Francia, aliviada después de las elecciones, enfrenta un desafío sin precedentes: la formación de un gobierno de coalición | Internacional

EL PAÍS

Francia se encuentra en un estado de incertidumbre después de las recientes elecciones legislativas, que han dejado un escenario político inédito y la perspectiva de un gobierno de coalición sin precedentes en la historia reciente del país. El alivio por haber frenado el avance de la extrema derecha, que quedó en un inesperado tercer lugar, se ha desvanecido ante el dilema de quién formará el nuevo gobierno y cuándo estará listo.

El primer ministro saliente, Gabriel Attal, presentó su dimisión el lunes, pero el presidente, Emmanuel Macron, le ha pedido que permanezca en su puesto «por el momento» para “asegurar la estabilidad del país”. Esta decisión, aunque permitirá ganar tiempo, no resuelve el problema de fondo en un país sin tradición de gobernar en coalición, a diferencia de otros países como Alemania.

El bloque de izquierdas Nuevo Frente Popular (NFP) emerge como la fuerza más votada con 182 diputados, un resultado que no le permite gobernar por sí solo. Los partidos macronistas, con 168 diputados, tampoco pueden formar un gobierno de forma individual, ni siquiera si logran convencer a los conservadores de Los Republicanos (LR) para que aporten sus 45 diputados a su proyecto.

La única certeza es que, si la izquierda quiere gobernar, necesitará al menos a una parte del macronismo. Sin embargo, el bloque centrista ha dejado claro que no aceptará una coalición en la que esté la izquierda radical del partido de Jean-Luc Mélenchon, Francia Insumisa (LFI). Esta formación, a su vez, descarta cualquier alianza más allá del NFP y exige que se aplique su programa sin cambios, incluyendo propuestas como aumentar el salario mínimo a los 1.600 euros, volver a imponer altos impuestos a los más ricos o derogar la reforma de pensiones que el Gobierno de Macron tuvo que imponer por decreto.

La elección de un líder de gobierno desde la izquierda se vaticina compleja. Aunque las elecciones han confirmado el «reequilibrio» de fuerzas dentro de la izquierda, LFI sigue siendo la formación con más diputados, hasta 79, lo que dificulta la posibilidad de ignorar a este partido. Durante toda la campaña, la cuestión de quién sería propuesto como primer ministro si ganara la izquierda fue aplazada hasta después de las elecciones y, hasta ahora, sigue sin haber claridad.

El líder del Partido Socialista, Olivier Faure, y la líder de los ecologistas, Marine Tondelier, han indicado que buscarán proponer un nombre para el puesto de primer ministro “esta semana”. Aunque Mélenchon ha sido rechazado por las demás formaciones de la alianza como candidato a primer ministro, la diputada insumisa Mathilde Panot ha asegurado que el líder de LFI “no está en absoluto descalificado” para el puesto. Sin embargo, otros líderes han insistido en que se necesita una figura “de consenso” que “pueda dialogar con el exterior”, unas características que no reúne Mélenchon.

Mientras tanto, las negociaciones para formar gobierno continúan, con reuniones de los líderes del NFP y discusiones sobre posibles candidatos a primer ministro. La situación es incierta y la partida, como apuntan algunos, no ha hecho más que comenzar.

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