El Presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, se ha encontrado bajo una intensa presión y crítica por parte de los medios de comunicación más afines durante los últimos ocho días. Ha habido demandas constantes de que se haga a un lado y abandone su puesto para permitir que un candidato demócrata pueda derrotar a Donald Trump, su predecesor. Sin embargo, Biden finalmente respondió a estas críticas en una entrevista de 22 minutos en ABC News el viernes por la noche.
La entrevista fue conducida por George Stephanopoulos, un rostro icónico de ABC News y ex asesor de comunicación de Bill Clinton. Stephanopoulos es conocido por ser un entrevistador amable pero persistente, que no dudó en presionar a Biden con preguntas difíciles sobre su capacidad para competir, derrotar a Trump y gobernar durante cuatro años más.
El foco principal de las preguntas de Stephanopoulos giró en torno a la salud de Biden, tanto física como mental. A todas estas preguntas, Biden respondió que estaba bien. Aseguró que lo que millones de personas de todo el mundo habían visto era simplemente «una mala noche«. Negó reiteradamente que estuviera «más frágil» o que hubiera un problema mayor detrás de esa noche fatídica que no se estaba informando al público.
Cuando se le preguntó si estaría dispuesto a someterse a algún tipo de examen neurológico, Biden respondió que sus tareas diarias como presidente eran el mejor ejemplo de su estado cognitivo. Afirmó que «cada día pasa un test cognitivo gobernando el mundo» y puso como ejemplos sus conversaciones con líderes mundiales, como la del viernes con el nuevo primer ministro británico o con el israelí Benjamin Netanyahu.
Las afirmaciones del presidente de que simplemente había tenido «una mala noche» y que no había nada más, contrarrestaron las noticias publicadas en las últimas semanas sobre un supuesto deterioro rápido de su salud. Biden defendió sus logros, como los datos económicos, un plan de paz para Oriente Medio y la expansión de la OTAN.
La entrevista no era de política o de políticas. El objetivo principal era evaluar el estado de Biden, ver si era capaz de cambiar la mala imagen que había dejado. En el debate, Biden parecía ausente, errático y perdido por momentos, incapaz de formular argumentos claros, recordar datos o terminar frases.
Cuando se le preguntó si aceptaría hacerse a un lado si las posibilidades de vencer a Trump fueran nulas, el presidente se rió y dijo que sólo lo haría si «el Señor Todopoderoso» bajara y se lo pidiera. Sin embargo, Biden restó importancia a las encuestas que dan a Trump una ventaja de entre tres y seis puntos, y a los índices de popularidad que le dan apenas una aprobación del 36%, niveles con los que ningún presidente ha logrado la reelección.
A pesar de las críticas, Biden ha cambiado su actitud, pasando de recibir golpes a la ofensiva. Afirmó con determinación que «no piensa retirarse de ninguna manera. Soy el presidente, soy el candidato». También restó importancia a los rumores sobre el senador Marc Warner de Virginia, quien supuestamente estaba intentando formar una rebelión entre sus colegas para forzar a Biden a retirarse.
Las menciones a Trump fueron escasas durante la entrevista. Sin embargo, Biden reiteró que Trump es «un mentiroso patológico«, que siempre actúa en su propio beneficio y que mintió numerosas veces durante el debate. Biden aseguró que él es «el más cualificado para derrotarlo y el único que sabe cómo hacerlo».
A pesar de su orgullo por su historial, Biden parece estar peligrosamente desconectado de las preocupaciones que la gente tiene sobre sus capacidades para seguir y su posición en esta carrera. David Axelrod, el responsable de la campaña de Barack Obama, le advirtió que estaba en estado de negación.