Este miércoles, el empresario Eduardo Macaya, padre del senador Javier Macaya (UDI), fue declarado culpable de dos casos de abuso sexual contra menores. La resolución del tribunal trajo a la luz detalles inéditos del juicio, arrojando un foco de luz en el grave asunto de abuso infantil que frecuentemente es silenciado o ignorado en la sociedad.
El juicio arrojó testimonios desgarradores, expresados por las víctimas de los abusos. Un mensaje entregado a los padres por uno de las víctimas en mayo de 2023 decía: “Papá estoy bien, pero hace tres años Eduardo me tocó”, denunciando los abusos cometidos por su abuelo. La menor detalló que los hechos de connotación sexual ocurrieron tres años antes y que al confesar esta situación a sus primas, ellas relataron sufrir tratos similares por parte del hombre de 71 años.
Según consignó La Tercera, la niña mostró una serie de videos que daban cuenta de los abusos cometidos por Eduardo Macaya a otra de sus primas. Estos videos se reenviaron a una de las tías para buscar apoyo. En otro de los testimonios, una de las tías de la menor indicó cómo la niña le contó de los abusos vividos en la casa de Macaya en Placilla y que tras ver los videos, recordó cuando ella también pasó por esa situación en su niñez.
La testigo declaró: “Cuando voy viendo los videos, quedé de una pieza. Me paré, me fui a la cocina donde estaba mi mamá, y se los mostré (los videos) y le dije a ella que esto también me lo había hecho Eduardo cuando chica”. Los videos grabados por una de sus víctimas fueron una de las principales pruebas y de ellos se concluyó una conducta de abuso sexual a una menor de 14 años.
Por otro lado, los defensores de Eduardo Macaya intentaron justificar su actuar apuntando a que era “cariñoso” cuando estaba ebrio. Buscaron que los abusos no fueran denunciados y que solo quedaran en el ámbito familiar, apelando que el padre de Javier Macaya “se iba a pegar un tiro, que la familia se dividiría y que era mejor evitar la denuncia y mantener todo en familia”.
Junto con ello, dejaron ver que si querían que el patriarca de la familia fuera a prisión, sería vejado sexualmente por otros presos, como “castigo” por sus delitos. Una de las denunciantes, quien recordó las tocaciones que sufrió cuando niña, aseveró que Macaya la llamó, reconociendo que “los niños no mienten y que si me había hecho algo, que lo perdonara, me decía: qué puedo hacer por ti, eso lo repetía; le dije que las cosas estaban claras, que viera los videos, que estaba tocando a su (pariente), decía que no se acordaba, le dije que se autodenunciara y ahí terminó la conversación”.
Este caso pone de relieve la urgente necesidad de un cambio cultural en la forma en que se aborda la violencia de género y el abuso infantil. Las víctimas deben ser escuchadas y protegidas, y los perpetradores deben ser llevados ante la justicia, independientemente de su estatus social o político. El silencio y la negación no pueden continuar siendo la norma en estos casos. La justicia para las víctimas de abuso sexual es un imperativo moral y legal que no puede ser ignorado o minimizado.