecciones legislativas anticipadas realizadas el 7 de julio, cuando uno de los comentarios más repetidos era: “Francia, ingobernable”.

El panorama político tras las elecciones presentó tres bloques igualados: la izquierda en cabeza, el centroderecha un poco detrás y la extrema derecha en tercer lugar. A pesar de que ninguno de estos bloques logró la mayoría absoluta, en cualquier otro país, se habría considerado una coalición de partidos como la solución más factible. Sin embargo, en Francia, la posibilidad de formar una coalición no es fácil, ya que va en contra de una cultura política arraigada.

Por ejemplo, la izquierda del Nuevo Frente Popular, que obtuvo la mayoría de los diputados, reclama el derecho a designar un primer ministro que gobernaría en minoría. Por otro lado, la derecha tradicional de Los Republicanos y algunos en el centro macronista sugieren que podrían unirse y proponer a un primer ministro. Esto no sería una gran coalición, sino más bien pequeña y, al igual que la izquierda, a decenas de escaños de la mayoría.

El presidente francés, Emmanuel Macron, ha pedido una “mayoría sólida, necesariamente plural”, evitando el uso de la palabra «coalición». Su propuesta ha sido criticada desde la izquierda, que cuestiona su autoridad para fijar las condiciones de un futuro gobierno después de sufrir una derrota rotunda en las urnas.

El historiador Jean Garrigues explica que en la mente de muchos políticos y franceses, las coaliciones se consideran algo sucio. Esto se debe a la cultura política asociada a la V República, el actual régimen constitucional francés fundado en 1958 por el general Charles de Gaulle con el propósito de romper con el parlamentarismo y la inestabilidad gubernamental del periodo anterior.

Charles de Gaulle consideraba que el “régimen de los partidos es el desorden”. Así se construyó lo que Garrigues llama “la leyenda negra de la IV República», un sistema de coaliciones que fue considerado como un régimen de inestabilidad gubernamental y fracaso. Sin embargo, Garrigues señala que esta leyenda era falsa, ya que durante este periodo, Francia experimentó un boom económico de la posguerra, la fundación de lo que sería la Unión Europea, la aprobación del salario mínimo y proyectos ambiciosos como el de la bomba atómica.

A pesar de las reticencias, el politólogo Vincent Martigny sostiene que las coaliciones pueden funcionar en Francia, como lo hicieron durante la III República. Sin embargo, considera difícil una coalición actualmente debido a la polarización y los ataques personales entre los posibles aliados.

En este sentido, Alain Minc, veterano consejero de presidentes, indicó que un hemiciclo sin mayorías requeriría de Macron la habilidad de un presidente de la República italiana, algo que no se ajusta a su talante. Además, no está claro si el modelo italiano funcionaría en la cultura política vertical de la V República, donde impera el ordeno y mando y la concentración de poderes en la cúpula.

A pesar de los desafíos, Garrigues señala que dentro de cada bloque ideológico, las coaliciones ya existen. Como ejemplo, señala al Nuevo Frente Popular y al centro macronista, que integran a varios partidos de sensibilidades distintas.

En resumen, aunque la palabra «coalición» parece ser un tabú en la política francesa, la situación actual podría demandar un cambio de mentalidad. Tal como ocurrió en España, donde las coaliciones forman hoy parte del paisaje político tras la crisis del bipartidismo, los franceses podrían tener que aprender y reaprender la cultura de la coalición en las próximas semanas o meses.

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