El Reino Unido se encuentra en un momento histórico de cambio con el recién nombrado primer ministro laborista, Keir Starmer. Tras catorce años de tensiones y desacuerdos entre los diferentes territorios autónomos y los gobiernos conservadores, Starmer ha decidido dedicar los primeros días de su mandato a visitar Escocia, Gales e Irlanda del Norte, destacando la importancia de estas regiones en el tejido político y social del país.
Starmer cuenta con una ventaja significativa en este momento: los deseos de independencia de Escocia y la aspiración de reunificación de Irlanda han quedado en segundo plano en favor de la prioridad de reconstruir la economía británica. Esta situación proporciona un panorama favorable para la implementación de nuevas políticas y reformas.
Una de las primeras sorpresas de su mandato ha sido el descalabro electoral del Partido Nacional Escocés (SNP) en las elecciones del 4 de julio, en las que perdió 39 de los 48 escaños que tenía en el Parlamento de Westminster. Este resultado ha llevado al SNP a un proceso de reflexión interna, cuyos resultados podrían tener un impacto significativo en el futuro político de Escocia.
En Irlanda del Norte, el Sinn Féin se ha mantenido como el partido más votado y ha retenido sus siete diputados. A pesar de no reconocer la soberanía británica sobre la isla y negarse a enviar a sus diputados a Londres, el partido se encuentra en un momento crucial tras la designación de Michelle O’Neill como ministra principal del Gobierno autónomo norirlandés.
El nuevo gobierno de Starmer ha prometido centrarse en la «estabilidad y la certidumbre a largo plazo» en Irlanda del Norte, y trabajar en colaboración con todas las comunidades y partidos políticos. El primer ministro está acompañado por su nuevo ministro para Irlanda del Norte, Hilary Benn, un veterano laborista que ha luchado contra el Brexit con vigor y determinación.
Las reuniones entre Starmer y el Gobierno autónomo y los diferentes partidos políticos norirlandeses han tenido un tono positivo y optimista. La presidenta del Sinn Féin, Mary Lou McDonald, ha expresado su satisfacción por el regreso al Gobierno central del «partido que impulsó el Acuerdo de Paz de Viernes Santo».
En Escocia, Starmer ha comprometido a poner a Escocia en el corazón de todas las decisiones del Gobierno del Reino Unido. Tras ganar 37 escaños en las recientes elecciones, el Partido Laborista ha reiterado su visión de convertir a Escocia en un poderoso bastión de la izquierda británica.
El primer ministro ha enfatizado su deseo de «convertir el desacuerdo en cooperación» con el Gobierno escocés. Por su parte, el actual ministro principal de Escocia, John Swinney, ha destacado el «terreno común» en el que ambos gobiernos pueden trabajar.
Finalmente, uno de los mayores desafíos que enfrenta el nuevo Gobierno de Starmer es la Ley de Legado y Reconciliación de los Problemas que entró en vigor el 1 de mayo. Esta ley, que otorga amnistía a todos los crímenes de sangre cometidos durante décadas de guerra y violencia sectaria, ha sido rechazada por todos los partidos políticos norirlandeses y el Gobierno de Dublín. A pesar de la promesa del Partido Laborista de revocar la ley, Benn ha instado a la paciencia, afirmando que el proceso debe centrarse en ofrecer apoyo a las víctimas y sus familias.